Los inocentes

Hermann Broch

Fragmento

PARÁBOLA DE LA VOZ

Los discípulos del rabino Leví bar Chemjo, que hace más de doscientos años vivía en el Este y era muy famoso, fueron un día a ver a su maestro y le preguntaron:

—Rabí, ¿por qué el Señor, cuyo Nombre sea siempre alabado, alzó la voz al empezar la creación? Si Él hubiera hablado y traído a la vida con su voz la luz, las aguas, las estrellas, la tierra y a todos los seres que en ella se encuentran, habrían tenido que existir ya antes para escucharle y obedecerle. Pero no existía nada. Nada podía oírle ya que Él fue quien sacó todas las cosas a la luz al alzar su voz. Y esta es nuestra pregunta.

El rabino Leví bar Chemjo arqueó las cejas y, contrariado, —El lenguaje del Señor, glorioso como Su Nombre, es silencioso y Su silencio es Su lenguaje. Su ver es ceguera y Su ceguera es ver. Su hacer es no-hacer y Su no-hacer es hacer. Regresad a vuestros hogares y reflexionad.

Se fueron turbados al comprobar que le habían disgustado y regresaron días después muy indecisos:

—Perdónanos, rabí —comenzó tímidamente aquel que habían designado para hablar—, tú nos dijiste que para el Señor, cuyo Nombre sea alabado, hacer y no-hacer eran una misma cosa. ¿Cómo es eso si Él mismo diferenció Su hacer de Su no-hacer al descansar el séptimo día? Y ¿cómo pudo Él fatigarse y necesitar descanso, si con un simple aliento lo pudo crear todo? ¿Acaso la creación le supuso un esfuerzo tal que con Su propia voz se quiso llamar a Sí mismo?

Los demás asintieron con un gesto a estas palabras. Y como el rabino notara cuán ansiosos le observaban todos temiendo irritarle de nuevo, se tapó la boca con la mano para disimular —Permitidme que os conteste a mi vez con una pregunta. ¿Por qué Él, que se nos anunció con Su sagrado Nombre, tuvo a bien rodearse de ángeles? ¿Acaso para que le protegieran cuando Él no necesitaba de ninguna protección? ¿Por qué se rodeó de ángeles si se bastaba a Sí mismo? Ahora regresad a vuestras casas y reflexionad.
olvieron a sus hogares, extrañados por la pregunta que a guisa de respuesta les había formulado. Y, tras haber empleado media noche en sopesar los pros y los contras, regresaron por la mañana a casa de su maestro y le dijeron con alegría:

—Creemos haber comprendido tu pregunta y nos sentimos capaces de contestarla.

—Hablad, pues —respondió el rabino Leví bar Chemjo. Entonces se sentaron frente a él y, tomando la palabra el orador, explicó lo que ellos habían deducido:

—Puesto que, según tu explicación, ¡oh, rabí!, el silencio y la palabra, así como todo lo que se contrapone, tiene un mismo significado para el Señor, cuyo Nombre sea alabado, de forma que en Su silencio está Su palabra, así Él decidió que un discurso que nadie oyera carecería de sentido, como tampoco lo tendría un acto efectuado en el vacío, y tuvo a bien requerir a los ángeles a Su alrededor para que le escucharan y complementaran Sus sagrados atributos. Por tanto dirigió a ellos Su voz al ordenar la creación y los ángeles, que siguieron la poderosa obra, se sintieron tan cansados, que necesitaron descansar. Entonces descansó Él con ellos el séptimo día.

Mayor fue su espanto al ver que en este punto el rabino bar Chemjo se echaba a reír; sus ojos empequeñecieron tras la barba a causa de la risa.

—Así pues, ¿consideráis al Señor, cuyo Nombre sea alabado, como una especie de bufón ante Sus ángeles? ¿Como un prestidigitador de feria que hace juegos de manos con una varita mágica? Casi me inclino a creer que Él ha creado locos como vosotros, para poderse burlar de ellos igual que lo hago yo ahora; pues en verdad que Su seriedad es risa y Su risa es

Se sintieron avergonzados, pero también contentos de ver al rabino de buen humor y le suplicaron:

—Ayúdanos un poco, rabí, a seguir adelante.
—Eso quiero —contestó el maestro— y voy a ayudaros sirviéndome de nuevo de una pregunta. ¿Por qué el Señor, el Santo de los Santos, empleó siete días en la creación cuando pudo llevarla a cabo en un instante?

Regresaron a sus hogares para celebrar consejo y cuando, al día siguiente, se presentaron ante el rabino, sabían ya que se encontraban cerca de la solución. El que siempre hablaba en nombre de todos dijo así:

—Tú nos has señalado el camino, rabí, pues nos hemos percatado de que el mundo creado por el Señor, cuyo Nombre sea alabado, se basa en el tiempo, y por tanto también la creación, puesto que ya pertenecía a lo creado, necesitaba un principio y un fin. Sin embargo, el tiempo tenía que existir ya para que hubiera un principio, y los ángeles tenían que estar ahí en el lapso de tiempo que precedió a la creación para sostener el tiempo con sus alas y obligarlo a avanzar. Sin los ángeles, no hubiera existido ni siquiera la intemporalidad de Dios, en la cual, por Su santa decisión, se cobija el tiempo.

El rabino Leví bar Chemjo pareció satisfecho, y dijo: —Ahora estáis en el camino acertado. Sin embargo, vuestra primera pregunta se refería a la voz que el Señor, en Su santidad, alzó al empezar la creación. ¿Qué podéis decirme sobre esto?

Los discípulos respondieron:
—Con supremo esfuerzo hemos llegado al punto que te acabamos de exponer. Pero no hemos llegado aún a esta última pregunta, la primera que planteamos. Con todo, puesto que de nuevo te has mostrado benévolo hacia nosotros, confiamos en que tú nos darás la respuesta.

—Lo voy a hacer —contestó el rabino—, y mi respuesta

Así habló:
—En todas las cosas que Él, cuyo Nombre sea alabado, ha creado, o todavía ha de crear, hay una parte de Sus sagrados atributos, ¿cómo podría ser de otro modo? Pero ¿qué cosa es a la vez silencio y voz? Evidentemente, de todo cuanto yo conozco, es el tiempo el que reúne esta dualidad. Y aunque nos abarca y atraviesa, es para nosotros silencio y mudez. Sin embargo, al hacernos viejos, si tendemos el oído al pasado, oiremos un suave murmullo. Es el tiempo que acabamos de vivir. Y cuanto más escuchemos el pasado, más capaces seremos de oír la voz de los tiempos, el silencio del tiempo, que Él en Su santidad ha creado por Su propia voluntad y también a causa del tiempo mismo, a fin de que la creación se cumpliera en nosotros. Y cuanto más tiempo transcurra más poderosa será para nosotros la voz de los tiempos. Creceremos con esta voz, y al fin de los tiempos entenderemos su principio y oiremos el llamamiento de la creación, pues entonces percibiremos el silencio del Señor en la santificación de Su Nombre.

Los discípulos quedaron en silencio, confusos. Pero como el rabino no volvió a hablar, sino que permaneció sentado con los ojos cerrados, se marcharon calladamente.

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* * *

Padre e hijo marchan juntos de camino
desde hace tiempo ya. Estoy muy cansado
dice el hijo, de pronto. ¿Adónde vamos?

Desde el comienzo, todo deviene cada vez más sórdido, planean tempestades y a nuestro alrededor
anuncian su peligro muchedumbres, fantasmas y demonios. Dice a su vez el padre: Avanza así el progreso,
derecho hacia el camino rutilante, y ¡quién lo para!

Tú lo estorbas con tus dudas y tu mirar cobarde,
¡cierra los ojos ya y avanza con fe ciega!

Responde el hijo: El frío me invade,
¿acaso no has sentido jamás una honda pena?
¡Oh, repara en nuestra marcha como sombras!
¡Oh, fíjate!, nuestro progreso apenas deja huella,
el suelo falla a nuestros pies y en el derrumbe nos arrastra, y giramos en un torbellino como plumas sin peso. Engañan nuestros pasos, sin espacio.

Y

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