El siglo XX (Historia de las mujeres 5)

Georges Duby
Michelle Perrot

Fragmento

cap-1

Presentación

Georges Duby y Michelle Perrot

Cuando la editorial Laterza nos propuso trabajar en una Historia de las mujeres, aceptamos entusiasmados.

Estamos convencidos de que ha llegado el momento de presentar al gran público el balance de las investigaciones que con tanto vigor se han desarrollado en estos últimos veinte años, primero en el mundo anglosajón y más tarde en Francia, Italia y los otros países europeos.

Durante mucho tiempo las mujeres quedaron abandonadas en la sombra de la historia. Luego comenzaron a salir de esa sombra, incluso gracias al desarrollo de la antropología, a la atención que se prestó al tema de la familia, a la afirmación de la historia de las “mentalidades” que se dirige a lo cotidiano, a lo privado, a lo individual. Pero fue sobre todo el movimiento de las mujeres el que las ha llevado al escenario de la historia, con ciertos interrogantes acerca de su pasado y de su futuro. Y las mujeres, en la universidad y fuera de ella, han abordado la investigación sobre sus antepasados, a fin de comprender las raíces del dominio que padecieron y el significado de las relaciones entre los sexos a lo largo del tiempo y a través del espacio.

En efecto, precisamente de esto es de lo que se trata. El título de Historia de las mujeres tiene una indudable capacidad evocadora. Pero es menester cuidarse mucho de creer que las mujeres sean objeto de historia en tanto tales. Lo que intentamos comprender es su lugar en la sociedad, su “condición”, sus papeles y su poder, su silencio y su palabra. La variedad de las representaciones de la mujer, una vez Dios, otra Madona, otra Bruja…, he ahí lo que queremos recoger en la permanencia y en las transformaciones.

Una historia de relaciones, que pone sobre el tapete la sociedad entera, que es historia de las relaciones entre los sexos y, en consecuencia, también historia de los hombres.

Una historia de larga duración —de la Antigüedad a nuestros días—, que reproduce en los cinco volúmenes la periodización de la historia de Occidente. En efecto, nuestra atención se centra en esta zona del mundo: el Mediterráneo y el Atlántico son nuestras orillas. Esperamos que un día se produzca una historia de las mujeres en el mundo oriental o en el continente africano. Es probable que tengan que escribirla las mujeres y los hombres de esos países.

“Feminista” en la medida en que está escrita desde una perspectiva igualitaria, nuestra historia pretende estar abierta a las distintas interpretaciones. No queremos hablar en código ni levantar vallas ideológicas, sino todo lo contrario: nos interesa proponer interrogantes nuevos, a la vez que afirmarnos en una pluralidad de figuras y de temas, con una multiplicidad de puntos de vista. La Historia de las mujeres es el fruto de un trabajo de equipo, que se realizó bajo nuestra dirección. Cada volumen se confió a la responsabilidad de una historiadora que, a su vez, llamó a colaborar a un grupo de autores, según criterios de competencia, deseos y disponibilidad. Setenta personas en total: naturalmente, no es la totalidad de los estudiosos que trabajan en estos temas, pero sí —esperamos— una muestra significativa de ellos.

Auguramos a quienes lean esta Historia de las mujeres que la obra será para ellos a la vez balance provisional, instrumento de trabajo, placer de la historia y lugar de la memoria.

cap-2

Introducción

Françoise Thébaud

Al escuchar hoy en día —privilegio de la historia contemporánea— vidas de mujeres que han pasado a lo largo del siglo, nos asombra la tragedia y la grandeza de su existencia. Repentinamente cogidas por la guerra, la revolución o la dictadura, pero también espectadoras y actrices de un enorme trastorno de la relación entre los sexos.

Esto no quiere decir que el siglo XX marque término alguno de la historia de las mujeres, tras un continuo e ineluctable progreso hacia su emancipación. Aun cuando el siglo XX geopolítico, que nace en medio del huracán de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución rusa, esté hoy en día definitivamente muerto, la noción de “fin de la historia”, que se ha utilizado para designar el triunfo del liberalismo tras el hundimiento del bloque del Este, no ha resistido por mucho tiempo el embate de los acontecimientos europeos o mundiales. Por otra parte, ¿qué significaría para las mujeres? ¿El crepúsculo de los varones en la afirmación de una sociedad extraña a la de los hombres? ¿El advenimiento de un mundo de gemelos de sexo opuesto, de un mundo en el que “cada uno es el otro”? ¿O la constitución de un espacio verdaderamente común a hombres y mujeres, un espacio en el cual la igualdad de derechos y de oportunidades preservaría la diferencia de las identidades? Los feminismos contemporáneos, centrados en la constitución de un sujeto femenino y presa continua de la tensión entre la necesidad de construir una identidad femenina y la de demoler la categoría “mujer”, siguen debatiendo la cuestión, aunque parezca que en la construcción de un futuro sea cada vez más deseable una tercera vía, a modo de síntesis. ¿Qué quiere una mujer? ¿Qué quieren las mujeres? Actor sexuado de una historia en desarrollo, el lector encontrará en este libro material de reflexión, aunque no la respuesta a esta pregunta, que no corresponde al orden del saber ni podría constituir el hilo conductor de una historia de las mujeres.

Tal vez resulte más asombroso aún no hallar el relato cronológico de la emancipación femenina, puesto que tan evidente resulta que la vida de las niñas no se asemeja a la de sus madres, y tan indudables y acumulativas parecen sus conquistas (derecho de voto, maternidad sin peligro, anticoncepción, oportunidades profesionales…), hasta llegar a atribuir a las mujeres una manifiesta superioridad en términos de esperanza de vida. ¿Pero qué es una “conquista”, producto de una construcción social que, precisamente, es menester deconstruir? Hay que preguntarse por su naturaleza, por la manera en que se presenta, por sus adversarios y sus promotores, por sus consecuencias y los replanteamientos que acarrea tanto en el plano real como en el simbólico. Y pensar —allí están, para recordárnoslo, el peso actual de la militancia antiabortista o el desarrollo del SIDA— que quizá ninguna conquista es definitiva. Conservar de su origen militante la idea de que la historia de las mujeres obedece, ante todo, a la de progreso obstaculiza nuestra comprensión de fenómenos que son mucho más complejos.

Olvidadas las masacres y los años negros, la percepción positiva del siglo XX, de un siglo XX conquistador y que se opone al siglo victoriano, está condicionada por una serie de imágenes: la garçonne, producto de la guerra y de los años locos, la mujer “liberada”, producto de la píldora, o incluso la “superwoman” de los años ochenta, producto del feminismo y de la sociedad de consumo, capaz de hacer malabarismos entre su carrera, sus hijos y sus amores. Pero, en su cont

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