Pan y salud

Xavier Barriga
María Jesús Callejo

Fragmento

Pan y salud

Índice de recetas

Pan y salud

Introducción. ¿Por qué este libro?

El contexto

El pan, alimento imprescindible

El pan de antes y el pan de ahora

¿Cuánto pan debo comer?

Pan y nutrición

Los cereales: base de la alimentación

La energía que necesitamos

Macronutrientes

Micronutrientes

Panes integrales y salud

¿Qué son los cereales integrales?

El valor nutricional de la harina

Las bondades de la fibra

Otros compuestos sanos que se pierden con el salvado

El trigo, el gluten y el pan

El trigo

El gluten

¿Qué es la celiaquía?

Otras intolerancias al trigo

¿Se puede hacer pan sin gluten?

Otras harinas y cereales importantes

Los trigos ancestrales: origen y evolución del trigo

Los pasos básicos

Espelta

Kamut®

Centeno

Cebada

Avena

Maíz

Teff

Tritordeum

Los desconocidos pseudocereales

Diferencia entre cereales y pseudocereales

Amaranto

Quinoa

Trigo sarraceno

Cuando el proceso hace el pan más nutritivo y sabroso

Granos germinados

Granos intactos escaldados

Masa madre

Fermentación lenta y larga: el pan está más rico

Panes más saludables y sabrosos

Los mitos sobre el pan

Índice de recetas

Pan de espelta integral «sin»

Pan de Kamut®

Pan de centeno integral con chocolate y pistachos

Hogaza de espelta y centeno integrales

Pan de cebada con pipas de girasol

Pan de avena

Tortitas de maíz blanco con pipas de calabaza sin gluten

Pan de teff con semillas de lino marrón sin gluten

Trenzas de tritordeum

Pan-pastel de amaranto y naranja sin gluten

Barritas de quinoa con salvado de quinoa roja

Pan de sarraceno integral con harina escaldada sin gluten

Crepes de sarraceno integral y germinados de alfalfa

Pan integral de trigo con granos de avena, trigo y cebada escaldados

Receta básica de masa madre

Pan de masa madre

Pan de fermentación lenta

Pan de sémola gruesa de trigo duro

Bastoncitos de harina de garbanzo tostada y sésamo

Chusco semiintegral de trigo y centeno con semillas y malta tostada

Brioche de aceite de oliva y almendra laminada sin proteína de la leche y sin sal

Sobre los autores

Sobre este libro

Créditos

Notas bibliográficas

cap

Dedico este libro a la memoria de mi padre, Ramón Barriga, y a mi madre, Joana Molina.

Xavier Barriga

A la Lupe, Javi, Luis y Ana.

María Jesús Callejo

cap

Introducción. ¿Por qué este libro?

Nos encontramos en un momento de nuestra historia en que la cultura y la gastronomía van de la mano, y, en este contexto, la alimentación desempeña un papel fundamental en la forma de vivir de cada persona. El pan, que acompaña casi todas las comidas del día, es uno de los actores principales en este juego de influencias mutuas.

Por suerte para una buena parte de los ciudadanos, el mundo de la panadería, que ha estado siempre ahí pero con períodos de letargo, vuelve a florecer con fuerza gracias a un movimiento de recuperación de la cultura del pan que en nuestro país se inició sobre todo en Barcelona hacia el año 2008, y aunque empezó de forma tímida, poco a poco se está extendiendo y afianzando en toda la geografía española. Cada vez hay más personas que quieren consumir buen pan, un producto que da la impresión de gustar a todo el mundo y que, cuando es bueno, tiene aún más fervientes seguidores.

Aquí no vamos a extendernos sobre la simbología del pan ni lo que representa en cuanto a alimento tradicional, sino que nos centraremos en el pan como alimento básico y bueno. A menudo se considera bueno lo que se describe como rústico, artesano, de pueblo, del abuelo o de la abuela..., adjetivos usados en ocasiones como disfraz y que de tanto oírlos y repetirlos suenan vacíos y carentes de significado.

Cuando hablamos de bueno o malo, deberíamos definir antes qué es lo que entendemos por un buen pan. Personalmente creo que un buen pan, o un pan bueno, es el que cumple tres requisitos básicos. El primero es que sepa bien, que esté rico, sin necesidad de más adjetivos. Casi todo el mundo tiene guardado en un rincón del cerebro el sabor, la textura y el aroma de un buen pan, un recuerdo muchas veces instalado en la memoria desde que éramos pequeños y que sigue ahí, agazapado pero presente.

En segundo lugar, el pan debe sentar bien, facilitar la digestión, no resultar pesado y no provocar reacciones no naturales en el organismo. Hoy en día, siguiendo una corriente que nos llega del otro lado del Atlántico, existe la tendencia a considerar que el pan, el trigo y el gluten, metidos todos en el mismo saco, son los causantes de ciertas patologías, como hinchazón de estómago, urticaria, dolor de cabeza y otros «tremendos» males, tendencia fomentada últimamente por una pequeña parte del colectivo médico. Deberíamos tener en cuenta que hace miles de años que la especie humana consume trigo y otros cereales como base de su alimentación. Comer pan es algo casi tan viejo como la propia humanidad y nunca antes se había hablado de ello con tanta insistencia.

El tercer (y no menos importante) requisito que deberíamos exigirle a un buen pan es que sea capaz de aportar nutrientes a nuestro organismo, que no sea un pan vacío, carente de las sustancias que necesitamos y de las que no es nada recomendable andar escasos. En las siguientes páginas nos dedicaremos especialmente a ellas.

Sin embargo, lo cierto es que en la panadería algunas cosas han cambiado: se han mecanizado los obradores y se ha industrializado parte del proceso con la entrada en el mercado de las masas congeladas y refrigeradas; se fabrica un tipo de pan diferente (se ha pasado de las hogazas de dos kilos a las barras largas y estrechas) y se elabora con sistemas nuevos, en los que se han acortado las fermentaciones y los reposos hasta límites insostenibles (lo cual solo funciona con la ayuda de aditivos e ingentes cantidades de levadura), así como los tiempos de cocción. Y la enumeración de cambios podría seguir.

Estos nuevos procedimientos han obligado, en cierta manera, a usar otro tipo de trigo. El panadero se ha visto forzado a exigirle al harinero, y este al agricultor, trigos de más fuerza, con mayor cantidad de proteínas (gluten), más resistentes a plagas y a las adversidades del clima, y más productivos. Se ha pasado de panificar con trigos que contenían un 8 % de proteínas a hacerlo en muchos casos con trigos de no menos de un 12 %.

Rectificar esto va a ser no difícil, sino imposible. La sociedad actual demanda unos tipos de pan diferentes de los que gustaban hace cien años. Y nadie quiere volver atrás, no se consumirán de nuevo panes de dos kilos, tupidos y feos, aunque buenos, de aquellos que al cabo de una semana aún se podían comer, entre otras cosas porque había mucha hambre y no existían las baguettes calentitas todo el día.

Pero esto no es el final y el panadero debe ser consciente de que el progreso está en el regreso. Los panaderos tenemos una premisa no negociable: nuestra obligación es hacer un pan bueno, sano, digestivo y nutritivo, usando la tecnología que nos lo permita y nada más. No podemos seguir poniendo en peligro el oficio de panadero, ni escondernos detrás de tiendas bonitas, elegantes, con café, pastelería y muchas otras cosas cuando nuestro producto (el pan) no tiene la calidad que debe tener.

Quiero aprovechar la oportunidad que me dan estas líneas para reivindicar una panadería noble, que recupere los valores que siempre debería haber mantenido como propios pero que en muchas ocasiones, por desidia, falta de ilusión y de relevo generacional y por muchos otros factores, se han dejado perder. Panaderías en las que se amasa, fermenta y hornea el pan cada día. Y no solo eso, no hablo de apariencias ni de vender humo, hablo de panaderos comprometidos con su oficio, que escogen la materia prima con la que trabajan (básicamente la harina), que cuidan y mantienen sus masas madre, que reducen o eliminan los aditivos y las cantidades de levadura para elaborar panes con más reposos y fermentaciones largas, que hornean sus panes en hornos de piedra refractaria, en definitiva, que defienden su producto y no olvidan su responsabilidad ante el cliente al cual sirven a diario.

Aprender a elaborar, distinguir y consumir un buen pan. Saber qué se esconde detrás de esa mezcla sencilla pero a la vez tan compleja de harina, agua, sal y levadura y conocer mejor los nutrientes que ingerimos con el pan y para qué los necesitamos. Estas pocas palabras, concisas, importantes, claves para la alimentación, resumen la intención de este libro, centrado en un producto de consumo diario, lleno de simbología y de historia. Un pan que nos ha ayudado a crecer, a nosotros y a cientos de generaciones pasadas, y que esperamos que ayude también a crecer de manera sana a la generación de jóvenes de hoy y a los que están por llegar.

¡Salud y buen pan!

Xavier Barriga

cap

Si existe un nexo entre los dos autores que firmamos este texto es nuestro deseo de poner en valor, desde el ámbito profesional en el que cada uno nos movemos, el papel del pan en la alimentación, pero también de darle al lector las herramientas necesarias para disfrutar de la experiencia de hacer pan en casa, un pan saludable y sabroso.

Los cereales constituyen, desde los primeros días de la agricultura y la domesticación de los granos, la fuente más importante de energía para el hombre. Probablemente el proceso de panificación fue precedido de la cocción de una mezcla de cereales machacados, parecida al porridge o las gachas, y los panes primitivos eran planos y ácimos.

El grano de cereal es en sí mismo un sofisticado reservorio de macronutrientes y de muchos componentes menores biológicamente activos. Por consenso se colocan los cereales y el pan en la base de las pirámides nutricionales, con la recomendación de consumirlos en todas las comidas del día, y de que alguna de las raciones sea en forma integral. Numerosos estudios epidemiológicos evidencian que el consumo de cereales integrales y fibra derivada de cereales protege contra algunas enfermedades crónicas relacionadas con el estilo de vida sedentario, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer.

No obstante, más allá de todos estos argumentos, que por otro lado son suficientes para incorporar el pan a la dieta diaria, está la satisfacción, difícil de explicar con palabras, que se experimenta cuando uno mismo es capaz de elaborar su propio pan. Comprobar cómo la mezcla de harinas se transforma en una masa con unas propiedades físicas extraordinarias tras el amasado, y cómo van apareciendo unos aromas únicos tras la fermentación más o menos larga, aromas que alcanzarán su punto máximo cuando la masa ya cocida salga del horno, es sumamente gratificante.

Hacer pan en casa ofrece la posibilidad de comer un pan saludable, en la medida en que decidamos elegir aquellas materias primas o procesos que aumenten las propiedades nutricionales del pan; pero también nos permite disfrutar de panes muy variados en lo que respecta a sus propiedades sensoriales, diferentes en cada una de las piezas que horneamos. Descubriremos que los aromas y la textura de la miga o una corteza más o menos espesa y crujiente, entre otras, son características del pan que variarán enormemente según la receta que elijamos de entre las veinte que se ofrecen en esta obra, y que darán a nuestras piezas un sabor distinto en cada caso.

El texto hace una aproximación a los aspectos que relacionan el pan con la salud y el placer de comer un buen pan. Incluimos recetas en varios capítulos para poner en práctica los consejos y fundamentos del libro y acercarnos a la experiencia gastronómica con conocimiento. Así, disfrutaremos de la satisfacción de ofrecer en la mesa, junto a los demás platos, un pan que nosotros mismos hemos horneado.

A grandes rasgos, en este libro se abordan temas relacionados con los productos integrales, las propiedades exclusivas de algunos cereales y pseudocereales, el papel de las tecnologías para hacer más saludable el pan y las posibles intolerancias o alergias a la proteína de algunos cereales. Incorporamos al comienzo dos capítulos un poco más generalistas, para sentar una base teórica sobre el papel de los diferentes componentes de los alimentos en la salud.

Nos gustaría que, tras la lectura de estas páginas, el lector tuviera más argumentos para valorar el pan, pero por encima de todo nuestro deseo es animarlo a que viva la experiencia de hacer pan con sus manos, un pan que podrá disfrutar y compartir.

María Jesús Callejo

cap

EL CONTEXTO

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cap

El pan, alimento imprescindible

Hace unos siete mil años, durante el Neolítico, empezó a cultivarse el trigo como alimento, y desde entonces este cereal —y después el pan como producto directamente derivado— es uno de los componentes básicos de la dieta de gran parte de los pueblos del mundo, y en especial de los países de la cuenca mediterránea. El pan, gracias a sus cualidades nutricionales y a su importancia económica y social, ha tenido un papel fundamental en el equilibrio alimentario de la mayoría de las regiones y muy concretamente en el desarrollo histórico de Europa.

España ha sido durante siglos un país con un gran consumo de pan y con una enorme diversidad en la manera de elaborarlo, tanto por las distintas formas y tamaños de las piezas como por la variedad en la mezcla de los componentes. Así encontramos desde panes elaborados con masas duras (450 g de agua por cada kilo de harina) propios del sur y el centro hasta panes hechos con la misma cantidad de agua que de harina (1 kilo de agua por cada kilo de harina), como los que se hacen en Galicia.

A pesar de esta larga tradición, el consumo de pan en nuestro país, y en general en todo el mundo, ha sufrido un descenso muy significativo desde mediados del siglo XX hasta nuestros días. Actualmente España es uno de los países de Europa con un consumo per cápita de pan (kilos por persona y año) más bajo, consumo que en el año 2014 fue de 98,57 g por persona al día. Conviene destacar que esta cantidad está muy por debajo de la recomendada actualmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 220-250 g de pan por persona al día.

El pan ha perdido el lugar privilegiado que ocupaba en los hábitos alimentarios de los países que hoy son ricos y desarrollados, donde se tiene acceso a la abundancia. Actualmente disponemos de multitud de alimentos y productos que están, en muchos casos, en interdependencia nutricional y económica con el pan. En los últimos treinta o cuarenta años ha aumentado mucho la oferta de productos derivados de los cereales, y estos compiten directamente con el pan como alimento básico.

Por el contrario, parece un contrasentido que consumamos productos más y más energéticos cuando las necesidades nutritivas del hombre son cada vez menores debido a los cambios en los hábitos de vida y en la manera en que nos movemos.

La mala calidad que ha tenido el pan durante mucho tiempo (salvo, como todo en la vida, las excepciones que confirman la regla), el cambio de estilo de vida, la incorporación de las mujeres al mundo laboral, los continuados errores de una parte del colectivo médico, que eliminaba de raíz el pan de cualquier dieta de adelgaza

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