La gaviota

Cecilia Böhl de Faber

Fragmento

gaviota

Introducción


La Gaviota y su autor, Fernán Caballero

(Cecilia Böhl de Faber)



La Gaviota (1849) fue la primera novela publicada de Fernán Caballero, pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber (1796-1877), escritora nacida en Morges, Suiza, y residente en España de manera intermitente por circunstancias familiares. A su padre, Juan Nicolás Böhl,[1] hispanista alemán afincado en Cádiz desde joven para seguir con los negocios de su padre, se le considera un precursor del romanticismo en España, además de ser un gran amante de nuestro Siglo de Oro y un reconocido coleccionista del romancero castellano,[2] afición que, como veremos, sin duda influyó en la literatura que practicaría su hija. Será precisamente en Cádiz donde conoce a «Frasquita» Larrea, una gaditana aficionada a la literatura y a las tertulias de salón, un ambiente en el que se contextualizan muchas de las escenas representadas de La Gaviota. Fruto de este matrimonio y tras una larga estancia en Alemania, nace su primera hija, Cecilia, y poco después vendrán tres hijos más. La primogénita de los Böhl de Faber se educa en Alemania, donde recibe una formación rígida y tradicional, y no llega a España hasta los quince años. En su nueva patria, observa la realidad con los ojos sorprendidos de una adolescente extranjera para quien todo es nuevo y fascinante. Enseguida quedará prendada de la cultura, las tradiciones y el habla andaluza, una admiración que quedará plasmada siempre en sus futuras obras literarias. No obstante, a la futura escritora le espera una trayectoria personal atormentada, inestable y en constante itinerancia: tres matrimonios, viajes (Puerto Rico, Alemania, París, Londres...) y una vida amorosa intensa y repleta de desengaños que no le permiten gozar de un periodo duradero de estabilidad y sosiego hasta que en 1857, a los sesenta y tres años, se instala definitivamente en Sevilla, donde muere en 1877 entregada a su escritura, a la que siempre consideró un asidero y un consuelo «para no haber muerto de hipocondría o haberme vuelto loca».[3]

Aunque no fue el único que utilizó a lo largo de su trayectoria,[4] Cecilia Böhl de Faber eligió su pseudónimo más conocido inspirándose en el pequeño municipio de Fernán Caballero, situado en la provincia de Ciudad Real, donde se había perpetrado un crimen que se divulgó a través de la prensa del momento. Al parecer, le gustaban las reminiscencias de «su sabor antiguo y caballeresco», puesto que la localidad debe su nombre a Ferrant Cavallero, un reconquistador que fue señor del lugar en el siglo XIV. Así, «sin titubear un momento lo envié a Madrid —se refería al original de la novela—, trocando para el público las modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero».

Son varias las hipótesis que sostienen las razones del pseudónimo, pero cabe destacar, en primer lugar, la que resulta más habitual cuando una mujer escritora se oculta bajo el nombre de un hombre: defenderse del menosprecio de los lectores ante la obra de una «literata». En el caso de Cecilia Böhl de Faber, ella misma lo explica en una carta enviada el 15 de junio de 1849 a su amigo el escritor Juan Eugenio Hartzenbusch: «Cate usted ahí las ventajas de mi incógnito. Si se hubiese dicho [que] era una señora nadie la lee».[5] Además, en este caso cabe añadir un «agravante» del que la escritora era consciente: el hecho de ser una mujer extranjera —algo fácilmente detectable por su apellido— la desacreditaría aún más al hablar de cuestiones referentes a lo español, lo cual conllevaría que la novela perdiera no solo «mérito y prestigio», sino también «la fuerza moral de sus buenas y religiosas ideas».[6] Poco después de publicar La Gaviota, en otra carta a Hartzenbusch (Puerto Rico, 21 de julio de 1848) explicaría su disgusto porque «un caballero de Madrid ha esparcido en voz y en grito la noticia de que yo soy la autora» y «no sabe el daño material y moral que me ha hecho, las lágrimas que me hace derramar y con qué ligereza ha turbado para siempre mi único bien, paz interior y mi éxtasis. ¡Oh, si yo hubiese podido prever esto, yacerían en cenizas estas novelas!».[7]

Inicialmente, la obra fue escrita en francés y se dirigía al público europeo, puesto que la escritora tardaría aún en dominar suficientemente bien la lengua castellana. Luego La Gaviota se tradujo al castellano para ser publicada por entregas entre el 9 de mayo y el 14 de julio de 1849 en El Heraldo, periódico editado en Madrid durante el reinado de Isabel II. El traductor de la obra en su primera publicación fue José Joaquín de Mora, director del periódico en aquel momento. En la «Introducción» a La Gaviota de Bravo-Villasante se facilita la carta que Böhl de Faber dirige a Mora en la que comenta brevemente el contenido e intención de la obra que va a publicarse: en ella explica que la obra se adhiere a un género que falta en España pero que se aprecia mucho en otros países: la novela de costumbres, que se fundamenta en el «espíritu de observación con el fin de conocer este pueblo poético y esta sociedad tan poco conocida».[8] Esta carta y el «Prólogo» que se incorpora a la obra para una edición en 1853 son de suma importancia, puesto que Fernán Caballero expresa en ellos su teoría crítica sobre la novela. Más aún, teniendo en cuenta que durante muchas de las sucesivas ediciones modernas de la obra suprimieron dicho prólogo. A todo este proceso hay que añadir que, a pesar de la buena acogida que tuvo la obra por parte de los lectores de El Heraldo, la escritora no quedaría del todo satisfecha con la traducción de Mora y la rehízo con alguna ayuda para publicar una edición de la obra, ya en volumen, en 1856. En 1861 vuelve a revisar la obra para una nueva edición más perfeccionada; se siente mucho más segura con el español y puede hacerlo ya sin ayuda. Las correcciones de esta nueva revisión serán las definitivas, puesto que las reediciones de la obra que se publicarán en adelante ya no variarán. Lamentablemente, el manuscrito original de la obra, escrito en francés, se encuentra a día de hoy en manos de un descendiente de la escritora que, hasta el momento, no ha autorizado su consulta.[9]

El hecho de que La Gaviota se orientara inicialmente a un lector extranjero resulta esencial para comprender la intención de la escritora al emprender este proyecto literario. La abundante correspondencia que mantuvo durante su trayectoria con muchos otros escritores españoles nos permite afirmar que su obra respondía principalmente a un firme propósito: rebatir la concepción romántica que tenían de España el resto de los países europeos, puesto que la concebían como una sociedad primitiva, poco civilizada y dominada por los impulsos y las pasiones, además de por el poco amor al trabajo, la holgazanería y el continuo jolgorio. A la construcción del denominado «mito romántico» sobre el carácter español habían contribuido numerosos escritores extranjeros que, tras visitar nuestro país, se habían dedicado a publicar todo tipo de relatos que alimentaban esa idea estereotipada de los españoles.[10] Con el fin de desmentir los prejuicios sobre lo español apoyándose en la verdad como principio y de c

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