Cartas entre un padre y un hijo

V.S. Naipaul

Fragmento

I
21 de septiembre de 1949-22 de septiembre de 1950

de Puerto España a Oxford

Trinidad, 21 de septiembre de 1949

Querida Kamla:1

No sé qué le pasa a esta máquina de escribir. De todos modos, ahora parece que va bien. Te envío unos recortes que seguro te encantarán. Verás que al final fui a la cena de la Asociación de Antiguos Alumnos. Considero esas horas los momentos más penosos que he pasado en toda mi vida. En primer lugar, no tengo modales en la mesa; en segundo lugar, no tenía comida. Después de la cena me contaron que se había pedido algo especial para mí, pero se limitaron a servirme patatas de diversas maneras: fritas y después cocidas. Le había dicho al encargado que me trajera sopa de maíz en lugar de la sopa de tortuga que iban a tomar los demás. No me hizo caso y el camarero me trajo un plato con una especie de limo verde. Era la sopa de tortuga. Me dio un asco terrible, y le dije que se lo llevara. Según me dijeron, fue una grosera infracción del protocolo. Así que tomé pan con mantequilla y agua fresquita durante los dos primeros platos. El menú estaba en francés. Lo que cualquiera llamaría pollo estofado lo llamaban «poulet sauté renaissance». El café era «moka». Yo me esperaba un plato ruso exótico. El postre consistía en algo llamado «pomme surprise». Literalmente, significa «manzana sorpresa», y el más joven de los Hannays,2 que estaba a mi lado, me explicó que era pudin de manzana preparado de una forma sorprendente. Llegó aquel invento. Me lo comí. Estaba bueno, pero no noté sabor a manzana. «En eso consiste la sorpresa», me dijo Hannays.

Acabo de terminar de rellenar los impresos para entrar en la universidad; me he hecho varias fotos. Siempre había pensado que, aunque no soy atractivo, tampoco soy feo. Esas fotografías me han sacado de mi error. No sabía que tuviera una cara tan oronda. Según la foto, así es. Miré al asiático de aquel papel y pensé que un indio de la India no podía parecer más indio que yo. A juzgar por mi cara, cualquiera pensaría que peso noventa kilos. Yo esperaba presentar ante los de la universidad una pose increíblemente intelectual, pero fíjate lo que les ha llegado. E incluso me gasté dos dólares para que retocaran una foto.

Estoy bien. Incluso estoy leyendo otra vez. Había decidido empezar a prepararme para el próximo año con un estudio exhaustivo de la novela del siglo XIX. Leí el libro de Butler;3 creo que no es ni la mitad de bueno que La servidumbre humana de Maugham. Tiene una estructura torpe. Butler hace demasiado hincapié en conflictos religiosos pasajeros; le preocupa demasiado demostrar su teoría de la herencia. Después pasé a Jane Austen. Había leído tantas críticas favorables… Fui a la biblioteca y saqué Emma. La introducción es de Monica Dickens, que ensalza el libro y lo considera el mejor de Austen. Con franqueza, la introducción me pareció mejor que la novela propiamente dicha. Da la impresión de que Jane Austen es una escritora fundamentalmente para mujeres; si hubiera vivido en nuestra época, sin duda habría sido la principal colaboradora de las revistas femeninas. Su obra me aburrió, te lo digo en serio. Es puro cotilleo. Podría atraer al público femenino. Desde luego, el lenguaje es bueno, pero además de puro cotilleo, la obra es insustancial y demasiado profesional.

Supongo que querrás saber en qué voy a gastar los 75 dólares. Me he hecho cargo de todas tus deudas. 50 irán a parar al banco; 10 a Millington,4 y 15 a Dass. Tengo unos dos dólares para mis gastos. Me los dio mamie5 por darle clase a Sita.6 Mandar a esa niña al colegio es una pérdida de tiempo y de dinero. Es lo más estúpido que he conocido en mi vida. Si quieres hacer sufrir a alguien, dile que le dé clase a Sita. A lo mejor sabes que he estado dándole clases a George.7 Es torpe pero podría aprobar si se le obliga a trabajar. Estoy seguro de que te alegrará saber que Jainarayan8 está haciendo unos progresos extraordinarios. Esos pobres dan lástima. Con esto de la devaluación se les van a poner las cosas aún más difíciles.

No somos los de casa quienes debemos escribir cartas prolijas; eres tú quien tiene que hacerlo. Eres tú quien está viendo países nuevos y viviendo experiencias nuevas y fascinantes que probablemente perdurarán en tu memoria como la etapa más interesante de tu vida. Sin embargo, he de decir que tus cartas han mejorado de manera extraordinaria. Me pregunto por qué. ¿Es porque escribes de una forma espontánea, sin esforzarte conscientemente por hacer literatura? Yo creo que es eso.

Mantén los ojos bien abiertos mientras estés en la India. Lo digo en dos sentidos: el secundario es que no pierdas de vista tus efectos personales; los indios son una panda de ladrones. Acuérdate de lo que pasó con los pantalones9 del once de críquet antillano. Mantén los ojos abiertos y cuéntame si Beverly Nichols10 tiene razón. Fue a la India en 1945 y vio un país mísero, lleno de mediocridad pomposa, sin futuro. Vio la suciedad; se negó a hablar de la «espiritualidad» que impresiona a otra clase de viajeros. Naturalmente, a los indios no les gustó el libro, pero creo que decía la verdad. A juzgar por la autobiografía de Nehru,11 creo que el primer ministro indio es un artista del espectáculo de primera categoría que utiliza su halo de virtud como arma de gobierno, pero estoy seguro de que hasta cierto punto se basa en hechos reales. Puede que Huxley haya degenerado en los últimos tiempos hasta el extremo de padecer un mal que ha sido muy bien acogido por los intelectuales —el misticismo—, pero lo que decía en su libro12 sobre la India hace unos veinte años es cierto. Dice que es el poco comer lo que produce ascetas y personas que se pasan la vida meditando. Tú vas a estar en el centro mismo de esa estupidez. Que no se te pegue, por favor; me alegraré cuando pasen los tres años que tienes que estar ahí; entonces podrás respirar el aire tonificante del ateísmo. (No me gusta esta palabra. Da a entender que a la persona le interesa la religión, no que a esa persona le da exactamente igual…)

Supongo que ya habrás recibido las diez libras. Recibimos tu diario. Me da la impresión de que destila tristeza y preocupación. Creo que no estabas muy contenta. Me imagino que te alegraste de ver a Boysie13 en Avonmouth. Al fin y al cabo, ¿quién puede estar contento en tierra extraña con solo setenta dólares para Dios sabe cuánto tiempo? Dudo mucho que hubiéramos podido soportar la presión económica. Me alegro mucho de cómo han salido las cosas.

Te escribiré dentro de poco. Adiós y buena suerte.

Con cariño,

Vido14

[A Kamla]

Trinidad, 10 de octubre de 1949

Tontita mía:

De verdad, mira que eres boba. Me divirtió tu carta al leer los primeros renglones; después me pareció ridícula.

Al fin y al cabo, no eres sino una mujercita absurda. Supongo que te lo pasaste bien escribiendo ese alegato a un hermano díscolo. Te sentiste una heroína al estilo de Hollywood. Pues mira, mi querida y «guapísima» señorita Naipaul, eres muy libre de recrearte en tus imaginaciones, pero no se te ocurra liarme a mí. He de reconocer que la imagen de un hermano inteligente, sensible («es el más sensible de tus hijos») echándose a perder, por así decirlo, comido por la envidia y ahogando sus penas en alcohol ante la partida de su querida hermana, resulta atractiva y no carece de cierto toque melodramático.

Aquí eras igual. ¿Te acuerdas de las pullas que me lanzabas para que encontrase trabajo? Te gustaba la imagen que habías con

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