Contenido
Portadilla
PRÓLOGO DE LOS DOCTORES EDUARD ESTIVILL Y GONZALO PIN
PRIMERA PARTE. CÓMO MADURA, CRECE Y EVOLUCIONA VUESTRO HIJO DESDE QUE NACE HASTA LA ADOLESCENCIA
1. Llegamos a casa: de la primera semana al primer mes
2. El bebé de 2 meses
3. El bebé de 4 a 6 meses
4. El bebé a los 7 y 8 meses
5. El bebé a los 10 meses
6. Al cumplir su primer año
7. Lo que sucede a los 15 meses
8. Los 18 meses
9. El niño entre los 2 y los 3 años
10. El niño de los 3 a los 4 años
11. Hemos cumplido 6 años
12. El crecimiento lento: de los 8 a los 10 años
13. Segundo nacimiento a la vida: de los 12 a los 14 años
14. La adolescencia final: de los 16 a los 18 años
15. Para entender los percentiles: la evolución general del crecimiento
SEGUNDA PARTE. LAS COSAS QUE NO NOS HAN ENSEÑADO ANTES DE SER PADRES O «¿QUÉ HACER SI…?»
16. Qué es educar
El apego entre padres y niños
La autoestima
El papel de los abuelos
El punto: Los celos y las rabietas
17. Socialización adecuada
El juego y los juguetes. El niño y las nuevas tecnologías
Los extraños: ¿cómo prepararles? Su seguridad
Educar en verde: respeto al medio ambiente, enseñar a reciclar
Las mascotas: asumir una responsabilidad
El punto: La disciplina
18. Días de guardería
¿Cuándo?
Cómo se sienten y responden los niños
Cómo se sienten y deben responder los padres
¿Cómo debe ser el lugar elegido?
Alternativas: los abuelos, los canguros.
19. En el colegio
Escoger uno, qué dilema
El rol de los padres
Contacto con los profesores: enseñar juntos
Aprender a leer. Cómo estudiar y cuándo hay dificultades de aprendizaje
Integración y bullying
El punto: Las actividades extraescolares
20. Con las nuevas familias
Todos trabajamos: compaginar trabajo y hogar
Divorcio
Los hijos de diferentes relaciones
La familia monoparental
Los progenitores del mismo sexo
El hijo único
El hijo adoptado
El punto: La emigración y sus oportunidades
21. Situaciones especiales
El niño con enfermedad crónica o discapacidad
Trastorno del espectro autista (TEA), Síndrome de Down, retraso cognitivo, Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH)
La pérdida. El duelo
El punto: Trastornos de la alimentación
22. El sexo: punto clave en una educación saludable
TERCERA PARTE. Molestia, dolor y enfermedad: cómo curar en casa y cuándo acudir al médico
23. Mi niño está enfermo, ¿qué hago? ¿Vamos a urgencias? ¿Puedo usar mis medicamentos?
24. Fichas de los problemas de salud más habituales y sus cuidados básicos
APÉNDICES. Los resúmenes: todo a la vista, todo fácil
1. El desarrollo psicomotor durante el primer año
2. Signos de alarma en el desarrollo durante el primer año
3. Prevención de accidentes por edades y hábitos posturales
4. Las vacunas
5. La introducción de la alimentación complementaria durante el primer año
6. La alimentación del escolar. Test del buen desayuno. Cuando un niño no come y no engorda. Las chucherías. Cuándo comer con los dedos. Las familias vegetarianas y veganas
7. La alimentación del adolescente
8. Los especialistas: cuándo consultar con
El ortopeda
El oculista
El dentista y el odontopediatra
El psicólogo
El logopeda
9. Mi botiquín de urgencia en casa no es un almacén de medicamentos
Direcciones importantes
Instituciones de salud
Teléfonos de urgencias
Páginas web de interés
Créditos
Acerca de Random House Mondadoris
De pediatras a padres. O de pediatras a abuelos, a cuidadores y educadores. Así queremos que sea este libro: directo, práctico y muy, muy claro en sus ideas. Para los papás que acabáis de tener un hijo, para aquellos que esperáis tenerlo y para los que disfrutáis y sufrís todos los días educando a vuestro hijo, todavía niño o ya adolescente. Todos los que estamos en contacto con niños y queremos lo mejor para ellos podemos beneficiarnos de lo que contamos a lo largo de estas páginas.
Así, desde el máximo rigor científico, hemos intentado explicar de forma sencilla todos los aspectos que necesitáis saber sobre vuestros hijos y nietos para poder cuidarlos y educarlos con equilibrio y salud. Nuestra intención ha sido trasladar a un lenguaje accesible los conocimientos más actualizados sobre los cuidados y la educación que debe recibir un niño desde que nace hasta el final de la adolescencia; abordar su desarrollo físico y psíquico, su formación según determinados valores y un repaso exhaustivo a los problemas médicos más frecuentes en estas etapas de la vida. De hecho, para lograr una mejor comprensión de los numerosos aspectos que tratamos, en estas páginas hablamos de los niños en función de su edad, en períodos de meses y años que cubren desde el primer día hasta los 18 años.
Siguiendo la línea de nuestras anteriores publicaciones, el sentido común y los conocimientos científicos son los pilares de este libro. Nuestro objetivo es que se convierta en una herramienta de gran utilidad para millones de padres y madres. Porque nos hace felices poder facilitar a los papás y las mamás la difícil labor de sacar adelante a su hijo. Con sentido común, seguridad, rigor y amor, por supuesto.
Dr. EDUARD ESTIVILL
Dr. GONZALO PIN

El amor está en el aire, a la par con unas incipientes ojeras y, sí, vamos a decirlo, una expresión, a medio camino entre la sorpresa y la felicidad, que os delata: ya sois padres. Habéis pasado de estar esperando a que naciera a compartir piso con, probablemente, la persona más importante de vuestra vida, vuestro hijo. Y, lo sentimos, pero este nuevo inquilino no llega en igualdad de condiciones: es el rey de la casa. ¿O aún no?
Bueno, hay mucho que decir respecto a la llegada de un bebé. Sin duda es el rey en cuanto a que os necesita para adaptarse a la dureza de un mundo tan distinto, en ritmos y comodidades, al que gozaba en el vientre materno. Depende de vosotros para alimentarse, dormir, mantenerse sano y aprender todo lo que le servirá en la vida, incluido el amor. Sin embargo, la atracción incondicional hacia vuestro bebé no es siempre inmediata. No os preocupéis si necesitáis algún tiempo para quererlo como al rey de la casa. Es decir, hay padres que empiezan a adorar a su hijo cuando no es más que un garbancito o una lentejita, pero también los hay que, como unos buenos amigos aseguran, no sabrán si el pequeño les caerá bien hasta que compartan vida con él.
El atento cuidado del bebé y la sensación de crear una vida de familia son las dos inquietudes que están en primer plano de esta nueva vida como padres. Y quizá quede mal decirlo desde un libro, pero ni para una ni para otra inquietud existen fórmulas que funcionen al cien por cien. Al igual que no hay dos personas idénticas, tampoco existen soluciones eficaces para que el proceso de ser papás roce la perfección. Pero hablemos un poco de estas preocupaciones, a ver si podemos aligerarlas un poco.
Para el bebé, la llegada a este mundo —el parto y un nuevo medio más incómodo que el vientre materno— es probablemente su primera experiencia intensa, pero para los padres no lo es menos. Tras meses de preparativos, y el paso por el hospital, tú, madre, aún recuperándote, y tú, padre, tratando de acompañarla en el a veces difícil posparto, os encontráis con un bebé en los brazos que requiere atención y cuidados durante gran parte de las 24 horas del día. Las rutinas cotidianas deben adaptarse a las necesidades de esta nueva personita, y todos, padres y madres, queréis, lógicamente, estar a la altura más allá incluso de lo puramente práctico y aun cuando no se trate del primer hijo que traéis al mundo. Sin embargo, es importante no obsesionarse con cumplir a la perfección este cometido —sois humanos—, ni con establecer casi de inmediato lazos afectivos con el bebé. En ocasiones esos vínculos (algo que los especialistas han llamado bonding, en inglés) pueden tardar tiempo en crearse y consolidarse. La paciencia será clave, pero, evidentemente, existen maneras de crear y reforzar ese lazo afectivo.
Lo primero de todo es preguntarse qué supone ser un buen padre o una buena madre. En esto también, como casi en todo, no hay patrones ni reglas fijas. Para vosotros, padres, presenciar el parto constituye, sin duda, una emoción sin igual, y ayudará a que desde ese mismo instante sintáis una atracción por el bebé. Pero, si por el motivo que fuera, no os es posible estar presentes, no penséis que habéis perdido la oportunidad de ser buenos progenitores. Os aguarda un largo camino para establecer y alimentar esa conexión emocional y afectiva con el recién llegado. Él también la necesita.
De igual modo, durante los primeros minutos y las primeras horas de vida el contacto entre vosotras, madres, y vuestro pequeño hará que empecéis a «conoceros» o, mejor dicho, a «reconoceros» en esta nueva situación en la que os encontráis: separados físicamente pero pudiendo veros, tocaros y escucharos mutuamente por primera vez. Esos primeros momentos juntos, llenos de emoción, serán la semilla de una relación fundamental en lo afectivo, así que es importante que podáis vivirlos con tranquilidad, sin presiones. Pero si las circunstancias no permiten que tengas a tu bebé en brazos nada más nacer (por ejemplo, si por algún motivo debe permanecer en observación o en la incubadora), no desesperes ni te sientas en ningún momento culpable. Pronto podréis estar juntos. De hecho, no existen pruebas científicas de que ese retraso pueda repercutir en vuestra relación futura. Quédate, pues, tranquila.
En estos primeros meses, tanto si decides dar el pecho a tu bebé como si recurres al biberón, cada toma será una excelente excusa para que os exploréis mutuamente, para observar cada reacción y movimiento del pequeño, sus gestos, su expresión, su mirada, los sonidos que emite… Y verás cómo él explora también los tuyos, cómo reacciona ante el contacto físico, te mira, escucha tu voz… Busca, por tanto, un ambiente adecuado para hacerlo, lejos de ruidos, relajado… (y si durante las primeras semanas tenéis que restringir las visitas de amigos o familiares al hospital o a casa, adelante). Los dos os sentiréis más a gusto para reconoceros.
Los primeros días de un bebé están repletos de nuevas experiencias: comer, que le vistan, que le cambien el pañal, el primer baño a los pocos días de nacer… Como padres, los dos os encargaréis de satisfacer todas estas necesidades, pero tan importante como eso es que el pequeño se sienta querido y protegido en todo momento. El contacto físico será un vehículo fundamental de vuestro cariño. Con vuestras caricias conseguiréis que se sienta arropado, y al mismo tiempo estaréis fomentando que empiece a tomar conciencia de su propio cuerpo. Los masajes dados de forma regular son otro método para entrar en contacto, piel con piel, con el pequeño. Le relajarán, le aportarán una sensación de bienestar y, con el tiempo, contribuirán a su buena salud física y emocional. Y no sólo eso: serán la excusa para disfrutar de otro momento juntos. Porque cualquier circunstancia es buena para cogerlo y abrazarlo. Pegado al pecho, sentirá los latidos de vuestro corazón, y vosotros sentiréis los suyos.
Tan importante como acariciar al recién nacido es hablarle a menudo en un tono dulce y amable; al sentir vuestra voz se irá familiarizando con ella. Y, aunque resulte increíble, también es fundamental mirarse. Si entre los adultos el contacto visual directo es muestra de seguridad y compromiso, mirar a vuestro bebé a los ojos os infundirá ternura y hará que el vínculo entre vosotros se fortalezca. Y una vez más, paciencia: el pequeño no siempre os corresponderá y sostendrá la mirada; necesita su tiempo para aprender a mirar, para comprender, en definitiva, a quiénes está viendo.
CUIDADO CON LA DEPRESIÓN POSPARTO:DÉJATE AYUDAR
Un parto es una vivencia física y emocional realmente extenuante aun cuando todo salga bien y discurra en muy poco tiempo. Tras tener a tu bebé, es normal que te sientas agotada tanto física como psíquicamente. Por no hablar de los desajustes hormonales que suelen producirse, con mayor o menor intensidad, y que afectarán a tu estado de ánimo. Es lo que se conoce como melancolía de la maternidad. Pero no te preocupes: lo más habitual es que se prolongue sólo durante los 10 días siguientes al parto. Así que concédete un tiempo. Y no dudes en aceptar y pedir la ayuda que necesites.
No obstante, ¿se puede aliviar de alguna manera esa fatiga posparto? En primer lugar, tienes que tomar conciencia de que buena parte de esa sensación de abatimiento que te acompaña en estos primeros días es producto de la falta de sueño. Tu bebé necesita alimento cada pocas horas, lo que hace imposible que disfrutes de las reparadoras horas de sueño continuado que necesitas habitualmente. ¿Qué hacer? Muy sencillo: tu ritmo debe adecuarse al del recién nacido, es decir, procura dormir un poco siempre que el niño lo haga. Los adultos que se encuentren en tu círculo más cercano tendrán que echarle un ojo mientras te tomas ese descanso, pues ésa será la manera de que consigas encontrarte cada vez mejor física y emocionalmente.
Procura también hablar de lo que estás experimentando con quienes te rodean, escribe un diario con tus emociones, busca aunque sean 15 minutos al día y dedícatelos por entero a ti misma…
No obstante, si los síntomas se agudizan o se prolongan más allá de 15 días tras el parto, es conveniente que acudas a tu médico para que determine si estás sufriendo una depresión posparto más severa.
Tras el parto, por fin os encontráis cara a cara con vuestro bebé. Preparaos para ser espectadores de los cambios espectaculares que va a ir experimentando ya en el primer mes de vida. Y no os asustéis: hay cosas que parecen raras pero son normales.
Sus ojos, por ejemplo, pueden permanecer hinchados y un poco enrojecidos durante los primeros días; su iris tendrá matices grisáceos (alcanzará su color definitivo entre los 3 y los 6 meses de vida), le costará fijar la mirada, incluso bizqueará, y será especialmente sensible a la luz intensa. Una forma de estimularle para que abra los ojos y observe es sostenerle en posición vertical, lo que se llama en ocasiones efecto muñeco. Pero tened en cuenta que, por el momento, su visión es en blanco y negro, y que, aunque es capaz de ver objetos que se encuentran a un metro de distancia, enfoca mejor entre los 20 y los 40 centímetros. Ésa es la referencia que debéis tomar cuando le miréis fijamente. Él prestará entonces atención sobre todo a vuestros ojos y al movimiento de vuestros labios si le habláis o sonreís. Hasta es probable que en este primer mes os imite y esboce sus primeras sonrisas.
Y qué decir de su nariz. Seguro que es respingona. Si está un poco desviada, no os preocupéis, puede ser a consecuencia del parto, en una semana recuperará su forma. Lo mismo que sus orejas, que pueden tener un aspecto algo arrugado porque los cartílagos aún no han comenzado a endurecerse.
En cuanto a la cabeza, si el bebé ha nacido por parto vaginal, es perfectamente normal que se vea algo deformada o apepinada. Además, su cráneo presentará aún hasta seis aberturas, llamadas fontanelas, fundamentales para adaptarse al canal del parto y para que, una vez ha nacido, su cerebro tenga espacio para crecer y desarrollarse. Dos de ellas, recubiertas y protegidas por una capa gruesa y fibrosa, pueden apreciarse simplemente palpando (si bien conviene no presionarlas): una se encuentra en la parte más alta de la cabeza y tiene forma de rombo (no se cerrará probablemente hasta los 18 meses de vida), mientras que la otra es triangular y está en la base de la nuca (suele desaparecer a los 6 meses). Son zonas muy blanditas, pero lo que más llama la atención es que se mueven al compás de los latidos de su corazón. Si las fontanelas están abultadas en exceso puede ser un síntoma de excesiva presión intracraneal, por lo que convendrá acudir al especialista; y si están hundidas puede indicar algún problema de deshidratación.
Es usual que los bebés tengan la piel un poco amarillenta (ictericia) o manchas rojas oscuras en cuello, nariz o párpados. Asimismo, pueden tener manchas blancas en el paladar (las denominadas perlas de Epstein) y quistes llenos de fluido en las encías. ¡Tranquilos! Desaparecerán a lo largo del primer mes de vida.
Los puños apretados, los codos, caderas y rodillas flexionados… Todo es perfectamente normal. En estas primeras semanas el bebé está abandonando la posición fetal en la que ha permanecido durante meses. Y también tendrá reacciones instintivas ante la luz y el tacto y otra serie de reflejos primitivos. Por ejemplo, cerrará y apretará las manos si se le aplica presión con un dedo o un objeto en las palmas; habrá momentos en que se sobresalte y extienda los brazos hacia los lados ante un ruido, un olor o una luz fuerte; temblará cuando llore o se encuentre agitado; y es posible que su forma de respirar sea algo irregular. Hipo, estornudos y unos primeros balbuceos son habituales en cualquier bebé y no tienen por qué ser síntoma de ninguna dolencia.
Tendrá las uñas lo suficientemente largas como para arañarse la cara. Procurad cortárselas con mucho cuidado con unas tijeras pequeñas (nunca antes del mes de vida, hasta ese momento podéis limarlas); aprovechad para ello el momento del baño. Uno de los aspectos primordiales que hay que cuidar para la buena salud del bebé es la higiene. En sus primeros días, bastará con limpiarle con una esponja suave y agua templada o con toallitas húmedas, si es que no tenemos acceso al agua en ese momento.
Cuando llegue la hora del primer baño, debéis tener todo preparado y a mano: la ropa limpia, los pañales, una toalla, las cremas (aunque en los primeros días no serán necesarias a menos que os las haya prescrito un médico por algún motivo en concreto)… Podéis bañar a vuestro bebé sin problema antes de la caída de los restos del cordón umbilical. Eso sí, el agua debe estar a una temperatura de unos 36 °C (el método más habitual para comprobar si quema es sumergir el codo, lo que te permite tener las manos libres para sostener a tu bebé) y la habitación a una temperatura agradable. Evitad las corrientes de aire.
Es mejor que pongáis poca cantidad de agua, que no le cubra. Con una esponja y un jabón neutro iréis humedeciendo y lavando las partes de su cuerpo más propensas a sudar: axilas, cuello, pliegues de brazos y piernas… También es importante que queden bien limpios los genitales y el culito.
¿La mejor hora del día para el baño? A vuestra elección. Si ayuda a que el bebé se relaje, quizá la noche sea el mejor momento, para facilitarle el sueño. Si os es más práctico durante el día, adelante. Lo que sí es conveniente es que comencéis a establecer una rutina y que no variéis los horarios.
Importante: debéis tener preparada una toalla para cubrirlo nada más sacarlo del agua. Secadlo con suavidad, con pequeños toques (sin restregar), y comprobad que quedan bien secas zonas como detrás de las orejas, el cuello y toda el área del pañal. Así evitaréis irritaciones. Será el momento también de limpiarle las orejas con un bastoncillo (a partir de los 15 días desde el nacimiento), eso sí, con muchísima delicadeza. Las cremas, los aceites y las colonias es mejor dejarlos para meses más tarde, ya que la piel del bebé aún es muy sensible. Tener el pañal bien a mano para poder ponérselo enseguida evitará que un inesperado pipí dé al traste con el baño de ese día. A la hora de vestirlo, procurad hacerlo de arriba hacia abajo, para que no pierda calor.
Pensad que el momento del baño es ideal para comprobar que el cuerpo de vuestro bebé se encuentra sano; podréis controlar, por ejemplo, si ha aparecido alguna erupción o alguna anomalía en su piel. Pero, por otra parte, y aunque las primeras veces el bebé llore mucho al entrar en contacto con el agua, el baño es también una oportunidad excelente para disfrutar y jugar, para proporcionarle bienestar, cuidados y mimos, tan buenos para él como para vosotros.
CUIDADO CON EL CORDÓN UMBILICAL
Tras el nacimiento, el cordón umbilical, el canal a través del cual ha recibido alimento y oxígeno mientras estaba dentro de la madre, se corta, se pinza y tardará unos 10 días en caerse, aunque en algunos niños puede tardar entre 20-30 días. ¿Qué cuidados necesita en estos primeros días? Bastará con mantenerlo a salvo de infecciones aplicando un poco de alcohol de 70° con una gasa, con las manos muy bien lavadas y sin presionar. Dejad que se seque solo y, para que la herida transpire, evitad cubrirlo con esparadrapo, mucho mejor con una gasa suave. Repetid esta operación entre tres y cuatro veces al día.
OS ECHAMOS UNA MANO PARA… CAMBIAR LOS PAÑALES
CÓMO
Llegará un momento en que lo haréis de manera casi mecánica, pero los primeros pañales son todo un reto. Conviene tener todo lo necesario a mano para no perder al bebé de vista ni un momento. Lo mejor es tumbarlo boca arriba sobre la cama o el cambiador; antes habréis colocado un paño o celulosa protectora debajo del niño. Desvestidlo sólo lo necesario (evitad los pijamas o prendas de cuerpo entero; las dos piezas os serán mucho más prácticas) y, sosteniendo al bebé con una mano por los tobillos y elevándole así un poquito las nalgas retirad el pañal manchado. Limpiad a conciencia los genitales y el culito (no olvidéis los pliegues de las ingles) con una esponja y agua templada o con una toallita húmeda, pero siempre de delante hacia atrás (nunca al revés, sobre todo en las niñas, para evitar diseminar las bacterias procedentes del recto, pues podrían provocar alguna infección en el aparato urinario). Secad suavemente con una toalla para eliminar cualquier resto de humedad que, al quedar tapado, podría provocar rozaduras u hongos. A continuación, elevad de nuevo las nalgas del bebé, sosteniéndolo por los pies con una sola mano, lo suficiente como para deslizar la parte trasera del pañal (la que incorpora las tiras adhesivas) hasta alcanzar su cintura y cerrad la parte anterior entre sus piernas cubriendo el vientre. Si aún no se le ha caído el cordón umbilical, vigilad que no quede tapado o presionado. Haced este movimiento lo antes posible, pues es probable que al limpiarle, y al entrar sus órganos en contacto con el aire, el bebé responda con un pipí inesperado (y si es un niño, seguramente os llevaréis la peor parte). Ya podéis pegar las tiras elásticas, pero no las apretéis demasiado. Dejad suficiente holgura como para que el bebé pueda moverse sin que el pañal le moleste ni le roce. ¿Un truco? Tienen que caber uno o dos dedos entre el cuerpo del bebé y el pañal a la altura de la cinturilla.
CUÁNDO
¿Cada cuánto es necesario que cambiéis a vuestro bebé? Los pañales desechables han incrementado notablemente la capacidad de absorción, por lo que serán necesarios varios pipís para estar húmedos y resultar molestos. De todos modos, vosotros mismos, padres, sabréis juzgar cuándo hay que cambiar el pañal. Y si no acertáis, vuestro bebé os hará saber llorando que se siente incómodo. Pero, en líneas generales, calculad entre seis y ocho pañales diarios. Conforme el bebé crezca, este número se irá reduciendo.
Tened en cuenta que en estos primeros meses de vida una de las dolencias que más incidencia tiene en las consultas de los pediatras es la conocida como dermatitis del pañal (irritación en la piel de esta zona), por lo que conviene extremar la higiene. Como prevención, o para remediar sus primeros síntomas, podéis aplicar algún tipo de crema protectora (en especial las que contienen óxido de zinc), pero informaos bien sobre las más adecuadas para estas primeras semanas. Y si la piel del bebé se ve sana, no abuséis de ellas. Podrían variar su pH natural y ocasionar algún tipo de reacción alérgica.
De todos modos, las heces de los recién nacidos suelen ser bastante líquidas durante las primeras semanas de vida, por lo que es habitual que aparezcan rojeces e irritaciones.
CUÁLES
En el mercado encontraréis pañales específicos para recién nacidos (desde los 2 y hasta los 5 kilos de peso), especiales para niños prematuros, e incluso versiones para los primeros 10 días (con una abertura para evitar presionar el cordón umbilical). A la hora de escoger, fijaos en la calidad de los materiales, en su grado de absorción e impermeabilidad, que los ajustes y las terminaciones sean suaves, que las tiras adhesivas sean reutilizables, y mejor si tienen cintura antiescape (en estos primeros meses el bebé pasará muchas horas acostado).
UN DATO INTERESANTE
Las primeras cacas de un bebé suelen ser oscuras y pegajosas. Es lo que se denomina meconio. Manchan la piel más que las heces siguientes, por lo que su limpieza deberá hacerse a conciencia. Alrededor del tercer o cuarto día de vida, el pequeño comenzará a hacer cacas más normales, pero eso sí, tendrán una textura más bien líquida, ya que su alimento, la leche, también lo es. Es posible que en medio haga unas deposiciones de transición, poco abundantes, también muy líquidas y de un tono verdoso o grisáceo. No os asustéis, es perfectamente normal.
De un mundo a otro, y a otro. O sea, del cómodo útero a casa y, de ahí, a pasear por la ciudad. En contra de viejas creencias que aconsejaban la permanencia de los bebés en casa hasta que hubieran transcurrido más de 2 semanas desde su nacimiento, hoy en día se sabe que no hay inconveniente por salir a pasear con él desde los primeros días. La calle no supone ninguna amenaza para vuestro pequeño si le protegéis adecuadamente. Al contrario. Al bebé le encantará sentirse mecido dentro del cochecito, así como oír sonidos nuevos y ver un paisaje diferente al del hospital. Y a vosotros, padres, poder transportarlo os dará mucha más independencia.
¿Qué precauciones debéis, entonces, tener en cuenta? La primera de todas es el clima: el bebé no debe ir abrigado en exceso, pero tampoco coger frío. Una mantita, incluso en días de más calor, será fundamental para arroparle. Mantenedlo a salvo de corrientes de aire y no lo expongáis en exceso al sol: su piel es aún muy delicada.
Será imprescindible que llevéis con vosotros pañales de recambio, ropa limpia y artículos básicos para su higiene. También lo que sea necesario para darle el pecho o el biberón si conviene.
Durante los paseos el bebé se pasará la mayor parte del tiempo dormido. Al nacer ya sigue un ritmo más o menos preestablecido de vigilia-sueño. Aproximadamente cada 2-3-4 horas se despierta porque necesita comer, y también que le cambiéis los pañales y habléis con él. Este intercambio de afectos cuando el niño está despierto es muy importante. El recién nacido sigue un esquema de sueño muy similar al feto. Inicia su dormir en lo que llamamos Sueño Activo. Mueve los globos oculares, hace muecas con la barbilla, respira irregularmente, emite algún quejido y realiza pequeños movimientos con las extremidades. Este tipo de sueño, aunque parezca que el niño está inquieto, es totalmente normal y no debemos interrumpirlo bajo ningún concepto. Si las mamás, o los que cuidan al bebé, desconocen que no pasa nada, es muy probable que lo toquen, lo cojan en brazos o lo acunen. El problema es que así rompéis su sueño normal y plácido.
Tras unos 30-40 minutos en este Sueño Activo, el bebé entra en la fase del sueño más profundo, que denominamos tranquilo. Está totalmente relajado, sin lamentos ni movimientos, y respira suave y profundamente. Esta fase de sueño dura otros 30-40 minutos. El bebé va alternando estos tipos de sueño hasta que, 3-4 horas después, se despierta. Esta forma de dormir persiste hasta casi los 2 meses de edad.
Un bebé recién nacido dormirá gran parte del día (una media de 16-17 horas) y se despertará casi únicamente para ingerir alimento más o menos cada 2-3 horas. Aún no conoce la diferencia entre la noche y el día, así que sus rutinas serán bastante irregulares. Conforme quede más saciado, porque su estómago se vaya agrandando, el tiempo entre toma y toma será mayor y las horas de sueño tenderán a concentrarse. Por eso es tan importante seguir unas buenas rutinas en su alimentación (atentos al RESUMEN PRÁCTICO más adelante).
Conviene que respetéis su ritmo y que no le despertéis para darle el pecho o el biberón, a menos que hayan pasado unas 5 horas sin que él lo reclame.
A partir más o menos de los 2 meses, los bebés, al igual que los adultos, tienen diferentes etapas y grados de profundidad del sueño, sus patrones a la hora de dormir se habrán ido gestando en los últimos meses de embarazo.
El sueño lento o no REM comprende cuatro etapas:
Somnolencia: al bebé se le van cerrando los párpados y va abriendo y cerrando los ojos.
Sueño liviano: el bebé ya se encuentra dormido, pero se mueve y se sobresalta si oye ruido.
Sueño profundo: mucho más tranquilo, el bebé apenas se mueve.
Sueño muy profundo: el pequeño permanece tranquilo y sin moverse.
El sueño activo o REM (de movimientos oculares rápidos) es un dormir liviano durante el que se sueña. La mitad de las horas que un recién nacido duerme lo hace en esta etapa.
Durante los primeros 3 meses de vida, es normal que al bebé le resulte difícil enlazar estas fases, por lo que es probable que se despierte a menudo cuando quiera pasar del sueño profundo al sueño liviano. ¿Cómo saber si un bebé tiene sueño? Si aparta la mirada y no atiende, si se queja, si bosteza y, ya con más días de vida, si se frota los ojos. La misión de los padres será identificarlo y proporcionarle un entorno seguro y tranquilo para el descanso. Desde el primer día de vida es interesante ir estableciendo ciertas rutinas de alimentación, higiene y sueño. Si el bebé se duerme mientras mama o en brazos, iréis generando en él la creencia de que lo normal es eso, y no dormir en su cama.
MUY IMPORTANTE: Todos los bebés tienen pequeños despertares durante el sueño. Son cortos, y normalmente vuelven a conciliar el sueño ellos solitos. Son del todo normales y no debemos hacer nada para que vuelvan a dormirse.
Otro gran dilema es en qué posición debe colocarse al bebé a la hora de dormir. Últimamente se desaconseja tumbarlos boca abajo porque diferentes estudios han puesto de manifiesto que puede haber una relación entre esta posición y el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante. Se recomienda que los bebés duerman boca arriba, aunque también se les puede poner de costado. Asimismo, es mejor evitar las almohadas, las mantas o edredones muy pesados, y los juguetes (aunque sean blandos) dentro de la cuna.
LA FUNCIÓN DEL CHUPETE
Desde que nace, el bebé tiene un intenso reflejo de succión instintivo que le ayudará a alimentarse cuando se le ofrezca el pecho o el biberón. Para calmar esa necesidad de succionar está el chupete. Utilizarlo cuando el bebé ha acabado de comer con el fin de que le ayude a dormir es lo más habitual, e incluso se recomienda a partir del mes de vida porque reduce el riesgo de muerte súbita. También le ayudará a relajarse en momentos en los que siente algún malestar o cuando llora porque tiene hambre y no os ha dado tiempo de preparar el biberón, pero en ningún caso debe ser sustitutivo del alimento ni de los mimos o cuidados que os reclame.
El uso del chupete puede deformar el paladar de tu bebé si el modelo es demasiado rígido y no cumple todas las normativas sanitarias vigentes, o si no lo usa con moderación. Los bebés son sibaritas para elegir su chupete, y cada pequeño tiene su gusto particular. Los hay que lo prefieren de caucho; otros, de silicona, con tetina anatómica (imita al pezón de la madre), fisiológica (adaptada a la forma del paladar), etc. En cualquier caso, recordad que conviene esterilizarlos antes de que el bebé lo use por primera vez. Asimismo, enjuagadlo a menudo y procurad que esté siempre bien limpio. No alarguéis la vida de un chupete más de un par de meses. Transcurrido ese tiempo, sustituidlo por uno nuevo.
Más detalles sobre esta herramienta fundamental para el niño…
El chupete seguro:
• Debe ser de una pieza.
• Su escudo tendrá unas dimensiones mínimas de 4,3 cm ? 4,3 cm, rígido o semirrígido pero con flexibilidad suficiente para evitar traumatismos. Debe tener orificios laterales antiahogo.
• Preferible con anilla que permita su agarre fácil en caso de atragantamiento.
En cuanto a su uso:
• Se debe limpiar cada vez que deje de usarlo o se caiga.
• Lo cambiaremos cuando veamos que se dilata o deteriora.
• Nunca se debe mojar o impregnar de azúcar, miel…
• No se recomienda utilizarlo antes de la primera semana por el riesgo de accidentes y porque dificulta el establecimiento de un buen ritmo de alimentación.
• Al parecer, su uso durante el sueño en los primeros meses protege al bebé del Síndrome de Muerte Súbita del Lactante.
• A partir del año lo usaremos exclusivamente en los momentos del sueño.
• A partir de los 18 meses se recomienda su retirada, pues favorece la frecuencia de otitis de repetición, mayor frecuencia de candidiasis oral (hongos en la boca) o llagas bucales, o el desarrollo de malformaciones dentarias con presencia de respiración bucal marcada…
Resumiendo:
• Beneficios del chupete:
– Efecto estimulante de la succión especialmente en el pretérmino.
– Efecto tranquilizante sobre el bebé.
– Prevención de la muerte súbita del lactante.
• Riesgos confirmados científicamente de su uso prolongado:
– Mayor incidencia de malformaciones dentarias.
– Favorece la presencia de otitis media.
– Presencia de caries en los incisivos (especialmente si se «endulza»).
– Aumento de accidentes.
• Riesgos no confirmados científicamente:
– Infecciones víricas respiratorias.
– Menor duración de la lactancia materna.
GUÍA PARA ENSEÑAR A DORMIR DESDE EL PRIMER DÍA DE NACIMIENTO
Las rutinas conductuales que debéis seguir:
1. Recomendamos que la mamá alimente al niño siempre que pueda en el mismo lugar, con luz, música ambiental suave y temperatura agradable. El bebé debe permanecer despierto durante todo el tiempo de la toma. Esto es bastante difícil, pues tiende a quedarse dormido cuando come. Háblale, hazle pequeñas caricias y estimúlale suavemente para que se mantenga despierto. Esto favorecerá que coma más y empiece a entender que la comida va asociada a estar despierto. La mamá debe seguir las normas de la lactancia materna a demanda o biberón, según su deseo y las recomendaciones de su pediatra.
2. Después de cada comida es preciso sostener al bebé en brazos despierto durante unos 10 minutos, para que elimine gases y para intentar evitar algunos cólicos. También ayudará a empezar la digestión. Estimúlale con caricias y háblale constantemente.
3. Después de cambiarle el pañal, lo colocaremos en la cuna, todavía despierto, para que aprenda a dormirse solito. Puede utilizar el chupete. Si se le cae, debes ayudarle a ponérselo las veces que haga falta.
4. Estas normas se seguirán en las tomas que correspondan al período del día. Las que correspondan al período nocturno, lo alimentaréis en vuestra cama y, después de cambiarlo, si lo precisa, volveréis a colocarlo en la cuna despierto.
5. Es muy recomendable que la mamá siga los mismos horarios de sueño que el niño. Así evitará en parte la depresión posparto. Se ha demostrado que un factor causante de esta depresión es la falta de sueño que sufre la madre cuando alimenta a su hijo.
¿POR QUÉ LLORA?
Es lo primero que hacen al nacer y prácticamente su única forma de comunicación verbal en los primeros meses. Aunque puede resultar preocupante y desesperante ver y oír llorar al bebé, en la mayoría de las ocasiones es señal de que tiene hambre o sueño, de que se siente incómodo con la ropa que lleva o en la posición en la que se encuentra, de que tiene el pañal mojado o algún dolor (los habituales cólicos) o malestar. A veces puede incluso estar reclamando atención y expresando el deseo de que se le coja en brazos y se le proteja. En cualquier caso, lo mejor es no alterarse y mantener la calma, hablarle con suavidad para que se tranquilice, acunarlo y arroparlo. Y, claro está, dar respuesta a su necesidad. No os preocupéis, pronto descubriréis qué es lo que requiere en cada momento. Tened en cuenta, además, que la intensidad del llanto se hará más fuerte en el segundo mes, luego irá descendiendo progresivamente conforme el bebé vaya creciendo. Y que es tan normal que algunos niños lloren como media 2,5 o 3 horas mientras otros bebés sanos lo hacen hasta 6 horas al día. Así que, paciencia y calma. En ocasiones, durante los cólicos, envolver a nuestro bebé con una sábana (como si se tratara de una momia) hará que se encuentre más seguro y cómodo, por lo que el llanto disminuirá en frecuencia e intensidad.
Alimentación. Dar el pecho o no darlo
Uno de los grandes dilemas a los que se enfrentan todas las madres, en especial las primerizas, es si dar o no el pecho a su bebé. Si bien es cierto que la mayoría de las mujeres prefiere hacerlo, porque piensa que es beneficioso para su hijo y que con ello el vínculo con él podrá ser mayor, no es menos cierto que las que optan por no hacerlo, o aquellas que, por el motivo que sea, no pueden amamantar a sus hijos, no son peores madres. Este punto debe quedar perfectamente asumido y aceptado para que, cualquiera que sea la opción escogida, os sintáis satisfechas con vuestra elección.
Los pechos de una mujer no se llenan de leche por el hecho de haber dado a luz. Será la succión del recién nacido la que provoque el incremento de la prolactina (una hormona) y ésta la que estimule los alvéolos mamarios para que la generen. Así, a la media hora de nacer el bebé ya buscará instintivamente vuestro pecho y tendrá capacidad de succión suficiente para intentar extraer alimento. No obstante, hasta 2-3 días después del parto no tiene lugar la subida importante de la leche (aunque depende de cada mujer). Los pechos se tensan e inflaman, lo que puede resultar molesto. El mejor alivio será que el bebé mame lo más a menudo posible, así los irá vaciando. Lo primero que extraerá de ellos es el llamado calostro, una sustancia amarillenta y viscosa, rica en proteínas, vitaminas y minerales. Pasados unos 3-4 días, las mamas comenzarán a producir la leche de transición y posteriormente la leche madura.
En los partos por cesárea, la subida de la leche suele tardar un poco más, pero eso no es motivo para no colocar al bebé en el pecho. Su succión puede contribuir a que el proceso se acelere. En cualquier caso, debéis tener mucha paciencia. Es probable que el bebé tenga hambre antes de que os haya subido la leche, y que por ello llore más de lo que os gustaría. Pero intentad mantener la calma. En sólo unos días podréis alimentarlo con normalidad. El calostro (la leche de inicio) es muy rica en proteínas y otras sustancias, de manera que en la mayoría de las ocasiones una menor cantidad es suficiente para mantener al bebé alimentado y nutrido.
Un mito que conviene desmontar, llegados a este punto, es que no por el hecho de tener el pecho de mayor tamaño se produce más leche. La cantidad de leche que el cuerpo de una mujer es capaz de generar dependerá en gran medida, entre otras muchas cosas, de las veces que dé el pecho a su bebé. De igual modo, con el tiempo, la producción de leche se irá adaptando a la demanda del pequeño. Asimismo, las mujeres que decidáis dar el pecho no tenéis por qué variar vuestros hábitos alimentarios, aunque es posible que sintáis más apetito y más sed y que necesitéis ingerir más líquidos. Ni «comer por dos» ni «ponernos a dieta». Sí conviene que evitéis el café y cualquier otra bebida excitante, así como tomar medicamentos y fumar.
¿Cómo dar el pecho? Ante todo, con mucha calma. En un ambiente relajado, sin estrés ni presiones de ningún tipo. Alimentar a tu bebé requiere tiempo y dedicación. Averigua la postura más cómoda para ti. Elige el sillón o butaca más adecuado (o la cama, si lo prefieres), colócate algún cojín para mantener la espalda recta, bien apoyada, los hombros relajados, y acerca el bebé a tu pecho, girado hacia ti, de modo que tu barriga y la suya queden enfrentadas. Será él quien busque instintivamente el pezón, y él mismo te hará ver cuál es la posición en la que se siente más cómodo. No obstante, tú puedes ayudarle. El pezón debe quedar por entero dentro de su boca, y ésta debe cubrir prácticamente todo el espacio de la aureola. Con una mano puedes sostener la mama para que no le presione la nariz y que así el bebé pueda respirar con normalidad mientras come.
También será el bebé quien decida cuánto tiempo dura cada toma. Es probable que los primeros días se canse antes, y que sólo esté unos 4-5 minutos en cada pecho. Poco a poco irá aumentando hasta los 10 minutos o más. Tras saciar su apetito, tendrá sueño, y los dos podréis aprovechar para dormir un poco. Lo más seguro es que en un par de horas se despierte y reclame de nuevo más alimento, y tú tienes que estar preparada.
Siempre que acabes de dar de mamar a tu pequeño, recuerda que es bueno que lo cojas en posición vertical, que lo apoyes sobre tu pecho y que esperes, mientras le acaricias la espalda y le das pequeños toquecitos, a que extraiga los gases (el esperado eructito). Si lo hace, bien, pero si transcurridos 5-10 minutos no lo ha hecho, es que no tiene necesidad de ello. Puedes acostarlo para que duerma un poco. Recuerda también que en la siguiente toma deberás ofrecerle al bebé el pecho que ahora le has dado en segundo lugar, pues seguramente no lo habrá dejado tan vacío como el primero.
Que des el pecho no quiere decir que seas imprescindible. Utiliza un extractor de leche o sacaleches para guardar una cantidad (en el frigorífico se puede conservar hasta 2 días, y congelada hasta 3-6 meses) y que el padre o alguna persona cercana pueda, en un momento dado, alimentar al bebé si tú no puedes hacerlo o si quieres descansar un poco. También te será de utilidad si tienes un acúmulo excesivo de leche para lo que demanda tu bebé.
VENTAJAS DE LA LACTANCIA MATERNA
Aunque se trata de una elección muy personal, la lactancia materna tiene una serie de ventajas que conviene considerar. La primera es que la leche materna transmite al recién nacido toda una serie de anticuerpos que le serán beneficiosos para prevenir infecciones, además de vitaminas y minerales. Sus componentes (lactosa, proteína y grasa) son asimismo fácilmente digeribles, lo que evitará la aparición de diarreas y estreñimiento. Además estos componentes van variando en función de la edad del bebé, de manera que se adaptan perfectamente a sus necesidades y favorecen la capacidad innata que tienen los niños de autorregular la cantidad de alimento que consumen en 24 horas. Y, por si todo eso fuera poco, la leche materna es gratis. También es cierto que el contacto corporal que comporta el hecho de dar el pecho y la satisfacción que tú, como madre, sentirás al poder alimentar a tu bebé, será beneficioso para él.
Para asegurarnos el éxito de la lactancia materna conviene iniciarla lo antes posible (nada más nacer, aunque no «notes nada en los pechos»). Se han de dar tomas frecuentes los primeros días, permitiendo que el bebé vacíe bien los pechos, y es importante tener paciencia y no precipitarnos en dar biberones por miedo a que no se alimente lo suficiente.
Pero ¿y si no puedes? El biberón es la alternativa. El dolor que sientes cuando el bebé se agarra al pecho y la aparición de grietas en los pezones son las principales causas de abandono de la lactancia. Si bien es cierto que una correcta colocación del pezón a la hora de que el bebé mame puede ayudar a prevenir estos contratiempos, una vez que aparecen, para muchas madres se hace muy difícil continuar dando de mamar a sus hijos. En otras ocasiones, el bebé no obtiene de la lactancia todo el alimento que necesita o, simplemente, la madre elige, por la razón que sea, no dar el pecho.
En cualquier caso, las fórmulas infantiles de leche son la alternativa. Como lo serán probablemente más adelante, cuando tengáis que comenzar a preparaos para volver al trabajo y os veáis obligadas a dejar de amamantar a vuestro bebé (podéis leerlo en el siguiente capítulo). Estos productos satisfacen las necesidades nutricionales del pequeño, pues reproducen la mayoría de las propiedades y la composición de la leche materna (proteínas, grasas, azúcares, vitaminas…). El hecho de alimentar al bebé con biberón facilita que los padres participen en la alimentación y refuercen su papel paternal desde el principio. Conviene subrayar que dar el biberón puede ser un momento de contacto entre ambos igual de intenso y emotivo. Todo depende del amor con que se haga.
¿Otras diferencias? Las fórmulas artificiales de leche se digieren más despacio que la materna, por lo que la frecuencia de las tomas acostumbrará a ser más dilatada. Eso sí: preparar un biberón requiere cierta metodología. En primer lugar, siempre hay que tener producto suficiente a mano y esterilizar el envase, las tetinas y el agua que se vaya a emplear (a menos que sea agua envasada). La ebullición durante un minuto continúa siendo eficaz; si la hervimos más tiempo, aumenta la concentración de nitrito y de otras sustancias, lo que no es saludable. Según la Asociación Española de Pediatría Extrahospitalaria, en nuestro país no es necesario hervir biberones ni tetinas; el lavado con agua, jabón y un cepillo adecuado, seguido de un aclarado abundante, es suficiente. Salvo por prescripción facultativa, por cada 30 centímetros cúbicos de agua pondremos una medida de leche en polvo (van incluidas en los botes). Lo ideal es preparar el biberón inmediatamente antes de la toma, pero podemos preparar los de todo el día y guardarlos en la nevera a 4°C, o incluso menos, y calentarlos al baño María llegado el momento.
Antes de dar la leche al bebé hay que asegurarse de que su contenido está ya tibio, no demasiado caliente. Bastará con que eches unas gotas en la cara interna de tu muñeca. Si se ha enfriado demasiado, evita calentarlo en el microondas. Es mucho mejor colocarlo bajo un chorro de agua caliente del grifo. Es cierto que la digestión del bebé es más lenta que con el pecho, por lo que existe mayor probabilidad de que tenga gases o estreñimiento.
Los temidos cólicos son uno de los motivos de llanto más habitual en los bebés de escasas semanas. Los llamados cólicos del lactante son quizá la dolencia más frecuente en esta etapa (una cuarta parte de los bebés los padece). Suelen aparecer a partir de las 3-4 semanas, cuando el pequeño ya se alimenta con normalidad, y desaparecen hacia los 4 meses. No obstante, en realidad no sabemos a ciencia cierta qué son los cólicos, qué los produce y por qué unos niños tienen más que otros. Lo único cierto es que son benignos y transitorios. Da igual que el bebé tome pecho o biberón. Los cólicos pueden aparecer indistintamente, con más frecuencia por la tarde y la noche, y pueden durar unos minutos o varias horas.
El cólico se distingue por:
Es «edad-día» dependiente: suele iniciarse a las 3-4 semanas, su punto más crítico se distingue hacia las 6 semanas de vida y disminuye hacia los 3 meses, predominando en las últimas horas de la tarde o de la noche.
Se acompaña de una serie de conductas: llanto inconsolable de manera constante y en muchas ocasiones con abdomen distendido y duro, expulsión de gases, puños cerrados, piernas flexionadas y espalda arqueada.
El llanto se inicia y finaliza de manera brusca.
¿Qué podemos hacer si el bebé tiene cólicos?
Continuar con la lactancia materna si ésta era la forma de alimentación.
No adelantar los alimentos sólidos.
No empezar a cambiar de fórmulas o a utilizar fórmulas sin lactosa.
Evitar la sobrealimentación.
Cuando el bebé llore: acariciarlo y, si es preciso, cogerlo en brazos.
Mecer al bebé en decúbito prono (tumbado boca abajo).
Evitar el exceso de estímulos (luz, música…).


