Gabriel García Márquez

Gerald Martin

Fragmento

Agradecimientos

Agradecimientos

Uno de los inconvenientes de acometer una biografía es que hay que pedir un sinfín de favores a infinidad de personas, la mayoría de las cuales responden con generosidad y buena voluntad, aunque su esfuerzo no les reporte absolutamente nada. Rara vez ha podido un biógrafo estar en deuda con tanta gente o, de hecho, quedar tan profunda y completamente agradecido a casi todos ellos; aunque, desde luego, las posibles deficiencias del libro deben atribuirse sólo a mí.

En primer lugar y por encima de todo, en Inglaterra (y Estados Unidos), le doy las gracias a Gail, mi esposa, que durante dieciocho años me ha ayudado a recabar información, a preparar y a escribir el libro, con una generosidad, una dedicación y, sobre todo, una paciencia extraordinarias; este libro es también suyo y sin su ayuda aún me quedarían años enteros para terminarlo. También quiero dar las gracias a mis hijas, Camilla y Leonie, que nunca se han quejado por haberlas desatendido ocasionalmente a ellas y a sus respectivas familias, a las que tanto queremos. En segundo lugar, a mi querido amigo John King, de la Universidad de Warwick, quien ha leído ambas versiones de este libro, incluida la más extensa, pero siempre en el momento y el modo oportunos para aliviar mis neurosis y potenciar al máximo mi tiempo y mis esfuerzos. Le estoy eternamente agradecido.

Gail Martin, Andrew Cannon y Leonie Martin Cannon (ambos abogados y expertos en literatura), Liz Calder y Maggie Traugott leyeron el manuscrito y aportaron sugerencias valiosísimas. Camilla Martin Wilks ofreció su asesoría crítica con los árboles genealógicos en un momento difícil.

Mi agradecimiento hacia Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha no puede ser mayor. Pocas parejas atienden tantos compromisos públicos y privados como ellos, y aun así me han tratado con cortesía, generosidad y buen humor a lo largo de estas casi dos décadas, a pesar de que por ambas partes éramos conscientes, aunque no fuera necesario verbalizarlo, de que pocas invasiones de la privacidad son más exasperantes —o incluso trascendentales— que las reiteradas y siempre impredecibles peticiones y necesidades de un biógrafo. Sus hijos, Rodrigo y Gonzalo (y la esposa de éste, Pía), también han sido amables conmigo y me han brindado su ayuda. Sus secretarias, en especial Blanca Rodríguez y Mónica Alonso Garay, siempre han atendido mis solicitudes, y su prima Margarita Márquez Caballero, la secretaria de Bogotá, no sólo ha sido encantadora, sino también eficiente y servicial más allá del cumplimiento de sus responsabilidades. Carmen Balcells, la agente de García Márquez en Barcelona, ha hablado conmigo largo y tendido en varias ocasiones y ha facilitado sumamente mi tarea, tanto al principio como al final. Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano de Cartagena, ha brindado un gran apoyo estos últimos años, al igual que su colega, mi inimitable e inolvidable amigo Jaime García Márquez; y sin Alquimia Peña, directora de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, ni siquiera hubiera conocido a Gabriel García Márquez, para empezar. Más adelante, Antonio Núñez Jiménez puso a mi disposición su conocimiento de primera mano acerca de la relación entre García Márquez y Fidel Castro, así como las instalaciones de su Fundación de la Naturaleza y el Hombre en La Habana.

En Colombia, la generosidad, el conocimiento de su país y la habilidad para establecer contactos de mi amiga cachaca Patricia Castaño, me allanaron el camino y pusieron a mi alcance recursos impagables para un investigador extranjero; éste no sólo habría sido un libro distinto sin su ayuda y buen criterio, sino además una tarea mucho menos interesante y amena sin la amistad y la hospitalidad que tanto ella como su esposo, Fernando Caycedo, me han brindado. Gustavo Adolfo Ramírez Ariza ha contribuido a una comprensión más profunda de la relación de García Márquez con la capital del país (a pesar de que él mismo también es costeño), y asimismo me ha prestado su juiciosa y fundamental asistencia en relación con las ilustraciones y otros detalles (mis agradecimientos también a su madre, Ruth Ariza); Rosalía Castro, Juan Gustavo Cobo Borda, Margarita Márquez Caballero y Conrado Zuluaga me abrieron sus archivos personales en Colombia con una generosidad exenta de vacilaciones y me facilitaron material de fuentes indispensables. Heriberto Fiorillo ha tenido la amabilidad de poner a mi disposición los recursos de la nueva «La Cueva» y Rafael Darío Jiménez me ha guiado por Aracataca con gran discernimiento y buen humor.

En Colombia también he gozado del privilegio no sólo de reunirme en varias ocasiones con la madre de Gabriel García Márquez, Luisa Santiaga Márquez Iguarán de García, sino de que sus parientes me hayan tratado casi como a uno más de la familia («el tío Yeral»), sobre todo sus hermanos y hermanas, así como sus cónyuges e hijos. Puesto que las comparaciones son odiosas, estoy agradecido a todos por igual, no sólo por la información que me facilitaron, sino también por la extraordinaria experiencia humana que me han brindado, tanto individual como colectivamente: Margot García Márquez; Luis Enrique García Márquez y Graciela Morelli, e hijos; Aida Rosa García Márquez; Ligia García Márquez (la genealogista de la familia, una ayuda valiosísima para cualquier investigador); Gustavo García Márquez, y Lilia Travecero, y su hijo Daniel García Travecero; Rita García Márquez y Alfonso Torres, Alfonsito y todos los demás; Jaime García Márquez, Margarita Munive y Patricia Alejandra; Hernando (Nanchi) García Márquez y familia; Alfredo (Cuqui) García Márquez; Abelardo García y familia; Germaine (Emy) García; y por último, aunque no en orden de importancia, el inolvidable y muy añorado Eligio (Yiyo) García Márquez, su esposa Myriam Garzón y sus hijos, Esteban García Garzón y Nicolás García Garzón. Espero ofrecer una «biografía de la familia» más profusa en un volumen posterior.

Entre la larga parentela de la familia, he conocido y obtenido la generosa asistencia del escritor José Luis Díaz-Granados y su hijo Federico, su madre Margot Valdeblánquez de Díaz-Granados (otra de las memorialistas indispensables de la familia), José Stevenson, también distinguido escritor y buen amigo, cuyo conocimiento de Bogotá ha sido impagable, Óscar Alarcón Núñez (otro escritor; presumen de contar con varios en la familia), Nicolás Arias, Eduardo Barcha y Narcisa Maas, Miriam Barcha, Arturo Barcha Velilla, Héctor Barcha Velilla, Heriberto Márquez, Ricardo Márquez Iguarán en Riohacha, Margarita Márquez Caballero (mencionada anteriormente), Rafael Osorio Martínez y Ezequiel Iguarán Iguarán.

En París, Tachia Quintana de Rosoff siempre me ha acogido con cordialidad y me ha prestado su ayuda, como lo hizo también su difunto esposo, Charles Rosoff; me siento privilegiado de haberla conocido.

A lo largo y ancho del mundo, además de los mencionados anteriormente, entre las personas a las que he entrevistado se cuentan Marco Tulio Aguilera Garramuño, Eliseo (Lichi) Alberto, Carlos Alemán, Guillermo

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