Los sueños de la bella durmiente

Emiliano González

Fragmento

Título

ARAÑAS Y ESPLENDORES

EL DESPERTAR DE LA BELLA DURMIENTE
MIGUEL LUPIÁN

Cada vez que pienso en Los sueños de la bella durmiente, mi libro favorito de todos los tiempos, tres palabras me embrujan: intuición, coincidencia y amor.

Supe de esta obra en 2009, durante un diplomado en literatura fantástica y ciencia ficción.1 Todos los alumnos desconocíamos el libro y a su autor, salvo una compañera, Ana Paula Rumualdo:

Recorría los pasillos PQ de la Biblioteca Central de la UNAM en busca de alguna lectura inquietante. Entonces me topé con un título que llamó mi atención: Los sueños de la bella durmiente. La portada era un seductor collage. De inmediato lo pedí prestado y comencé a leerlo en el largo trayecto que empezó en Copilco y terminó, por hipnótica distracción, en Indios Verdes. Un mundo fantástico (y en español) se abrió ante mis ojos. Era el año 2000. Desde entonces quise encontrar ese libro y ponerlo en mi cabecera para que me contagiara con sueños verdes. El autor, me imaginé, debía ser un hombre famoso, asediado (lo merecía) y completamente extraño. El libro fue publicado cuando Emiliano González tenía 23 años. ¿Cómo se tiene todo ese bagaje, toda esa riqueza a tan temprana edad?, me preguntaba y, en una ingenua respuesta, me imaginaba a González como al mismísimo Roderick Usher, pero aquejado por una extraña enfermedad que le impedía exponerse al sol; sus padres, cultísimos, habrían decidido educarlo en casa y dejar a su disposición su maravillosa biblioteca personal. No fue sino hasta que pasaron nueve años que el súper poder librero de Miguel Lupián puso no uno, sino dos ejemplares en mis manos. Con eso ya podía quedar en paz.

Contagiado por el entusiasmo de Ana Paula y fascinado por su tan peculiar escritura, recorrí todas las librerías de viejo de la ciudad en busca del boleto dorado, y poco a poco me fui haciendo de los demás libros (iguales o más difíciles de conseguir) que componen su obra:

Miedo en castellano: 28 relatos de lo macabro y lo fantástico (Samo, 1973), Los sueños de la bella durmiente (Joaquín Mortiz, 1978), La inocencia hereditaria (Ediciones Mester, 1986), Almas visionarias (FCE, 1987), La habitación secreta (FCE, 1988), Casa de horror y de magia (Joaquín Mortiz, 1989), El libro de lo insólito (FCE, 1989), Orquidáceas (FCE, 1991), Neon City Blues seguido de La muerte de Vicky M. Doodle (Alfaguara, 2000), Historia mágica de la literatura I (Editora y distribuidora Azteca, 2007), Ensayos (FCE, 2009) y La ciudad de los bosques y la niebla: textos recuperados (Universidad de Guanajuato, 2019). A esta lista podríamos agregar una edición incompleta de Los sueños de la bella durmiente (Conaculta, 2005), una selección de cuentos traducidos al italiano llamada Penumbria (Edizioni Arcoiris, 2017) y cinco volúmenes cartoneros con sus dibujos titulados Mujeres (Ediciones Alternas, 2019-2020).

En 2012, Ana Paula, unos amigos (Pok Manero, Carlos Meléndez) y yo creamos un proyecto digital enfocado a lo fantástico: Penumbria, revista fantástica para leer en el ocaso.2 Evidentemente, su nombre es un tributo a la ciudad imaginaria de nuestro escritor favorito. Un año más tarde conseguimos su número telefónico. Le contamos del proyecto y nos invitó a comer a su casa, “una cápsula en el tiempo en cuyas paredes conviven Toledo, Cuevas, Beardsley, Khnopff y, por supuesto, González”, observó Ana Paula. Tanto Beatriz Álvarez Klein (con quien co-antologó El libro de lo insólito) como él nos recibieron de forma muy amable. Les mostramos las portadas de nuestros números (en cada uno le pedimos a los ilustradores que se basaran en algún cuento de Los sueños de la bella durmiente). Por su parte, Emiliano nos regaló muchísimo material (periódicos, revistas, copias fotostáticas, manuscritos) donde aparecían sus cuentos (que hace poco reuní en La ciudad de los bosques y la niebla) y nos contó sobre la intuición literaria: “A veces escribía algún texto y, años después, al leer autores hasta entonces desconocidos para mí, me daba cuenta de que su trabajo tenía reminiscencias de lo que yo había escrito”. Mientras nos decía esto, Ana Paula tomó una revista al azar y leyó el cuento “La hija del dios arácnido” y le hizo saber a Emiliano que guardaba muchas semejanzas con su propio cuento “Canción de cuna para dormir arañas” (incluido en nuestro número impreso conmemorativo Penumbria año I). “¿Viene aquí?”, preguntó Emiliano señalando el ejemplar de Penumbria. “Sí”, contestó Ana Paula. Después de unos minutos, concluyó: “Me gusta, es contundente. ¿Me lo firma?”

Hubo más charlas, más encuentros donde intercambiábamos anécdotas y libros: yo le llevaba, además de los míos, autores contemporáneos que me remitían a su obra; a su vez, él me regalaba algunos que le recordaban a la mía. Y las coincidencias seguían manifestándose, como en aquella ocasión, después de una de nuestras reuniones, que encontré, en un carnaval de libros, Los grabados fantásticos de Wendel Dietterlin. Lo abrí al azar y encontré la famosa columna quebrada que Emiliano González utilizó en el collage de la portada de Los sueños de la bella durmiente; imagen que había impreso en playeras, botones y en estampas que regalaba y pegaba en el metro, en los postes. Lo curioso de esta situación es que hace poco, mientras los editores trabajaban en la portada de esta edición, Emiliano me confesó que él le había propuesto a Joaquín Mortiz una portada de una mujer desnuda con un monstruo a la manera de Virgil Finlay (portadista habitual de Weird Tales), pero la rechazaron; en protesta, hizo el collage de la columna y el esqueleto.

En cuanto al título, que nos remite automáticamente al cuento de hadas inmortalizado por Basile, Perrault y los hermanos Grimm, existen algunos datos curiosos. En un ensayo sobre las arañas en la literatura, Emiliano apunta que hace mucho tiempo descubrió que “araña” y “España” terminaban igual en español y comenzaban igual en inglés: “spider” y “Spain”. Este hecho lo hizo alguna vez imaginar un título para un libro: Spiders and Splendours (Arañas y esplendores), pero finalmente el libro se tituló Los sueños de la bella durmiente, que recordó de un fragmento de La vida de los doce Césares de Suetonio que leyó en un “cuento de Poe sobre la calle Morgue”:

El perverso emperador Tiberio preguntaba a los gramáticos: “¿Qué canción cantaban las sirenas? ¿Qué nombre tomó Aquiles cuando se escondió entre las mujeres?” Como los personajes eran imaginarios, la respuesta debía ser imaginaria también. En mi fantasía, un moderno Tiberio pregunta a un autor i

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