El rey Lear (edición ilustrada y bilingüe)

William Shakespeare

Fragmento

cap-9

PRIMER ACTO

ESCENA I

 

Entran KENT, GLOSTER y EDMUND.

 

KENT    Creía que el rey tenía más aprecio por el duque de Albany que por Cornwall.

GLOSTER    Eso creíamos, pero ahora, cuando el reino se divide, no es tan evidente a cuál de los duques valora más, pues sus méritos están tan ajustados que, bien mirado, ninguno de los dos puede preferir la parte del otro.

KENT    ¿No es este vuestro hijo, mi señor?

GLOSTER    Su educación, señor, corrió a mi cargo. Me he sonrojado tantas veces por reconocerle que ya no me afecta.

KENT    No acabo de concebirlo.

GLOSTER    A diferencia de la madre de este joven, señor, pues le creció el vientre y en verdad tuvo, señor, un hijo en la cuna antes que un marido en la cama. ¿Oléis a delito?

KENT    No puedo desear que tal delito no se cometiera, siendo el resultado tan aparente.

GLOSTER    Pero tengo un hijo, señor, legítimo, casi un año mayor que este, que sin embargo no es tan querido en mi haber. Aunque este bribón vino al mundo inoportuna y lascivamente antes de que fuera llamado, hay que decir que fue su madre gentil, hice mucho ejercicio al engendrarlo y el hijo de puta merece ser reconocido. ¿Conocéis a este noble caballero, Edmund?

EDMUND    No, mi señor.

GLOSTER (A EDMUND.)    El Señor de Kent. De ahora en adelante recordadle como mi honorable amigo.

EDMUND    A vuestra disposición, señoría.

KENT    Habré de quereros y espero conoceros mejor.

EDMUND (A KENT.)    Señor, haré lo posible por merecerlo.

GLOSTER    Ha estado fuera nueve años y afuera volverá. Llega el rey.

Suenan las trompetas. Entra uno llevando una corona, luego

el rey LEAR, luego los duques de CORNWALL y ALBANY, junto

a GONERIL, REGAN, CORDELIA y acompañantes.

 

LEAR    Que vengan los señores de France y Burgundy, Gloster.

GLOSTER    Enseguida, mi señor.

Sale.

 

LEAR    Entretanto expondremos

nuestra resolución más oscura.

Poned ahí el mapa. Sabed

que hemos partido en tres nuestro reino

y que es nuestra inmediata intención

sacudir los cuidados y faenas

de nuestra edad sobre fuerzas más jóvenes

para reptar sin peso hacia la muerte.

Cornwall, hijo, y tú, Albany, no menos querido

hijo nuestro, es la hora de hacer públicas

las numerosas dotes de nuestras hijas

y obviar futuras querellas. Los príncipes,

France y Burgundy, grandes rivales en amar

a la más joven de nuestras hijas, larga han hecho

su amorosa estancia en nuestra corte y ahora

serán recompensados. Decid, hijas mías,

(ya que nos despojamos del gobierno

y de la propiedad o los asuntos de Estado)

cuál de vosotras más nos ama

para que llegue nuestra generosidad

donde naturaleza con mérito compite. Goneril,

primogénita nuestra, tú primero.

GONERIL    Señor, os amo más de lo que puede decirse,

más que a mis ojos, aire y libertad,
más allá del valor: caro o antiguo,
como una vida con salud, belleza, honor, gracia,
tanto como al amado hijo
o al bien hallado padre,
un amor sin aliento ni palabra,
más allá de todo eso os amo.

CORDELIA (Aparte.)    ¿Qué habrá de decir Cordelia?

Ama en silencio.

LEAR    De todas estas lindes, desde aquí hasta ahí,

con sus umbrosos bosques, sus campiñas fértiles,
sus caudalosos ríos y amplios prados,
te nombramos señora. Sea esto eterno
para la descendencia que tengas con Albany.
Qué dice nuestra segunda hija, Regan,
tan querida, esposa de Cornwall, habla.

REGAN    Soy de la misma pasta que mi hermana, señor,

y me valoro tanto como ella.
En lo más hondo de mi alma
veo que ha conseguido
leer mi documento de amor,
solo que se ha quedado corta, pues me declaro
enemiga de todos los demás placeres
que contiene la más sublime
conjunción de sentidos
y me encuentro feliz a solas
en el amor de vuestra querida majestad.

CORDELIA (Aparte.)                        Vaya, ¡pobre Cordelia!

Y no del todo, pues segura estoy
de que más ponderoso que mi lengua es mi amor.

LEAR    Para ti y tus vástagos sea para siempre

este buen tercio de nuestro espléndido reino,
no menor en espacio, calidad y gusto
que aquel a Goneril cedido.
Ahora, nuestro sol, aunque última y menor,
con cuyo joven amor
los viñedos de Francia y la leche de Borgoña
tratan de hacerse, ¿qué vais a decir
para ganar un tercio mejor que tus hermanas?

CORDELIA    Nada, mi señor.

LEAR    ¿Nada?

CORDELIA    Nada.

LEAR    Nada saldrá de nada. Habla otra vez.

CORDELIA    Infeliz como soy, no puedo

sacar el corazón por esta boca.
A vuestra majestad amo según mis lazos,
ni más ni menos.

LEAR    Pero ¿cómo, Cordelia? Cuida un poco tu lengua

no vayas a arruinar tu fortuna.

CORDELIA                                                Bien, mi señor.

Me habéis dado vida, amor y alimento.
Y os correspondo como bien se debe,
obedezco, os amo y mucho os honro.
¿Por qué tienen mis hermanas maridos,
si aseguran que os aman tan solo a vos?
Quizás cuando me case, el caballero
cuya mano contraiga mi compromiso
con él se lleve la mitad de mi amor,
mi cuidado y deber. No haré como mis hermanas,
casarme para amar solo a mi padre.

LEAR    ¿Hablas de corazón?

CORDELIA    Sí, mi buen señor.

LEAR    Tan joven y tan cruel.

CORDELIA    Tan joven, mi señor, como sincera.

LEAR    Muy bien, que tu verdad sea tu dote,

pues, por el sacro resplandor del sol,
los misterios de Hécate y la noche,
por toda la mecánica astral
que nos da vida y luego nos extingue,
renuncio aquí a todo cuidado paterno,
parentesco y dominio de sangre
y extraña a mí y a mi alma seas<

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos