Tutankhamón y su tumba

José Miguel Parra

Fragmento

cap

1

¿Quién fue tutankhamón?

FIGURA 1. Cabeza de una estatua de Tutankhamón. Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Rogers Fund, 1950 (50.6). Dominio público.

Tutankhamón (1336-1327 a. C.) (fig. 1) fue el antepenúltimo faraón de la XVIII dinastía egipcia (1550-1295 a. C.), la primera de las tres que constituyen el Reino Nuevo (1550-1069 a. C.), además del último miembro del linaje de los tutmósidas. Como tal, vivió en un periodo de la historia durante el cual Egipto fue una de las principales potencias económicas, políticas y militares del Oriente Próximo, ya por entonces en constante conflicto.

A partir del Reino Medio (2055-1650 a. C.), los faraones tuvieron un total de cinco nombres, que forman lo que se llama «titulatura real». Uno de ellos lo recibía al nacer, el de hijo de Ra, y los otros cuatro al acceder al trono. La titulatura de Tutankhamón era: el nombre de Horus, «Toro victorioso, nacido perfecto»; el nombre de las Dos Señoras, «Quien con perfecta justicia pacifica las Dos Tierras»; el nombre de Horus de Oro, «Aquel que lleva las coronas, quien alegra a los dioses»; el nombre del Junco y la Abeja, «El señor de las manifestaciones es Ra»; y, por último, el nombre de hijo de Ra, «Imagen viviente de Amón (Tutankhamón)». Como vemos, hay toda una declaración de intenciones en cada uno de ellos, ya que se utilizaban para exponer de algún modo lo que se deseaba fuera el reinado de un faraón. Gracias a su titulatura sabemos que Tutankhamón deseaba ser visto como un rey sin tacha, que llevó el equilibrio a la tierra del Nilo, que devolvió la sonrisa a los dioses y con ello el equilibrio y la bienaventuranza al país, alguien que se acogía al poder del dios sol y era la perfecta imagen del dios dinástico Amón. Justo el soberano que Egipto necesitaba para recuperar el rumbo tras los años de la herejía amárnica.

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¿Qué es el periodo amárnico?

FIGURA 2. Una de las estelas fronterizas de Amarna. Foto de Leon Petrosyan/Wikimedia Commons.

A pesar de lo que pueda parecer, la estructura general de la cronología egipcia es sencilla. Se divide en tres periodos durante los cuales el país estuvo unificado y gobernado por un único faraón: Reino Antiguo, Reino Medio y Reino Nuevo, separados entre sí por tres Periodos Intermedios en los que Egipto estuvo dividido políticamente. En el primero los monarcas heracleopolitanos gobernaron en el norte y los príncipes de Tebas en el sur; durante el segundo los hyksos (soberanos de origen sirio-palestino) controlaron el norte y los príncipes tebanos de nuevo el sur; durante el tercero hubo numerosos reyezuelos por todo Egipto, hasta que los faraones nubios de la XXV dinastía volvieron a imponer el orden.

A nosotros nos interesa el Segundo Periodo Intermedio porque, tras completar el trabajo de expulsar a los hyksos comenzado por Seqenenre Taa y continuado por Kamose (los dos últimos soberanos de la XVII dinastía), el primer soberano de la XVIII dinastía, Ahmose, los persiguió hasta sus cuarteles en Siria-Palestina. Fueron los primeros pasos de lo que luego sería el dominio egipcio sobre la región. Ahmose fue el padre de Amenhotep I, que quizá fuera el progenitor de Tutmosis I, quien sí lo fue de Hatshepsut y de Tutmosis II, y éste a su vez de Tutmosis III, quien trajo al mundo a Amenhotep II, que hizo lo propio con Tutmosis IV, de cuya semilla nació Amenhotep III, padre a su vez de Amenhotep IV/Akhenatón. Con este último, al que se suele llamar «el faraón hereje», entramos de lleno en la época amárnica y en los orígenes del reinado de Tutankhamón.

Durante el reinado de Amenhotep III se produjo una importante solarización de la figura del faraón, que fue identificándose cada vez más con el dios sol Ra, tendencia que continuó su hijo cuando llegó al trono. Fue durante el gobierno de éste cuando comenzó el cambio religioso que acabaría convirtiéndose en la religión amárnica. El momento clave del cambio fue el quinto año de reinado, cuando tras haber construido en Karnak un templo dedicado a Atón, Amenhotep IV se cambió el nombre por el de Akhenatón y trasladó la corte a una nueva capital. Construida partiendo de cero en la orilla oriental del Nilo, en un punto del Medio Egipto casi equidistante entre Menfis y Tebas, la bautizó Akhetatón («el horizonte de Atón», aunque nosotros la conocemos como Amarna). Su reinado y el de sus sucesores inmediatos es lo que se ha llamado «periodo amárnico».

Amarna fue el lugar donde Akhenatón pudo adorar a sus anchas a Atón, el disco solar, al que convirtió en la divinidad estatal en detrimento de Amón. Al principio, se limitó a clausurar el culto oficial del dios de Tebas, pero en un momento dado, quizá en el año 10 de su reinado, ordenó que se borrara su nombre de todos los textos en los que aparecía; y eso incluyó del propio nombre de su padre, Amenhotep.

Una serie de dieciséis grandes estelas fronterizas (fig. 2) señalaban los límites del territorio escogido tanto para la ciudad como para su territorio agrícola del otro lado del río, donde se encuentran tres de ellas. El texto de las primeras recoge el acta de fundación de la ciudad, que describe sus componentes principales, entre los que se cuentan los templos del dios, los palacios de la familia real y la tumba del faraón; mientras que en las demás estelas fronterizas, fechadas un año después, se repite el juramento realizado al dios Atón respecto a la ciudad.

Todo el entramado urbano de Amarna parece organizado a partir de un punto central: la tumba del rey en el wadi real, al este de la ciudad, cuyo territorio queda demarcado por las estelas como un rectángulo que se extiende por ambas orillas del Nilo. De norte a sur, los principales elementos de la ciudad propiamente dicha, que se extiende en paralelo a la orilla del río a lo largo de seis kilómetros, son: la ciudad norte (con el palacio rivereño norte y los suburbios septentrionales), la ciudad central (con el gran templo de Atón, el pequeño templo de Atón, el gran palacio real y los edificios administrativos), los suburbios meridionales (las villas de los cortesanos, rodeadas de las casas más pequeñas de sus «clientes»), las tumbas de los cortesanos en el acantilado oriental norte y sur, el poblado de los trabajadores (un poco en tierra de nadie, entre la ciudad y el acantilado) y Kom al Nana y Maru Atón (dos templos-palacios meridionales). Un elemento básico de toda esta urbe de nueva planta era el camino real, que la atravesaba de norte a sur y no era una simple vía de comunicación, sino el sendero que, a modo de ritual, la pareja real formada por Akhenatón y su esposa Nefertiti recorría a diario. Conduciendo su carro y acompañados por soldados a la carrera, con su desplazamiento remedaban el recorrido de Atón por el firmamento.

Conviene que despejemos la duda cuanto antes: Atón, que no es otra cosa que el disco solar que todos pueden ver en el fir

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