Reflexiones de una rubia

Vanesa Romero

Fragmento

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Prólogo
El amor, la medicina del mundo

 

 

 

Me decidí a escribir este libro por la pura necesidad de compartir con todos vosotros mis pensamientos y reflexiones sobre la vida. Nos rodeamos de negatividad, mal rollo, envidias, quejas…, en un mundo donde lo raro es encontrar gente que sonría y que nos transmita energía positiva. Es muy fácil caer en las redes de la tristeza y el hastío, es fácil dejarse llevar por la inercia, por la oscuridad. Sé de lo que hablo porque durante una etapa de mi historia he estado en ese lado oscuro que era incapaz de comprender. Solo sabía que no era feliz y algo en mi interior me decía que la vida no podía ser eso. Me preguntaba cómo hacían determinadas personas para sentirse a gusto con ellas mismas. Tenía un revoltijo interno importante, no sabía qué quería ser, a lo que me quería dedicar y me preguntaba cuál era mi papel en el mundo. Tenía muchas inseguridades, me creía menos que nadie y sentía que no merecía ser querida. Experimentaba muchas emociones y sentimientos que no sabía cómo manejar acompañados de preguntas que no tenían una respuesta sencilla. Para mí el mundo era un lugar triste, un sitio en el que parecía no encajar. Con el tiempo descubrí que ese mundo era un reflejo de mi interior.

 

 

Mendiga emocional

 

¿Cómo podía ser que teniendo una familia que me quería, que me apoyaba, sin problemas económicos y siendo físicamente agraciada (eso decía todo el mundo) me sintiera triste, deprimida y menos que nadie? Era como una mendiga emocional que necesitaba en todo momento que le dijeran lo mucho que valía para que se lo creyera. Y de manera inconsciente me hacía dependiente de las palabras de la gente de mi entorno y los cargaba con una gran responsabilidad: la de hacerme feliz.

Tardé mucho tiempo en comprender lo que en realidad me sucedía. Cuando vienes a este mundo no existe un manual que te diga qué hacer en determinadas situaciones, ni cómo manejar tus sentimientos y emociones… Por desgracia, en el colegio no existe una asignatura para aprender a quererse a uno mismo; nos enseñan matemáticas, lengua, literatura, pero no fomentan el amor por uno mismo. Y el amor, hacedme caso, es la medicina del mundo.

 

 

Reflexiones de una rubia

 

Hace cuatro años empecé a escribir Reflexiones de una rubia, un blog que tenía como objetivo compartir con todo aquel que se acercara a esta bitácora mi «manual de vida» particular y ayudar a todas esas personas que se han sentido o se sienten como me sentí yo. Unas cuantas dosis de positivismo siempre vienen bien. En este libro vais a encontrar reflexiones que en mi opinión son fundamentales para salir del lado oscuro y conectar con la energía que nos lleva hacia la luz. Porque la luz es nuestro único camino, aunque a veces ni siquiera la veamos.

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1
El miedo

 

 

 

«Aprendí que el coraje no es la ausencia del miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo».

NELSON MANDELA

 

 

 

La primera parada en este sendero de cambio interior que nos conduce hacia la luz y la dicha pasa por el miedo, nuestro eterno amigo (más adelante entenderéis por qué lo llamo nuestro compañero de viaje). Es indispensable conocer su verdadera naturaleza, por qué se produce y cómo podemos actuar porque hará su aparición estelar en muchos momentos y tendremos que prepararnos a conciencia para plantarle cara aprendiendo a subsistir con él, asumiendo que forma parte del juego de la vida.

 

 

La anestesia de la vida

 

¿Qué es el miedo? El miedo es «la anestesia de la vida», nos impide ver la realidad tal y como es, actúa como un narcótico que distorsiona la verdadera naturaleza de las cosas. Cuando el miedo se apodera de nosotros no nos deja ser quienes somos en realidad. Sin embargo, el miedo, el estrés y la adrenalina que se liberan cuando nos angustia una situación de riesgo, bien sea real o imaginaria, nos han salvado muchas veces de situaciones de peligro, evitando, por ejemplo, que metamos los dedos en un enchufe, correr mucho con el coche o que saltemos de un precipicio…, por tanto, experimentar miedo en ocasiones es positivo. Pero sin saber muy bien por qué nos ha ido comiendo poco a poco el terreno y se ha convertido en el protagonista de nuestra vida. Digamos que se nos ha ido tanto de las manos que nos anula, nos limita y nos impide ser nosotros mismos.

 

 

Una nube tóxica de pensamientos

 

Durante mucho tiempo albergué numerosos miedos. Tenía muchas inseguridades, y me aterrorizaba no triunfar, no caerle bien a la gente, equivocarme en mis decisiones, no ser lo suficientemente buena, que les pasase algo a mis padres, la muerte, no encontrar a alguien que me quisiera de verdad... Miedos que me paralizaban y que no me dejaban disfrutar realmente de la vida, porque mis pensamientos se movían en círculo dentro de una nube tóxica obsesiva que me provocaba una insatisfacción personal permanente. Tanto era así que me bloqueaba y me quedaba en una especie de limbo sin poder dar un paso ni hacia delante ni hacia atrás, con una mirada que reflejaba la tristeza del mundo que se escondía más allá de mi piel.

 

«Todo lo que deseas está al otro lado del miedo».

 

 

Una búsqueda personal

 

A pesar de mi juventud, me di cuenta de que algo fallaba en esto de vivir, la vida no podía ser así, pero era incapaz de discernir dónde radicaba el problema. Si era externo o interno. Solo reconocía el sufrimiento y una inmensa bola de fuego que me impedía respirar y que me generaba ansiedad. Un día, harta de tanto dolor y después de darle muchas vueltas, saqué fuerzas, respiré hondo y me dije: «Voy a ser mi propia doctora y voy a buscar el remedio a tanta angustia». «¡No quiero vivir más así!», pensé, y aquella frase se grabó a fuego en mi interior. Me puse a investigar como un ratón de biblioteca y empecé a devorar libros sobre el funcionamiento de la mente, sobre el miedo y sus causas, sobre la felicidad… Libros que se centraban fundamentalmente en el crecimiento personal, y me di cuenta entonces de que no era miedosa, sino que era una persona muy valiente.

Lo que me ocurrió a mí tal vez os haya pasado a vosotros también, o tal vez estéis en ese punto. Digamos que en aquel momento toqué fondo y fue entonces cuando saqué fuerza de mi interior. Necesitaba tirar a la basura esa bola gigante que tenía en el pecho y que me impedía respirar la vida en su plena belleza.

 

 

Escritura terapéutica

 

Como he dicho antes, después de tocar fondo, decidí ponerme manos a la obra y atajar directamente el problema. Cogí una libreta, un bolígrafo y empecé a escribir (la escritura se convirtió en una herramienta indispensable en todo el proceso) lo que sentía en realidad, a qué tenía miedo... para deshilvanar toda esa madeja poco a poco. Le puse nombre a aquel cuaderno, Manual de vida. Soluciones para tus problemas, y me dejé llevar por la escritura. He de reconocer que me daba vergüenza explicarles a mis padres, amigos o profesores todo lo que pasaba en mi interior. Por eso decidí buscar mi propia solución y la encontré en aquellas hojas de papel.

 

 

Mi pócima secreta

 

Estaba segura de que iba a encontrar un buen remedio, estaba convencida de que iba a descubrir una pócima secreta como Astérix y Obélix para paliar esta sensación. Si los demás podían, ¿por qué yo no? Lo único que quería era ser feliz. Quería reír, quería comprenderme y sabía que cambiar mi visión del mundo no iba a ser tarea fácil, pero esa fuerza de la que os hablaba, esa voz interior que quería cambiar me animó a abrir aquel cuaderno y enfrentarme a la página en blanco.

La primera pregunta que escribí fue: «¿A qué le tengo miedo?». Necesitaba saber cuáles eran los baches que me había creado de manera inconsciente y que me impedían seguir avanzando y, de ese modo, tener claro a lo que me enfrentaba para poder dibujar el itinerario de lo que quería conseguir. Tuve que ser absolutamente sincera conmigo misma y desnudar mi interior. Sin trampas ni cartón, no tenía que demostrarle nada a nadie. Y así fui completando aquellas hojas con mis inseguridades, mis debilidades, mis miedos.

Fue curioso, pero a medida que lo iba escribiendo me sentía un poquito mejor. Tenía la sensación de que poco a poco aquella enorme bola que me oprimía el alma se iba suavizando según avanzaba en la escritura del cuaderno, fue como si se quedara presa en aquellas páginas, y de manera progresiva mi corazón fue soltando lastre, liberándose de la carga sin saber muy bien por qué.

 

«Cuanto antes te enfrentes a tu miedo, antes dejará de perseguirte».

 

 

El mapa ilusorio de mis miedos

 

Y empecé a entender el mapa ilusorio que había trazado. Y digo ilusorio porque comprendí que parte de mis miedos habían sido provocados de una manera externa. Muchas veces las personas nos trasladan sin querer sus inseguridades y sin darnos cuenta nos quedamos atrapados en ellas y las hacemos nuestras, probablemente porque empatizamos con la gente que nos rodea.

Mi cuaderno empezó a llenarse de esos pensamientos que me habían estado torturando tanto tiempo y me ayudaron a comprender en qué punto del camino me encontraba. Era como sacar la basura que había acumulado inconscientemente, y una vez hecho esto era necesario separarla para saber en qué tipo de contenedor había que tirarla. Y así fui arrojando cosas al contenedor del «miedo», y a medida que iba llenándolo me sentía mucho mejor. ¡Qué ganas tenía de dejar todo limpio y no respirar más polvo! Pero ¿qué podía hacer para no volver a quedarme atrapada en las garras del miedo? Tenía claro que iba a volver a aparecer, solo había limpiado la casa. Todavía no había encontrado una solución, esa pócima mágica para manejarlo y repeler de alguna manera el polvo. Me dije: «¿Y si cambio de táctica? ¿Y si hago todo lo contrario a lo que he hecho hasta ahora? ¿Y si dejo de luchar contra ello y simplemente acepto que me va a acompañar el resto de mi vida? ¿Y si me hago amiga de mi propio miedo?». Siempre se ha dicho que si no puedes con tu enemigo, alíate con él. Y así hice, cambiar de táctica.

 

 

El miedo, amigo eterno

 

Durante todo ese proceso había estado luchando contra esos sentimientos que me provocaban angustia, debilidad, tristeza… Tenía una guerra en mi interior de dos fuerzas que peleaban entre sí para ver quién se hacía con el poder. Pero me cansé de luchar, perdía mucha energía entre batalla y batalla. Quería fumar la pipa de la paz y lo primero era reconocer que el miedo no era tan malo. Entonces le di ese espacio que él tanto deseaba y que en realidad le pertenecía, ya que me había salvado de ciertos momentos de peligro preocupándose por mí y debía estar agradecida por ello. Pero en la vida a veces hay que trazar ciertos límites que es necesario respetar. Porque todo lo que causa dolor indica que esa dirección no es la adecuada. Por eso sabía que había que marcar unas nuevas bases para poder llegar al entendimiento y no volver a entrar en un nuevo conflicto. Porque el miedo se alimenta del miedo. Y debía aprender a vivir sin él, ¿cómo podía hacerlo si sentía su presencia constantemente? He de reconocer que estaba enganchada. En realidad tenía miedo a volar, a ser libre, a ser yo misma. Era prisionera de mi propia mente y estaba encadenada a su manera de entender la vida. Sabía que aún me faltaba dar un paso más para encontrar mi «pócima mágica»; tarde o temprano llegaría, no iba a desistir, sabía que estaba muy cerca.

 

 

Una vida sin miedo: la pócima mágica

 

Una de las noches que estaba escribiendo en el cuaderno me vino a la mente: «¿Qué haría yo si no tuviera miedo? ¿Cómo sería mi vida?». De repente, empecé a esbozar una sonrisa, comencé a imaginar mi vida de una manera plena, mi energía fue disparándose poco a poco, mis ojos recobraron una nueva ilusión, sentí que algo en mi interior se había liberado. Mi mente dio los primeros pasos para enseñarme las direcciones que tenía que seguir y lo mejor de todo fue descubrir que aquello me hacía feliz. Sentí que por fin había encontrado mi «pócima mágica» porque mágico fue lo que se produjo en mi interior. Durante unos momentos pude ver mi mundo a través de mis ojos y no a través de los del miedo. Y solo puedo decir que me encantó.

Me dispuse a poner en práctica este descubrimiento en todos los ámbitos de mi vida, en lo profesional y en lo personal, y no tardé en tomar decisiones que jamás imaginé. Y en ese momento lamenté no haberme dado cuenta de todo esto antes.

 

EJERCICIOS PARA CALMAR EL MIEDO

1. OBSERVADLO: cuando el m

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