La forja de un rebelde (pack con La forja | La ruta | La llama)

Arturo Barea

Fragmento

Índice

Índice

La forja de un rebelde

La forja

Introducción

Primera parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Segunda parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

La ruta

Primera parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Segunda parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

La llama

Primera parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Segunda parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Notas

Biografía

Créditos

La forja

Introducción

INTRODUCCIÓN

Arturo Barea nació en Badajoz el 20 de septiembre de 1897. La muerte súbita de su padre, un miembro del servicio de reclutamiento del ejército, a los 34 años, provocó la marcha de la familia, su madre y sus tres hermanos, a Madrid cuando él contaba sólo dos meses. Allí se establecieron en el barrio del Avapiés (actualmente, Lavapiés), donde la madre tuvo que trabajar como lavandera y sirvienta. Arturo, a diferencia de sus hermanos, fue criado por unos tíos acomodados sin hijos que le enviaron a una escuela religiosa. En aquel momento, el joven Arturo aspiraba a ser ingeniero, pero la muerte prematura del tío le obligó a dejar los estudios a los 13 años y a tener que trabajar como aprendiz en una tienda. Más adelante, en agosto de 1911, Arturo entró en el banco Crédit Lyonnais como mensajero, donde ascendió hasta llegar al puesto de oficinista. Mientras trabajaba allí ingresó en la UGT.

Justo antes del estallido de la primera guerra mundial, en agosto de 1914, Barea abandonó el banco. Pasó brevemente por una agencia de patentes, antes de trabajar como agente comercial en España y Francia para un vendedor alemán de diamantes, una ocupación muy bien remunerada para un joven de su edad. Con el dinero ahorrado y el legado del tío muerto, Arturo Barea montó, a los 18 años, su propia fábrica de juguetes, pero el negocio fracasó debido al desfalco provocado por un pariente suyo. Por aquel entonces consideró la posibilidad de ingresar en un circo, pero finalmente consiguió empleo como secretario del administrador de Hispano-Suiza, una empresa que fabricaba aviones en Guadalajara.

Después de dos años en Guadalajara, en 1920, Barea fue llamado a filas. Le destinaron a Marruecos como sargento. Después de la terrible derrota de Annual en 1921, Arturo participó en la recogida y entierro de cadáveres, una experiencia que le marcaría para siempre. En esta etapa también contrajo el tifus, el cual le dejó de por vida con un corazón debilitado. Después de haber participado en un total de 81 operaciones, y haber sido condecorado en dos ocasiones, Barea dejó el ejército en 1924 como oficial de reserva. Ese mismo año se casó con Aurelia Grimaldos, con la cual tuvo cuatro hijos. En esta época, Barea volvió a trabajar en el sector de las patentes. La naturaleza infeliz de su matrimonio le hizo dedicar cada vez más tiempo a su trabajo. Se convirtió así en director técnico de una de las empresas de patentes más importantes de España, lo cual le permitió gozar de una situación económica acomodada.

Tras el advenimiento de la Segunda República, en abril de 1931, Barea se reincorporó activamente a la vida sindical de la UGT. Poco después del inicio de la guerra civil, en julio de 1936, pasó a formar parte de la Oficina de Censura de Prensa Extranjera del Ministerio del Estado del Gobierno republicano. Cuando éste se trasladó a Valencia en noviembre de 1936, Barea se quedó en Madrid como jefe de censura. A partir de mayo de 1937 comenzó a dar charlas por la radio, de naturaleza propagandística y literaria, bajo el seudónimo de «La voz incógnita de Madrid». Su subordinada era la políglota socialista austriaca Ilsa Kulcsar, con la cual se casaría en 1938, después de divorciarse de Aurelia. El impacto de la guerra, junto con el apoyo activo de Ilsa, le impulsó a comenzar su andadura como escritor. En 1938 publicó una colección de cuentos, Valor y miedo, la cual, según su autor, fue el último libro publicado en Barcelona antes de la entrada de las tropas nacionales. En septiembre de 1937 Barea dimitió como jefe de censura debido, en parte, a la crisis nerviosa ocasionada por los bombardeos y, también, a su creciente enfrentamiento con los comunistas. El 22 de febrero de 1938, Arturo e Ilsa abandonaron España a través de Francia. Un año después llegaron a Inglaterra, donde Barea pasaría el resto de su vida como exiliado republicano.

Es en Inglaterra donde Barea, ya con más de cuarenta años, se dedicará plenamente a la literatura y al periodismo. Allí, en «la paz del country» (como relata él mismo), terminó en 19

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