INTRODUCCIÓN
Se ha escrito muchísimo sobre el final de la vida. Sobre la muerte. Sobre qué habrá después. Sobre cómo será. Sobre el miedo. La angustia. Las preguntas que nos hacemos al respecto. Los interrogantes que aún hay. Curiosamente (o no tanto) se ha escrito muy poco sobre el inicio. Sobre la creación de una vida. Sobre el vértigo de tener a otro ser creciendo en ti. Sobre que una vida se abra camino a través de ti. Sobre sentir su peso en el pecho. Sobre ser una y al minuto siguiente dos.
El embarazo, el parto y el posparto son cosas que nos atañen a las mujeres, suceden en nuestros cuerpos y nuestras mentes.[1] Y como tales han sido silenciadas durante toda la historia. No ha importado lo que nosotras vivimos y transitamos. No se ha hecho público. No ha sido tenido en cuenta. Y cuando sí ha sido escrito, cuando sí hemos podido ver un parto o un posparto en la literatura y el cine, mayoritariamente ha sido narrado por hombres. Escrito por hombres. Desde su mirada. Desde la perspectiva patriarcal. Es más, muchas veces ha sido tenido en cuenta solo para darnos lecciones. Para apropiarse de algo que era nuestro. Para ponerle horarios y restricciones. Para hacerlo caber en etiquetas y casillas.
Esto tiene que llegar a su fin. Las mujeres necesitamos narrarnos. Necesitamos tener referencias sobre la experiencia materna. Necesitamos poder ver, escuchar, leer sobre lo que nos sucede a nosotras. Hay mucho escrito sobre lo que les sucede a las bebés y los bebés. Sobre las etapas de su desarrollo. Sobre cómo crecen. Sobre lo que necesitan. Pero no hay tanta información sobre las madres. Y si te paras a pensarlo no tiene ningún sentido. Tal y como dijo Donald Winnicott: «no existe tal cosa como un bebé». Porque un bebé no existe sin alguien que le cuide. Un bebé no existe sin unos brazos que lo cargan. Sin unas tetas (o un biberón) que lo alimenta. Sin un pecho que lo sostiene. Sin unos ojos que lo miran. Un bebé no existe sin el cuerpo materno. Un bebé no existe sin su madre.
Es por eso por lo que yo quiero poner el foco en las que sostenemos a las bebés y los bebés. En las madres. Creo firmemente en que cuidando a las madres cuidamos también a las criaturas. La mirada materna es el primer espejo en el que los bebés se miran. Se hacen la primera idea de quiénes son mirando a sus madres a los ojos. Viendo lo que hay allí. Si la madre está cuidada, está sostenida, se siente segura, podrá transmitir amor y confianza a la criatura. Podrá transmitirle que merece ser querida. Que merece ser amada. Que merece ser cuidada. Podrá ser esa base segura que necesita la criatura para un desarrollo suficientemente sano. Yo lo resumiría en que, si tú estás bien, tu bebé estará bien.
Cuando empecé a publicar en Instagram fue de manera totalmente espontánea. Necesitaba sacar por alguna parte todo eso que estaba viviendo. Toda esa revolución que me estaba atravesando. Al principio necesitaba expresar lo poderoso del parto. De la lactancia. Lo fuerte que me sentía porteando. Lo feliz que me hacía ver la sonrisa de mi bebé al despertarme por las mañanas. La plenitud que me daba escuchar la risa de mi hijo. Y poco a poco fui necesitando expresar también las sombras. Los días eternos. La soledad. La tristeza. Las noches duras. El miedo. El hartazgo. La rabia. Y al empezar a narrar mi experiencia materna, me di cuenta de cu