El sí de las niñas

Leandro Fernández de Moratín

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

1. EL CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO Y POLÍTICO

La vida de Leandro Fernández de Moratín se desarrolló en un contexto español, europeo y americano muy relevante. Su nacimiento se produce el 10 de marzo de 1760, exactamente a los siete meses de la llegada al trono español de Carlos III (1759-1788), tercer hijo de Felipe V (1700-1746), el primer monarca de la dinastía Borbón en España. Carlos sucedió a su hermanastro Fernando VI (1746-1759), pues era el primogénito de las segundas nupcias de Felipe V, celebradas con Isabel Farnesio. Aunque ya reinaba en Nápoles y Sicilia desde 1734, abandonó esos tronos al ser proclamado rey de España.

En 1763 Jerónimo Grimaldi fue nombrado primer secretario de Estado y del Despacho, sustituyendo en el cargo a Ricardo Wall y Devereux. Fueron años convulsos, en los que tuvo lugar el motín de Esquilache (1766), un levantamiento popular que se extendió a varios puntos de España y que pretendía la revocación de la orden que impedía la vestimenta con capa y sombrero de ala ancha. La revuelta se saldó con la destitución y destierro del marqués de Esquilache —hasta ese momento secretario de Estado y del Despacho de Hacienda y de Guerra—, el permiso para llevar las ropas tradicionales antedichas, la expulsión de los jesuitas al año siguiente y la bajada del precio de los alimentos, verdadera causa de la insurrección del pueblo.

Por esos años se suceden en el cargo de primer secretario de Estado y del Despacho algunos de los cortesanos más notables: el conde de Floridablanca en 1777, el conde de Aranda en 1792 y, también en ese año, Manuel Godoy, el príncipe de la Paz. Poco antes, en 1788, Carlos IV es proclamado rey de España.

Mientras, en el plano internacional, nos encontramos ante la formación de Estados Unidos de América, con momentos importantes como la guerra de la Independencia (1775-1783), la Declaración de Independencia (1776) y el nombramiento de George Washington como primer presidente de la Unión (1789).

Ese mismo año de 1789 se produce la toma de la prisión de la Bastilla en París y, así, se inicia la Revolución francesa (que dio origen a la I República con los gobiernos de la Convención, del Consulado y del Directorio), un proceso histórico que rompió con el Antiguo Régimen en Europa y sentó las bases de los Estados contemporáneos. Ciertamente fue un periodo de cambios profundos y de depuración de las figuras políticas y sociales prerrevolucionarias, purga que llevó a la implantación de la guillotina como herramienta de ejecución, símbolo de la «limpieza política» de la Francia revolucionaria. Unas treinta y cinco mil personas habrían sido ajusticiadas por este medio, entre las que se encontraban personajes muy destacados del momento, detractores y partidarios de la Revolución como el rey Luis XVI y su esposa, María Antonieta de Austria, en 1793 o Danton —ministro de Justicia— y Robespierre —presidente de la Convención— al año siguiente.

Dada su relevancia, la Revolución ha sido considerada por la historiografía como el final de la Edad Moderna y el comienzo de la Contemporánea. La Revolución culminó en 1799, cuando Napoleón Bonaparte dio el golpe de Estado que acabó con el gobierno del Directorio e inició el del Consulado. El general Bonaparte accedió al poder y fue nombrado primer cónsul de Francia en un gobierno tripartito en el que realmente el control lo tenía él mismo. Tres años más tarde fue nombrado cónsul vitalicio y puso en práctica importantes reformas políticas y sociales. Sin embargo, en 1804, dio por acabada la I República y se autoproclamó emperador de los franceses con el nombre de Napoleón I (1804-1815), instituyendo, así, el I Imperio francés, que llegó hasta 1815.

Durante este periodo Napoleón I emprendió campañas bélicas muy relevantes por Europa, lo que le granjeó un amplio poder en todo el continente y lo convirtió en uno de los estadistas más excepcionales de la historia y en uno de los personajes más odiados por las potencias europeas de la época. No en vano, tuvieron lugar importantes batallas para acabar con la hegemonía napoleónica en el continente, como la de Trafalgar (1805), que enfrentó a España y Francia contra una coalición liderada por Gran Bretaña, que obtuvo la victoria.

Por su parte, España también incubaba conflictos internos y territoriales. En 1801 España y Portugal se enfrentaron en la denominada guerra de las Naranjas, una contienda fugaz que se saldó con la ocupación española de varias zonas lusas, entre las que destacan los municipios pacenses de Táliga y Olivenza, únicos territorios que España no devolvió a Portugal tras la firma del Tratado de Badajoz, que sentó la paz ese mismo año.

Ante una crisis institucional y la presencia de tropas francesas en España, el rey Carlos IV (1788-1808) abdicó en su hijo Fernando VII (1808-1808 y 1814-1833), que llegó al trono en 1808. Sin embargo, la sobresaliente influencia de Napoleón I permitió que se desarrollaran las denominadas Abdicaciones de Bayona, por las que los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII cedieron sus derechos dinásticos. Siendo el general francés el nuevo depositario de estos derechos, colocó en el trono de España a su hermano José I (1808-1813), que firmó el Estatuto de Bayona ese mismo año, una carta otorgada a los españoles siguiendo el modelo del derecho francés.

La llegada de este rey intruso generó sentimientos de rechazo entre el pueblo español, que se levantó en armas contra la ocupación y represión francesas en la guerra de la Independencia (1808-1814). La presencia del ejército francés estaba prevista en el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que España autorizaba a Francia las incursiones de tropas galas en territorio español para conquistar Portugal; sin embargo, ello permitió la ocupación francesa de España, germen de dicho conflicto bélico, que aportó importantes victorias a los españoles, como las de las batallas de Bailén (1808) y de los Arapiles (1812).

Precisamente en 1812 las Cortes de Cádiz promulgaron una constitución liberal que pretendía el progreso político de la España del momento. Por otro lado, España tuvo algunos reveses territoriales importantes: en 1811 declaró su independencia Venezuela, primera de las posesiones de ultramar en hacerlo, en un proceso de descolonización en cascada que se desarrolló en los años siguientes aprovechando los problemas de la metrópoli con la ocupación napoleónica de la península.

Las victorias españolas en la guerra de la Independencia provocaron que, en 1813, se firmara la paz mediante el Tratado de Valençay, que devolvía el trono a la dinastía histórica. Fernando VII volvió a España y reinó desde 1814. El monarca fue recibido con gran entusiasmo por sus súbditos, que anhelaban acabar con las injerencias galas. Pero entre 1814 y 1820 el rey estableció un periodo de absolutismo que suprimió los derechos y libertades de la Constitución de Cádiz.

Las desastrosas campañas rusas de Napoleón I y su definitiva derrota en la batalla de Waterloo hicieron posible su caída y exilio, por lo que las naciones europeas, reunidas en el Congreso de Viena (1814-1815), decidieron restablecer el orden fronterizo previo a la llegada al poder de Bonaparte.

El absolutismo de Fernando VII en España terminó en 1820, cuando el general Rafael del Riego capitaneó un pronunciamiento militar de c

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos