Aquí y ahora. Cómo vivir el presente de forma positiva

Dani Dipirro

Fragmento

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¡Hola!

Me alegro muchísimo de que hayas elegido este libro. Si lo tienes en tus manos significa que estás planteándote vivir el presente de una forma más positiva (o al menos que sientes curiosidad por saber qué significa hacerlo) y eso es maravilloso. Créeme, vivir el presente de forma más positiva es algo que te cambia la vida, sacude tu alma, te abre los ojos y hace brillar tu espíritu. Y si estás listo para arremangarte y trabajar un poco, comenzarás un impresionante cambio del modo en que percibes y experimentas el mundo.

Antes de entrar de lleno en todo lo bueno —los consejos, los trucos y la inspiración para que vivas el presente de la forma más positiva posible— hay unas cuantas cosas que quiero que sepas:

1 Este no es un libro sobre felicidad. Aunque la felicidad es un maravilloso subproducto, consecuencia de vivir el presente de forma positiva, no es el objetivo final que tratamos de conseguir aquí (ya verás por qué en la introducción).

2 No encontrarás títulos académicos como «Doctora» precediendo mi nombre. Yo sé de lo que hablo no porque haya estudiado en un aula, sino porque he luchado durante años contra una actitud negativa y he aprendido (con frecuencia a las malas, mediante ensayo y error) cómo vivir el presente de una forma más positiva.

3 Aunque no puedo garantizar que todo lo que aparece en este libro funcione tan bien para ti como me ha funcionado a mí, puedo asegurarte que si lo lees, haces los ejercicios y aplicas las técnicas a tu vida, aprenderás cómo vivir el presente de una forma más positiva y cómo llevar una vida que finalmente te hará más feliz y te hará sentir más satisfecho y enamorado de cada momento de tu experiencia.

¡Gracias por leerlo!

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INTRODUCCIÓN

«La felicidad es una mariposa que, al perseguirla, siempre está más allá de nuestro alcance, pero si nos sentamos en silencio es posible que se pose sobre nosotros.»

NATHANIEL HAWTHORNE (1804-1864), novelista norteamericano

Lo admitamos o no, todos queremos ser felices. Pero ¿cómo podemos sentarnos tranquilamente y disfrutar de la felicidad cuando siempre tenemos tanto que hacer o tanto estrés con el que lidiar? ¿Cómo es posible que nos encuentre la felicidad cuando resulta tan fácil distraerse con la idea de que encontraremos la felicidad a través del último «mejor» producto, la más reciente sugerencia sobre salud o la siguiente tendencia de la moda? La idea de que deberíamos perseguir activamente la felicidad nos rodea por todas partes… Todo un desfile interminable de libros de autoayuda, cursos online y productos que «garantizan» que seremos más felices, pero si se supone que la felicidad nos llegará a través de la siguiente cosa novedosa, ¿cómo podemos ser felices ahora?

La verdad, según yo lo veo, es que no lo somos. O al menos no se supone que debamos ser felices en todo momento. Imaginar que podemos ser constantemente felices es esperar lo imposible (y ser siempre feliz debe de ser en realidad bastante aburrido). Hawthorne tenía razón: no deberíamos tratar de perseguir la felicidad, sino maravillarnos ante ella cuando, como una mariposa, se posa sobre nosotros de vez en cuando. Pero no te desesperes ante la idea de que la felicidad es efímera. Existe algo por lo que merece la pena luchar y que puede ser incluso mejor que la felicidad (has leído bien, ¡incluso mejor que la felicidad!) y es lo que yo llamo «vivir el presente de forma positiva».

Antes de que pasemos a ver qué significa vivir el presente de forma positiva, reflexionemos sobre por qué la felicidad es temporal. Bueno, del mismo modo que nos sentimos enfadados o decepcionados cuando las cosas van mal, también nos sentimos felices cuando las cosas van bien. En otras palabras, que la felicidad es una emoción, un sentimiento que surge a partir de un desencadenante determinado, ya sea una fantástica comida, un abrazo reconfortante o un ascenso por sorpresa. No se trata de un estado permanente. Del mismo modo que los sentimientos de infelicidad (o de ira, o de frustración) acaban por pasar, los sentimientos de felicidad también lo hacen.

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No reconocer el carácter temporal de la felicidad ha provocado a mucha gente (yo incluida) gran cantidad de infelicidad. Durante años yo perseguí las cosas que creía que me harían feliz: el último dispositivo electrónico, el chico más mono… Experimentaba «repuntes de felicidad» cada vez que hacía una nueva compra, disfrutaba de una comida o atraía a un chico que me gustaba. Estos repuntes eran maravillosos, me provocaban placer y siempre venían acompañados de la creencia de que, ¡sí!, por fin era feliz. Pero igual que la mariposa de Hawthorne, la felicidad se posaba sobre mí, me llenaba de dicha y después emprendía de nuevo el vuelo. En ese momento yo volvía a buscar (o esperar impacientemente) la llegada de otra mariposa.

Continué con este ciclo durante años, pero una tarde de febrero de 2009 en la que la nieve lo cubría todo me di cuenta de que había algo que no funcionaba y que era necesario que yo cambiara. No quería experimentar la felicidad que proporciona otra noche fuera, otra bolsa repleta de flamantes nuevas compras o un beso a medianoche con alguien de quien me cansaría enseguida. Ni siquiera quería apoyarme en los más positivos —aunque efímeros— repuntes de felicidad, los que me brindaban un abrazo de mi madre, unas carcajadas compartidas con una amiga íntima, una tarde en compañía de un buen libro o una sesión de mimos con mi perro. Quería algo que durara más que un breve instante, pero no tenía la paciencia suficiente para sentarme a esperar, como aconsejaba Hawthorne, a que una brizna de dicha se posara sobre mí. Al más puro estilo de la Generación Y, estaba segura de que encontraría lo que buscaba en el mágico mundo de internet. De modo que aquella fría tarde me senté con las piernas cruzadas sobre la cama, con el portátil en equilibrio sobre mis rodillas, para rastrear sitios web que me explicaran algún modo de hacer que la felicidad fuera más duradera.

Después de visitar una página tras otra de consejos y trucos para fomentar la felicidad, me topé con un artículo sobre «cómo diseñar una vida ideal». Una vida ideal sonaba genial (¿quién no querría tener una?) y, tras una breve lectura rápida, vi que los ejercicios parecían fáciles y que a la vez ahondaban en el alma. Aquello era perfecto para una chica impaciente como yo, de modo que cogí un cuaderno y me puse a trabajar. El ejercicio final consistía en elegir dos palabras de una lista que había tenido que confeccionar con todas las cosas que quería experimentar en mi vida,

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