Parir en casa

Laia Casadevall

Fragmento

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PRÓLOGO

Fui madre muy joven. Tenía 20 años cuando di a luz a mi primer hijo. Apenas albergaba conocimiento más allá de películas que mostraban a mujeres chillando descontroladas y un entorno que me deseaba «una horita corta». Conforme se acercaba mi FPP me invadían mayores miedos, y recuerdo preguntar a mis abuelas por sus partos, ya que la sabiduría popular augura que parirás como una de ellas. ¡No sabría decir si fue buen consejo! Mi abuela paterna tuvo partos de libro (rogué por replicarla); mi abuela materna, relatos que bien podrían servir para escribir el guion de una serie gore: largos y dolorosos. Pero ambas con un común denominador: parto en casa acompañadas por comadronas, era lo normal. Y sorprendentemente para mí, pese a todo, la yaya (mi abuela materna) no concebía otro lugar para recibir a sus hijos. Tanto es así que vivió con disgusto su cuarto embarazo solo por la orden de su ginecólogo de ser asistida en un hospital. Que ya era mayor, decía... Pero ¿cómo iba a nacer su bebé en un lugar destinado a enfermedades? Fue tal su insistencia que logró salirse con la suya. Y a mí, que no entendía nada, quién me iba a decir que, 7 hijos y 16 años después, pariría en mi casa.

Siempre lo digo: no llegué al parto en casa por convicción, sino como resultado de las «oportunidades» que me otorgó ser una madre tan numerosa. Si estuviese en la media de natalidad, con uno o dos hijos, supongo que aún abordaría el parto en casa como un sinsentido. Pero algo resonó en mi cabeza con el nacimiento de mi segunda hija. Llegó tan rápido que me planteó la posibilidad de que, lejos de lo que me había mostrado la sociedad, quizá podría parir sin epidural. Y entonces llegó mi tercera... y nació en un parto natural, pero con la sensación agridulce que deja un parto provocado sin consentimiento y un marido que no pudo estar presente. Y se sucederían después más desencantos y entre tanto una rebeldía que me llevó a investigar, documentarme y entender que mi lugar en el mundo para parir era mi casa. La confianza en mi cuerpo, la díada con mi criatura, mis tiempos, mis movimientos, mi compañía. Era lo que me hacía sentir segura.

No se trata de imponer dónde una mujer se tiene que sentir segura, pues para algunas será en la calidez de sus hogares, pero para otras con la asistencia médica de los hospitales. Y el respeto radicará en cumplir sus deseos. No es más válida la opción A que la opción B, pero... ¿cómo podemos hablar de cumplir nuestros deseos si nunca conocimos nuestras opciones? En la sociedad moderna y en nuestro país, hemos tecnificado tanto los partos que hemos olvidado su propia fisiología. Se han intervenido tanto los procesos que se asumen con miedos infundados. Nos hemos desconectado tanto de nuestros cuerpos que parece que ir con la naturaleza es ir contra natura. 

Por eso he de darte las gracias, Laia, por entregarnos de forma tan generosa tu experiencia y conocimientos en este libro, que recomiendo no solo a particulares, sino también a profesionales. Un manual completo para entender el parto en casa, desde los aspectos más emocionales hasta las gestiones más burocráticas. Sin olvidar los posibles escenarios que nos podemos encontrar por el camino, los cuidados de lactancia, posparto o para el recién nacido. Una guía cargada de bibliografía que descubre los entresijos de estos nacimientos y que planta una semillita para que se aborde sin estigmas. Recordemos: la información es poder, una decisión jamás será libre si no hemos manejado antes toda la evidencia sin sesgo. Sesgo que tal vez sea fruto de la norma... y que a ti, lector, quizá te evite llegar al parto en casa en modo huida y lo hagas por convicción. Y así conozcas el evento tan potencialmente maravilloso para el que el ser humano está diseñado (sin necesidad de pasar por 7 partos previos).

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INTRODUCCIÓN

Las mujeres hemos parido en casa a lo largo de la historia. Fue hace relativamente poco tiempo cuando los partos pasaron del hogar a las instituciones sanitarias en busca de la seguridad de las madres y sus criaturas. Pero las mejoras en la morbilidad y mortalidad materna y perinatal vienen de la mano de muchos factores que, de manera conjunta, han conseguido el objetivo que buscaban las políticas sanitarias del siglo XX, y no únicamente por la institucionalización del parto y el nacimiento.

De hecho, hasta el día de hoy, no hay pruebas de que el parto hospitalario sea más seguro para las madres de bajo riesgo ni para sus bebés. La evidencia científica avala los partos domiciliarios en mujeres de bajo riesgo atendidas por matronas expertas y en lugares donde hay facilidad para un traslado seguro.

Pero el parto en casa molesta porque va de mujeres libres, matronas autónomas y respeto a la fisiología más básica. El parto en casa abandona jerarquías y relaciones de poder para poner el foco en las mujeres. Molesta porque va de decisiones libres e informadas, de creer en el poder que tiene nuestro cuerpo y la capacidad que tenemos de parir. Molesta porque es un asunto de derechos humanos y de feminismo. Porque hablamos de mujeres y de matronas que no temen al sistema y que no ceden el poder que les pertenece.

El parto en casa es una opción minoritaria, pero que el sistema sanitario debería contemplar al tratarse de un derecho de toda mujer que vive en Europa: el derecho de elegir dónde y con quién da a luz. Una opción que hoy en día es un privilegio en España, ya que las mujeres que desean parir en casa deben pagar de forma totalmente privada, a diferencia de otros países desarrollados que tienen esta alternativa integrada dentro del propio sistema de salud público o reembolsan total o parcialmente el coste del parto a la familia.

A pesar de los esfuerzos de las instituciones sanitarias de humanizar cada vez más el parto y el nacimiento; de intentar desmedicalizar el proceso y eliminar intervenciones innecesarias que hemos normalizado a lo largo de los años; de promover otras opciones, como las salas de parto naturales o los centros de nacimientos, siempre ha habido y habrá mujeres que elegirán el parto en casa como su primera opción. Porque, al final, no se trata solo de evidencia científica o recomendaciones, sino de deseos y sensación de seguridad. Cada mujer debería parir en el entorno donde ella se sienta más segura. Y los profesionales y el sistema de salud tenemos el deber de proteger su derecho de elección y velar por que todas las alternativas estén al alcance de todas las mujeres, y por su seguridad y su satisfacción siempre, con independencia de las decisiones que estas tomen.

No podemos perder de vista que el objetivo común de madres, familias, profesionales y sistema sanitario es buscar los mejores resultados maternos y perinatales, así como la satisfacción de las madres. No olvidemos jamás que su experiencia va de la mano de la salud mental en el posparto, estrechamente ligada a la salud y los cuidados de sus criaturas.

Este libro pretende acercarte a la realidad actual del parto en casa en nuestro contexto. Huir de prejuicios y mitos. Mostrarte cómo hemos llegado hasta aquí y

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