En mil pedazos

James Frey

Fragmento

cap-1

Me despierto con el zumbido del motor de un avión y la sensación de que algo tibio me resbala por la barbilla. Levanto una mano para tocarme la cara. Me faltan los cuatro dientes delanteros, tengo un agujero en la mejilla, la nariz rota y los ojos hinchados, casi cerrados. Los abro, miro a mi alrededor: estoy en la parte trasera de un avión y no hay nadie cerca de mí. Me miro la ropa. Tengo la ropa cubierta de una mezcla abigarrada de saliva, mocos, orina, vómito y sangre. Busco el timbre de llamada con la mano y lo encuentro, lo aprieto y espero y treinta segundos después llega una Azafata.[1]

¿Qué desea?

¿Dónde voy?

¿No lo sabe?

No.

Va usted a Chicago.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Le subieron un Médico y dos hombres.

¿Dijeron algo?

Hablaron con el Capitán. Nos pidieron que le dejáramos dormir.

¿Cuánto falta para aterrizar?

Unos veinte minutos.

Gracias.

Aunque no levanto la vista, sé que sonríe y siente lástima de mí. No debería.

Poco después tomamos tierra. Miro a mi alrededor buscando algo que pudiera haber llevado conmigo, pero no hay nada. Ni billete, ni maletas, ni ropa, ni cartera. Espero sentado intentando imaginar qué ha ocurrido. No se me ocurre nada.

Una vez que salen todos los Pasajeros me pongo de pie y empiezo a ir hacia la puerta. Unos cinco pasos después vuelvo a sentarme. Soy incapaz de andar. Veo a mi amiga la Azafata y levanto la mano.

¿Se encuentra bien?

No.

¿Qué le ocurre?

La verdad es que no puedo andar.

Si consigue llegar hasta la puerta le puedo pedir una silla.

¿Está muy lejos la puerta?

No mucho.

Me pongo en pie. Me tambaleo. Vuelvo a sentarme. Miro al suelo fijamente y respiro hondo.

Ánimo.

Levanto la mirada y la Azafata sonríe.

Vamos.

Extiende la mano y la cojo. Me pongo de pie y me apoyo en ella y me ayuda a recorrer el Pasillo. Llegamos a la puerta.

Vuelvo enseguida.

Le suelto la mano y me siento en el puente de la Pasarela de acero que conecta el Avión con la Puerta de entrada.

De aquí no paso.

Ella ríe y la observo alejarse; cierro los ojos. Me duele la cabeza, me duele la boca, me duelen los ojos, me duelen las manos. Me duelen cosas que no tienen nombre.

Me froto el estómago. Siento que me viene. Rápido y fuerte y abrasador. No hay forma de detenerlo, cierra los ojos y déjalo salir. Sale y me estremece el hedor y el dolor. Nada puedo hacer.

Ay, Dios mío.

Abro los ojos.

Estoy bien.

Voy a buscar un Médico.

Estoy bien. Ayúdeme a salir de aquí.

¿Puede ponerse de pie?

Sí, sí que puedo.

Me pongo en pie, me sacudo la ropa y me limpio las manos en el suelo y me siento en la silla de ruedas que ha traído. La Azafata se coloca detrás de la silla y empieza a empujar.

¿Ha venido alguien a recibirle?

Eso espero.

No lo sabe.

No.

¿Y si no hay nadie?

Ya me ha pasado otras veces. Me las arreglaré.

Salimos de la Pasarela y entramos por la Puerta. Antes de poder echar un vistazo a mi alrededor, veo a mi Madre y a mi Padre delante de mí.

Dios mío.

Por favor, Mamá.

Dios mío, ¿qué te ha pasado?

No quiero hablar, Mamá.

Pero ¿qué Demonios te ha pasado, Jimmy?

Mi Madre se inclina hacia mí e intenta abrazarme. La rechazo.

Vámonos ya de aquí, Mamá.

Mi Padre se pone detrás de la silla. Yo busco a la Azafata pero ha desaparecido. Bendita sea.

¿Estás bien, James?

Miro fijamente hacia delante.

No, Papá. No estoy bien.

Empieza a empujar la silla.

¿Tienes equipaje?

Mi Madre sigue llorando.

No.

La gente nos mira.

¿Necesitas algo?

Necesito salir de aquí, Papá. Joder, sácame de aquí de una vez.

Empujan la silla de ruedas hasta el coche. Entro en el asiento trasero y me quito la camisa y me tumbo. Mi Padre pone el coche en marcha, mi Madre sigue llorando. Me duermo.

Unas cuatro horas después me despierto. Tengo la cabeza despejada pero me late todo. Me incorporo y miro por la ventana. Nos hemos parado en una Estación de Servicio en algún punto de Wisconsin. No hay nieve, pero siento el frío. Mi Padre abre la puerta del Conductor, se sienta y cierra la puerta. Yo tirito.

Estás despierto.

Sí.

¿Cómo te sientes?

Fatal.

Tu Madre está dentro arreglándose y comprando unas cosas. ¿Necesitas algo?

Una botella de agua y un par de botellas de vino y un paquete de tabaco.

¿En serio?

Sí.

Mal asunto, James.

Lo necesito.

No puedes esperar.

No.

Vas a disgustar a tu Madre.

Me da igual. Lo necesito.

Abre la puerta y entra en la Estación de Servicio. Yo vuelvo a tumbarme y miro al techo. Siento que se me acelera el corazón y levanto la mano e intento calmarlo. Espero que se den prisa.

Veinte minutos después he acabado las dos botellas. Me siento y enciendo un cigarrillo y bebo un trago de agua. Mi Madre se vuelve hacia mí.

¿Mejor?

Si quieres llamarlo así.

Vamos a la Cabaña.

Lo imaginaba.

Pensaremos qué hacer cuando lleguemos.

Vale.

¿Tú qué piensas?

No quiero pensar en este momento.

Vas a tener que hacerlo pronto.

Pues esperaré hasta ese pronto.

Vamos hacia el norte en dirección a la Cabaña. Durante el camino me entero de que mis Padres, que viven en Tokio, llevan dos meses en Estados Unidos por asuntos de negocios. A las cuatro de la mañana recibieron una llamada de un amigo mío que estaba conmigo en un Hospital y había conseguido dar con ellos en un hotel de Michigan. Les dijo que me había caído de cabeza por una Escalera de Incendios y que creía que tendrían que echarme una mano. No sabía qué me había metido, pero sí sabía que me había pasado y que la cosa era grave. Mis Padres habían pasado la noche en la carretera para ir a Chicago.

¿Entonces qué era?

¿Qué era qué?

Lo que has tomado.

No estoy seguro.

¿Cómo que no estás seguro?

No me acuerdo.

¿Qué recuerdas?

Cosas sueltas.

¿Por ejemplo?

No me acuerdo.

Seguimos camino y pasados unos cuantos minutos tensos, llegamos. Salimos del coche y entramos en la Casa y me doy una ducha porque la necesito. Cuando salgo veo ropa limpia sobre la cama. Me la pongo y voy a la Habitación de mis Padres. Están tomándose un café y hablando pero cuando entro yo se callan.

Hola.

Mi Madre empieza a llorar otra vez y mira hacia otro lado. Mi Padre me mira.

¿Estás mejor?

No.

Deberías dormir.

Voy a hacerlo.

Bien.

Miro a mi Madre. Es incapaz de mirarme. Respiro.

Sólo.

Miro hacia otro lado.

Sólo, en fin.

Miro hacia otro lado. No puedo mirar a mis Padres.

Sólo quiero daros las gracias. Por recogerme.

Mi Padre sonríe. Coge a mi Madre de la mano, se ponen en pie y se acercan a mí y me abrazan. No me gusta

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