Prólogo de Gemma Ventura Farré
La luz que le faltaba
Tengo una hermana encantadora de dieciocho años que sé con toda seguridad que me enviaría a pasar un mes a la otra punta del mundo cuando le insinúo —casi sin querer— qué debe hacer. «Es que no te soporto cuando me hablas así, ¿eh?» El otro día dormimos las dos en la misma habitación, en camas separadas. Ella estaba triste, pero no tenía ganas de hablar, de modo que, a través de mensajes de WhatsApp, poco a poco, me fue explicando el motivo de sentirse «como en un pozo lleno de oscuridad». La situación era muy curiosa: las dos estábamos a dos metros de distancia, calladas, tecleando, y, a medida que pasaban los minutos sentía cómo ella sonreía, hasta que, en mitad de la noche, volvió la luz que le faltaba.
Lo rememoro mientras leo este libro: sí, nuestros adolescentes no quieren sermones, pero ¿quién demonios los quiere? No existe nada más insoportable que oír que te dicen: «Si haces esto, te la pegarás», «Debes hacer esto y esto y esto». Tal vez, valdría la pena recordar que la vida es imprevisible, indomable e irrepetible, y que el atajo que a ti no te ha llevado donde tú querías ir, a lo mejor a mí sí me llevará. El caminillo que sube por aquí, aunque pueda parecer extraño, demasiado sinuoso y poco definido, es el mío. I para ascenderlo no necesito tu «no» (tu miedo), sino tu «sí» (tu confianza).
Este libro es un elogio de las personas que, en el momento clave, nos dan un buen empujón y nos dejan su huella. Las que, discretamente, se dedican a influir —más con el ejemplo que con la palabra— para fluir mejor. ¿Cómo son? ¿Qué es lo que las hace especiales? Pensando en mis faros, diría que son felices con lo que hacen y con lo que son. Van a favor de la vida y, por lo tanto, te ayudan a remar a tu favor.
Creo que tiene todo el sentido del mundo que los jóvenes de hoy en día pasen de escuchar a «personas amargadas, estresadas y frustradas». Vaya, yo en su lugar tampoco lo haría (para no acabar como ellas). Y por eso este libro nos invita a situarnos delante del espejo para preguntarnos si estamos contentos con la vida que llevamos. Si nuestro modo de actuar frente al día a día (¿con alegría?, ¿con resignación?) les sirve de ejemplo. Si estamos conectados de verdad con el ahora o vamos pululando sin energía de un lado a otro. I mirad qué bonito lo que nos proponen: reavivar nuestra luz.
Mi hermana está en segundo de bachillerato y mira hacia el futuro con ilusión. Quiere tener un trabajo que le permita viajar a menudo, tiene mucha vitalidad y ganas de abrirse un camino. ¿Quién se atrevería a domesticarla? Tal vez ha llegado el momento de desoxidarnos, de dejar de creer que por ser mayores tenemos más razón, y de adoptar un papel menos invasivo, que no por eso tiene que ser menos profundo: el de acompañante. Que ni te pasa por encima, ni te empuja por detrás, ni te decanta hacia un lado. Que está presente —ya sea cerca de ti o al otro lado de la pantalla— para escucharte, respetarte e impulsarte.
Eva Bach y Montse Jiménez son dos personas comprometidas con la belleza de vivir. Tienen optimismo y generosidad de sobra para regalarnos nada menos que cincuenta maneras para influir de verdad. Y si ellas nos proporcionan unas buenas herramientas, ahora es necesario que nosotros tengamos unas buenas manos.
GEMMA VENTURA FARRÉ, |
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periodista y maestra |
Prólogo de Jaume Funes
Si piensas en tus contradicciones, te querrán
Si lees este libro te lo pasarás bien y... volverás a sentir que puedes ser joven. Si vives entre adolescentes (angustiado como padre o intentando ser educativamente útil como profesora), estas páginas te recordarán que cada día puedes descubrir que el sol sale de una manera distinta.
Si estás leyendo es porque intentas educar vidas adolescentes. O tal vez porque te sientes perdida o perdido y no quieres, de ningún modo, compartir el discurso siempre conservador que afirma que los niños y adolescentes se ven afectados negativamente por culpa de tantos cambios en nuestra sociedad. No odias el móvil, pero te gustaría que tu hijo te mirase a ti con la misma cara con la que mira la pantalla de su teléfono.
Este libro empieza por recordarnos que, cuando todo cambia, no tiene sentido sentir nostalgia por el pasado. Al contrario, debemos preguntarnos cómo tenemos que seguir educando inmersos en las nuevas realidades. Parece frustrante que miren más a un youtuber... con 5 millones de seguidores. Abandona la frustración y haz lo que te proponen las autoras: intentar descubrir los atractivos que hay detrás. Cuando hace poco charlaba con mi nieta sobre Paula Gonu (encontrarás la referencia en la pág. 30), ella me hizo callar diciéndome: «Abuelo, te da otra perspectiva». Como he repetido a menudo, no puedes ser adolescente sin un smartphone. Quieras o no, educas adolescentes digitales, en dimensiones virtuales y en la red (también en la presencialidad de los abrazos imposibles y en las seguridades de las miradas acogedoras).
Página tras página sentirás que en primer lugar debes observar las vidas adolescentes e intentar escuchar lo que te dicen. Como siempre deberías haber hecho, pero ahora descubriendo nuevas dimensiones, perspectivas, sentidos. No son exactamente las vidas que tú (que no quieres sufrir) querrías que tuvieran, pero son vidas que se desarrollan en una realidad apasionante, contradictoria, arriesgada, sometida a muchas presiones, sobre todo las del mercado y los dogmas. Al leer verás que no es imposible. Educar siempre ha consistido en tratar de influir honestamente en otras vidas y ahora lo que te proponen las autoras de este libro es que tengas en cuenta las dimensiones influencer.
Ciertamente, no, no es tan fácil. Pero no es culpa de la sociedad de internet. No es fácil porque, como siempre, los adolescentes nos descolocan, nos hacen preguntas impertinentes, nos obligan a revisar nuestras vidas. Hace tiempo que desapareció la posibilidad de utilizar catecismos, manuales de urbanidad, reglas de buena educación. Y ahora, además, son imposibles. La hipocresía, la incoherencia, los contrasentidos de vidas sin sentido, el poder de la autoridad, etc., se han vuelto todavía más imposibles cuando las paredes de la vida pueden ser transparentes.
Estás a punto de leer un libro que te hará feliz. Sobre todo porque te obligará a pensar en ti. Te obligará a tener tiempo para dudar, pensar, descubrir emociones y sentimientos, cuestionarte los sentidos de tu vida... Solo así podrás ayudar a tus adolescentes a encontrar sus propios sentidos.
JAUME FUNES, |
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psicólogo y educador |
Un influencer es un profesor que consigue que sus alumnos disfruten con sus clases. Una influencer es tu madre cuando lee a tu lado para inculcarte el hábito de la lectura.
LA VECINA RUBIA, influencer
Nadie apuesta por los jóvenes.
EL RUBIUS, youtuber
Don’t be a salad, be the best goddamn broccoli you could ever be.
PEWDIEPIE, youtuber
Introducción
¿Por qué y para qué hablamos de madres, padres, educadores/as y adultos/as influencers?
Hay que trabajar para la felicidad de los padres, para que la transmitan a los hijos.
BORIS CYRULNIK
Las adolescencias cambian constantemente con una única constante: adultos desconcertados.
JAUME FUNES
Nuestra tarea es abrir, abrir y abrir. Y dar herramientas para entender la complejidad, para no tener miedo, para cuestionarnos a nosotros mismos y para no tener nunca verdades absolutas.
JUDIT CARRERA
Lo que tenéis en las manos es una herramienta para entendernos mejor entre todos.
Para conectar con las nuevas realidades emergentes, para actualizarnos y poder acompañar mejor la vida de nuestros y nuestras adolescentes.
Para atender y entender lo que pasa por dentro y aceptar con más serenidad lo que llega de fuera.
Para asumir la maravillosa imperfección de nuestra vida en lugar de aspirar a una vida perfecta.
Para acompañar a los que nos dedicamos a acompañar.
Porque también nosotros necesitamos nuestros propios influencers.
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Sé influencer tú también: actualiza tu app
Para educar a los jóvenes de hoy hacen falta adultos de hoy que los quieran, que los entiendan, que entiendan el mundo actual y que se entiendan a sí mismos. Adultos versátiles, abiertos a la vida, al cambio y a la transformación constante —a la transgresión, incluso—; capaces de aprender continuamente, dispuestos a abandonar certezas, prejuicios y patrones de comportamiento obsoletos. Adultos conectados, en primer lugar, con su ser, conscientes y comprometidos con el mundo, y, en segundo lugar, con el autoconocimiento y el equilibrio emocional propio, para llevar a cabo una buena transferencia educativa.
La adolescencia no es un trastorno, sino el despertar pleno a la vida y a sus grandes cuestiones. Los romanos definían al adolescente como «el que trae el fuego de una nueva vida». Los adultos de su entorno también tenemos que renovarnos aprovechando esta nueva vida que traen chicos y chicas adolescentes. La relación que se establece entre el adulto, que etimológicamente significa «el que está crecido», y el adolescente, que significa «el que está creciendo», es indispensable para que el segundo crezca bien y el primero siga creciendo.
Lo que el adolescente hace sin saberlo ni proponérselo con este «fuego nuevo» es señalarnos cuestiones que no tenemos muy claras o en las que necesitamos evolucionar. Muchos adultos, en lugar de mirarlo así, lo vivimos como una amenaza y queremos domesticarlos para que no desmonten nuestras certezas ni nos obliguen a salir de nuestra zona de confort. Esto es exactamente lo que ellos denominan «adulto intransigente» y es una de las cosas que menos le gusta a un 26 % de los chicos y chicas que henos encuestado para este libro. «Tenemos que aprender de los jóvenes [...] y no tener miedo de que se nos desdibujen los propios límites y la propia identidad», dice la directora del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, Judit Carrera.
Es urgente actualizarse. Estamos educando con unos parámetros, una mentalidad y un lenguaje que muy a menudo no conectan con los adolescentes actuales. O evolucionamos, crecemos y nos actualizamos de forma constante, o perderemos toda posibilidad de influencia y credibilidad para con los adolescentes.
Si tenemos la sensación de que las redes sociales y las plataformas en línea tienen más poder que nosotros sobre la educación de nuestros hijos y alumnos, ¿no será que, de alguna manera, nosotros (madres, padres, maestros, adultos en general...) hemos perdido el nuestro?, ¿o que no sabemos usarlo bien porque no estamos en la onda en la que hay que estar en estos nuevos tiempos donde todo ha cambiado? En esta etapa en la cual los referentes siguen siendo esenciales, nosotros tenemos que poder ser una de sus principales influencias.
Debemos preguntarnos por qué a veces se tragan los vídeos, imágenes, palabras... de sus influencers preferidos, pero no consiguen prestarnos atención o escucharnos un minuto seguido a nosotros. No se trata ni de lamentar el cambio («Qué será de nuestros jóvenes», decía ya Platón en la antigua Grecia), ni de sufrirlo (tiene elementos muy positivos) ni de desconfiar de los jóvenes (llevamos milenios haciéndolo). Se trata de ver de otra forma y de comprender la nueva realidad que cada generación va trazando, para poder guiarla y acompañarla hacia una vida más plena y vibrante; hacia una buena sintonía con ellos mismos, con los demás y con el mundo.
Comprender a las nuevas generaciones implica entender que se rigen por patrones de funcionamiento muy diferentes de los nuestros. Estamos en completa sintonía con Pablo Rodríguez, doctor en Informática y autor del libro Inteligencia artificial. Cómo cambiará el mundo (y tu vida), cuando dice que se trata de «un nuevo modelo de pensamiento, un nuevo paradigma de estudio, trabajo y aprendizaje, y un nuevo modelo generacional que no había visto antes y que me fascina». Nos gusta mucho que, en lugar de recrearse con una lista interminable de adjetivos descalificadores sobre los millennials y postmillennials, los defina como autodidactas, proactivos, emprendedores, e implicados en iniciativas con impacto social y medioambiental, entre otras virtudes; capaces de hacer a la vez y desde el principio lo que nosotros hemos hecho en un proceso lineal que ha durado décadas.
Nos encontramos ante un gran reto en el que todos en general debemos implicarnos, no solo las personas vinculadas directamente con la educación. En un mundo global e hiperconectado, todo influye y educa. Han quedado atrás los tiempos en que la tarea de educar quedaba relegada solo a la familia o a la escuela. Nosotras, con este libro, os ofrecemos la que consideramos una buena opción para quienes creemos en los jóvenes, los queremos y deseamos ayudarles a formarse en un entorno positivo: convertirnos también en influencers; en los adultos conectados que estos nuevos tiempos exigen.
Pero no sufráis: no pretendemos que os abráis una cuenta en YouTube y os dediquéis a grabar vídeos para vuestros hijos y alumnos —aunque en algunos casos funciona, sería bastante patético flipear (invertir) la educación al cien por cien—. No. No hace falta convertirse en youtubers o instagrammers. Tampoco se trata de luchar contra ellos, ni de desbancarlos ni de que los sustituyan por nosotros (ya nos tienen en VO). Pero sí que puede ser bueno plantearse qué buscan y qué encuentran en las pantallas y en sus nuevos ídolos; qué les podemos ofrecer nosotros que sea poderoso; qué actitudes, herramientas, recursos y mensajes nos hacen falta para vivir y educar mejor; cómo podemos influir en ellos positivamente para que a su vez sepan escoger las influencias más positivas para su vida.
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HolaSoyGerman, PewDiePie, elrubiusOMG,
Yuya, Dulceida, Sirjoan...
¿Los conocéis? Vuestros hijos y alumnos seguro que sí; os podrían dar una masterclass. Son algunos de los youtubers más influyentes: mueven el mercado d