La historia del cristianismo

Paul Johnson

Fragmento

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Créditos

Título original: A History of Christianity

Traducción: Aníbal Leal y Fernando Mateo

1.ª edición: septiembre, 2017

© Paul Johnson, 1976, 1999

© 2017, Sipan Barcelona Network S.L.

Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona

Sipan Barcelona Network S.L. es una empresa

del grupo Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-805-1

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Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Prólogo

PRIMERA PARTE. El ascenso y rescate de la secta de Jesús (50 a.C. - 250 d.C.)

SEGUNDA PARTE. De los mártires a los inquisidores (250 - 450)

TERCERA PARTE. Señores mitrados e íconos coronados (450 - 1054)

CUARTA PARTE. La sociedad total y sus enemigos (1054 - 1500)

QUINTA PARTE. La tercera fuerza (1500- 1648)

SEXTA PARTE. Fe, razón y sinrazón (1648 - 1870)

SÉPTIMA PARTE. Pueblos casi elegidos (1500 - 1910)

OCTAVA PARTE. El nadir del triunfalismo (1870 - 1975)

NOVENA PARTE. Al final de los primeros 2.000 años

EPÍLOGO

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS

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Dedicatoria

A Marigold,

mi colaboradora permanente,

mi más sabia consejera

y mi mejor amiga.

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Prólogo

PRÓLOGO

Han transcurrido casi 2.000 años desde que el nacimiento de Jesucristo desencadenó la serie de acontecimientos que llevó a la creación de la fe cristiana y su difusión por el mundo. Durante estos dos milenios el cristianismo ha demostrado quizá más influencia que cualquier otra filosofía institucional en la determinación del destino humano, pero ahora hay signos en el sentido de que su período de predominio está llegando a su fin, lo que sugiere la conveniencia de un examen retrospectivo y un balance. En este libro he intentado reseñar la historia total en un volumen. Tal propósito implica una considerable labor de condensación y selección, pero tiene la ventaja de suministrar perspectivas nuevas y esclarecedoras, y demostrar cómo los diferentes temas del cristianismo se repiten y modulan a través de los siglos. Este trabajo se basa en los resultados publicados de una amplia investigación, realizada durante los últimos veinte años; hace referencia a una serie de episodios notables de la historia cristiana y apunta a exponer los hechos destacados según los ven e interpretan los estudiosos modernos.

Por lo tanto, es una obra de historia. El lector podría preguntarse: ¿cabe escribir del cristianismo con el grado necesario de objetividad histórica? En 1913 Ernst Troeltsch argumentó convincentemente que los métodos escépticos y críticos de investigación histórica eran incompatibles con la convicción cristiana; muchos historiadores y la mayoría de los sociólogos religiosos coincidirían con él. En realidad, parece existir cierto conflicto. El cristianismo es esencialmente una religión histórica. Funda sus afirmaciones en los hechos históricos que ella misma afirma. Si se destruye, nada queda. Entonces, ¿un cristiano puede examinar la verdad de estos hechos con la misma objetividad que mostraría frente a cualquier otro fenómeno? ¿Puede exigírsele que cave la tumba de su propia fe si sus investigaciones apuntan en esa dirección? En tiempos pasados, muy pocos estudiosos cristianos han demostrado el coraje o la confianza necesarios para poner la búsqueda inflexible de la verdad por delante de otra consideración cualquiera. Casi todos han puesto el límite en cierto punto. Pero, ¡qué inútiles fueron sus esfuerzos defensivos! ¡Qué ridículo parece retrospectivamente su sacrificio de la integridad! Nos reímos de John Henry Newman porque, para proteger a sus alumnos, guardaba en una caja fuerte su ejemplar de The Age of Reason. Y nos sentimos incómodos cuando el obispo Stubbs, otrora Profesor Regius de Historia Moderna en Oxford, anota triunfal —como hizo en una conferencia pública— su primer encuentro con el historiador John Richard Green: «Conocía por una descripción el tipo de hombre con el que debía encontrarme: lo reconocí cuando subió al vagón Wells, sosteniendo en la mano un volumen de Renan. Me dije, “Si puedo evitarlo, no leerá este libro”. Me senté enfrente y comenzamos a conversar... Después vino a verme a Navestock y ese volumen de Renan fue a parar a mi cubo de la basura.» Stubbs había condenado la Vie de Jésus sin leerla y el centro de su anécdota fue que había convencido a Green de que hiciera lo mismo. De modo que un historiador corrompió a otro y el cristianismo se avergonzó por ambos.

Pues el cristianismo, al identificar la verdad con la fe, debe enseñar —y bien entendido, en efecto, enseña— que la interferencia con la verdad es inmoral. Un cristiano dotado de fe nada tiene que temer de los hechos; un historiador cristiano que limita en un punto cualquiera el campo de la indagación está reconociendo los límites de su fe. Y por supuesto, está destruyendo también la naturaleza de su religión, que es una revelación progre

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