Así es la puta vida

Jordi Wild

Fragmento

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Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

Tyler Durden

En el mar puedes hacerlo todo bien, según las reglas, y aun así el mar te matará. Pero si eres buen marinero, al menos sabrás dónde te encuentras en el momento de morir.

Arturo Pérez-Reverte

La vida puede ser maravillosa, pero si te la tomas de forma realista. Es la única manera de evitar frustraciones y acabar machacado por la presión de uno mismo. Así que voy a empezar fuerte quitándole la ilusión a mucha gente.

Ahí va: por mucho que lo intentes, por mucho que te esfuerces, es posible que todo salga mal. De hecho, es más que probable que la mayor parte de las cosas que creías que iban a salir de una manera, salgan de otra. Porque la realidad va a su aire. No puedes gobernarla tanto como crees.

El primer paso para vivir tranquilo es asumir que tus logros o tus fracasos no dependen tanto de ti como tú crees. Eso implica que lo más probable es que no triunfes. Por mucho que te esfuerces. Por mucho que te sacrifiques.

Porque el «efecto Rocky» no existe.

El «efecto Rocky» es una anomalía estadística

Rocky es una de mis películas favoritas. Uf, la he visto como veinte veces. Es emocionante e inspiradora. El paradigma de película de autosuperación. De hecho, la propia biografía del gran Sylvester Stallone, protagonista y guionista del film, un crack absoluto, es el paradigma de la autosuperación: venir de lo más bajo hasta llegar a lo más alto.

Pero la mayoría de las historias no son así. De hecho, estadísticamente, casi ninguna es así.

Desde que era adolescente, yo tenía claro que no iba a tener una vida rutinaria. No sabía si acabaría en el ámbito de la interpretación, que fue mi primera idea, si me introduciría en el mundo de la moda o si quizá trabajaría en televisión. No lo tenía claro, pero lo que tenía muy presente es que yo no quería tener una vida convencional. Siempre he sentido que era diferente y que no encajaba en una rutina laboral de 8.00 a 17.00.

Necesitaba salirme de la norma. Al menos, eso es lo que quería intentar.

Yo cuando hago algo es para llegar a lo más alto posible, pero lo importante es que siempre he sido realista y he tenido en cuenta que lo más probable es que no lo fuera a conseguir. Es decir, que aquel propósito era mi plan A, pero también tenía plan B, C y D. Por esa razón, a pesar de que tenía claras mis metas, continué estudiando y me licencié en Psicología. Porque tener clara la meta no se traduce necesariamente en alcanzar la meta. Sabía que lo más probable es que no me fuera a salir bien mi sueño, así que la carrera era mi red de seguridad para tener otras oportunidades laborales más realistas.

La línea entre sueño y realidad es muy difusa. Aunque es difícil, lo más importante es ser realista con tus sueños. Tanto como puedas. Porque no todo consiste en intentarlo sin descanso. Es cierto que no debemos perder la cultura del esfuerzo. Pero esforzarse hasta la extenuación no siempre da frutos. Y si los da, pueden estar podridos.

Esforzándose hasta reventar

Según un estudio de 2016 publicado en Neurology, en el que se analizó a más de tres mil veinteañeros durante un cuarto de siglo de sus vidas, los que habían perseverado hasta el extremo para conseguir sus objetivos acabaron sufriendo toda clase de problemas de salud, desde hipertensión a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Lucharon tanto contra una realidad que no aceptaban, como quijotes lanzándose contra gigantes que son molinos de viento, que finalmente acabaron sufriendo una mayor lentitud cognitiva y hasta más problemas de memoria. Este enorme coste psicológico y fisiológico de perseverar frente a las dificultades es especialmente dañino en las personas que proceden de entornos desfavorecidos.

Eso es algo que nunca nos contaron en Rocky ni en ninguna otra película de autosuperación, como Rudy (reto a la gloria), En busca de la felicidad o Million Dollar Baby. Todas ellas son películas brutales y maravillosas, pero poco representativas de una vida promedio. Son casos extremos. Eventos raros.

Son películas entretenidas y motivadoras. Pero no son historias que puedas calcar. Al menos no la mayor parte de las veces.

Otro ejemplo de cómo el mundo real se parece poco al mundo que se presenta en las películas: ¿es más probable llegar a la NBA si se crece en un entorno de clase media o en un entorno pobre? Aunque el cine y los medios de comunicación en general nos suelen contar la historia de que crecer en la adversidad fomenta el tesón necesario para llegar a la cima de un deporte, la realidad es justamente al revés. Nos han mentido desde que somos pequeños, lo que al final nos acabará frustrando. Aunque duela, esto es la puta realidad.

Los casos de jugadores de la NBA que han nacido en entornos pobres son anecdóticos. Es lo que ha constatado Seth Stephens-Davidowitz, el científico de datos de Google, en su libro Todo el mundo miente. Un niño afroamericano que nace en un condado rico de Estados Unidos tiene más del doble de probabilidad de llegar a la NBA que un niño afroamericano nacido en uno de los condados más pobres. En el caso de los niños blancos, la ventaja es del 60 %. La explicación no puede ser más sencilla: en primer lugar, los niños pobres tienden a tener una estatura más baja; y en segundo lugar, también tienden a ser menos obedientes, constantes, atentos, organizados y con buena autoestima.[1]

¿Entonces? ¿Quiénes triunfan? Esencialmente, quienes nacen en hogares donde las familias ya han triunfado. Donde hay mucha pasta. En función de dónde hayas nacido, será posible pronosticar hasta cierto punto tu éxito y tu felicidad. Tanto es así que tu código postal es más importante para tu salud que tu código genético.[2]

El «efecto Eye of the Tiger»

Factores como el talento, el esfuerzo o la inteligencia también tienen un impacto muy moderado en el resultado de una vida exitosa, por mucho que nuestra intuición nos diga lo contrario (sobre todo si somos nosotros los privilegiados que han tenido ese éxito).[3]

Así que las cartas están parcialmente marcadas. Eso es verdad. También es verdad que si te esfuerzas demasiado en ganar un juego sin reglas limpias, acabarás quemado. Sin embargo, y esto no dejo de repetírmelo, tampoco debes olvidar que solo puedes ganar si juegas. Si no juegas, ya has perdido.

Y para jugar, debes estar motivado.

O dicho de otra manera: sin transpiración, sin esfuerzo, sin ganas… no participarás en el juego.

A veces el intentar alcanzar un objetivo no tiene tanto valor por el objetivo en sí, sino por el camino que has seguido. Por el aprendizaje que ha surgido cuando te dirigías hacia ese lugar. Todo el proceso puede ser flipante. Aunque no llegues a la meta, o no alcances una meta que estaba en tus planes iniciales. De esta manera, nunca sentirás que esos años invertidos en tus objetivos han sido una pérdida de tiempo. Nunca experimentarás el golpe del fracaso o la tristez

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