Eric (Mundodisco 9)

Terry Pratchett

Fragmento

sería sorprendente que no hubiera accidentes de vez en cuando, y uno especialmente espectacular lo había convertido en simio. No mucha gente tenía la oportunidad de abandonar la especie humana sin perder la vida, y desde entonces él había rechazado enérgicamente todos los esfuerzos para hacerlo regresar a su antigua forma. Como era el único bibliotecario del universo que podía coger libros con los pies, la universidad no había insistido sobre el tema.

Aquello también comportaba que su idea de una compañía femenina deseable ahora se pareciera más bien a un saco de mantequilla embutido en un rollo de neumáticos viejos, así que tuvo suerte de salir únicamente con quemaduras leves, dolor de cabeza y unas ideas algo ambivalentes sobre los pepinos, que se disiparon a la hora de la merienda.

En la biblioteca, por encima de él, grimorios chirriaron y agitaron las páginas con asombro mientras el corredor invisible atravesaba las estanterías y desaparecía, o, mejor dicho, desaparecía todavía más…

Ankh-Morpork se despertó gradualmente de su modorra. Algo invisible que gritaba a pleno pulmón estaba cruzando hasta el último rincón de la ciudad y dejando tras de sí una estela de destrucción. Allí por donde pasaba, las cosas cambiaban.

Una pitonisa de la calle de los Artesanos Habilidosos oyó que los pasos atravesaban corriendo el suelo de su dormitorio y se encontró con que su bola de cristal se había convertido en una esfera de vidrio transparente con una casita dentro y copos de nieve.

En un rincón tranquilo de la taberna del Tambor Remendado —donde las aventureras Herrena la Homicida Hortera,

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