Populistas y Plutocratas.

Carlos Fazio

Fragmento

Plutócratas y populistas

Plutócratas y populistas

La verdad, una vez despierta,
no vuelve a dormirse jamás.

José Martí

A manera de introducción

La víspera del 1º de septiembre de 1977, día del primer informe de gobierno del presidente José López Portillo, después de conversar con el director de la revista Proceso, Julio Scherer García, para integrarme a trabajar como reportero en la redacción del semanario, me envió con Rodolfo Guzmán para que me explicara los detalles de mi nueva actividad. Entre extrañado y risueño, tal vez por la timidez con la que me presenté ante él, el Negro Guzmán —como le llamaban todos—, tras indicarme que cubriría las fuentes “diplomática y religiosa”, me ordenó presentarme a trabajar el jueves 1º de septiembre… ¡a las 4:30 de la mañana! Disimulé mi sorpresa por lo insólito del horario, y alcancé a comentarle entonces que no tenía la menor experiencia en “asuntos religiosos”. Guzmán me respondió que no me preocupara, que los obispos daban sólo un par de notas al año. Después, si acaso motivado por su conocimiento de mi condición de extranjero recién llegado al país, palabras más, palabras menos, me advirtió: “En México hay tres temas proscritos en el periodismo: el presidente de la República, la virgen de Guadalupe y el Ejército”.

Por paradójico que parezca, ni la revista Proceso ni el que escribe tuvimos entonces reparos en abordar de manera crítica y documentada el primer y el tercer asunto (en mi caso bajo la amenazadora sombra del artículo 33 constitucional), y con la Guadalupana guardamos siempre una sana distancia, pero no así con los obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano y sus jefes en el Vaticano. Fruto de ello, fueron media docena de libros de mi autoría sobre personajes y sucesos de la Iglesia católica, entre ellos, los papas Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, los obispos locales Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz, y el clérigo Marcial Maciel, superior de la Legión de Cristo y “connotado” pederasta.

Asimismo, a lo largo de las dos últimas décadas he publicado una serie de obras acerca del larvado proceso de militarización que ha llevado al país a vivir en un permanente Estado de excepción de facto, con la deriva de una grave crisis humanitaria que llega hasta nuestros días.

El texto que el lector tiene en sus manos ha sido precedido de tres libros que guardan entre sí una continuidad temática multifacética pero entrelazada: El tercer vínculo. De la teoría del caos a la militarización de México (1996), Terrorismo mediático. La construcción social del miedo en México (2013) y Estado de emergencia. De la guerra de Calderón a la guerra de Peña Nieto (2016), y que al igual que los escritos sobre asuntos religiosos, están basados en notas, entrevistas y reportajes del autor así como en el análisis de documentos e información pública contextualizada sobre el manejo y el abuso del poder (presidencial, político, económico, eclesial, mediático y militar) y los intereses creados en el México contemporáneo.

En todos los casos, los acontecimientos narrados se abordaron desde el ejercicio académico-periodístico con una perspectiva humanista, independiente y crítica, sí, pero buscando siempre brindar una versión rigurosa, verosímil y contextualizada de la verdad —ya que la objetividad no existe—, sustentada en fuentes creíbles y confiables, vinculando hechos aparentemente inconexos y contrastando las diversas versiones y tonalidades de los sucesos noticiables tratados, buscando tomar distancia de ellos, verificarlos, confirmarlos, desestimando información, dudando, interpretando, explicando, optando y, finalmente, decidiendo, para presentar al lector lo que es —sin pretensión de neutralidad alguna— en función de lo que puede ser, así sea de manera provisional o imperfecta, y con los riesgos y límites que impone entender y escribir sobre el presente.

Con una salvedad: a diferencia de otros oficios o profesiones, el periodista —pero también un docente de Ciencias Políticas y Sociales— tiene un compromiso ético que cumplir y también la responsabilidad y la satisfacción de contribuir al esclarecimiento de la desinformación, y de promover la igualdad entre todos los pueblos e individuos sin distinción de raza, sexo o religión.1 En definitiva, pensamos que el tratamiento ético de la información por el periodista exige que sus destinatarios sean considerados como personas pensantes y críticas y no como rebaño de ovejas.

A partir de estas consideraciones generales y a pedido del editor, haremos a continuación un breve repaso de los contenidos de las tres publicaciones que preceden a Plutócratas y populistas.

El tercer vínculo
y la militarización de México

En El tercer vínculo —libro pionero en abordar en tiempo real y de manera específica la actividad del Ejército mexicano— se expuso como hipótesis principal que, de la mano de la teoría del caos, la militarización de México parecía ser una pieza clave del Departamento de Defensa de Estados Unidos para asegurar el control sobre los recursos geoestratégicos del país: el eslabón que faltaba para cerrar el círculo de la dependencia.

El título del libro obedeció a una frase pronunciada el 23 de octubre de 1995 en el Campo Militar No. 1 —ante la plana mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y casi 10 mil soldados y cadetes— por el secretario de Defensa de Estados Unidos, William Perry, quien adujo que la “seguridad nacional” (sic) entre su país y México era “el tercer vínculo” en que ambas naciones debían cimentar su estrecha relación, pues ya se tenían “dos fuertes bases” en los “lazos políticos y económicos”.

Desde 1948 ningún secretario de la Defensa estadounidense había viajado a México en visita oficial. Y ese día, sin ambages, Perry hizo evidente que el de la seguridad fue el leitmotiv de su presencia ahí, como representante del llamado complejo industrial-militar.2 Su misión fue insistir en el involucramiento de las Fuerzas Armadas mexicanas —y en particular del Ejército— en el esquema de seguridad interamericana diseñado por el Pentágono, como caballo de Troya de los intereses del expansionismo estadounidense en la era de la globalización imperial. Tras la desaparición de la antigua Unión Soviética, dicho esquema, que venía a sustituir al comunismo por el narcotráfico como nueva amenaza a la “seguridad nacional” de Estados Unidos, buscaba relegitimar el papel doméstico de las fuerzas armadas continentales —las de México incluidas—, ahora en la forma de una doctrina de seguridad regional montada sobre una estrategia de militarización y transnacionalización de la guerra a las drogas profundamente ideologizada.

Hasta entonces, Estados Unidos no tenía acceso a las estructuras de decisión táctica-operativa y estratégica de las Fuerza

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