Poemas

Constantinos Cavafis

Fragmento

prólogo

PRÓLOGO

I. BIOGRAFÍA

Constandinos Petros Cavafis nació en Alejandría (Egipto) el 29 de abril de 1863. Fue hijo de Petros Yanis Cavafis y de Jariclía Fotiadis, que descendían de familias de la burguesía de Constantinopla y de la aristocracia de la isla de Quíos, respectivamente. Hijo menor de nueve hermanos, a los siete años se queda huérfano de padre. Y a la intensa aflicción que sufre la familia se une el pesar por la coincidencia con una grave crisis de la empresa comercial Cavafis y Cía., de la que su padre era propietario junto con sus hermanos. La empresa, dedicada a la elaboración de algodón, tenía sucursales en Manchester, Liverpool y Londres.

En 1872 su madre levanta la casa de la calle Cherif, en la que había nacido el futuro poeta y en cuya planta baja estaba la sede de la empresa familiar, y se traslada con sus hijos a Liverpool. Residen en Inglaterra durante siete años, con una breve estancia en Londres en 1877. La educación de Cavafis es totalmente inglesa y el inglés se convierte en su segunda —si no su primera— lengua. En inglés hace sus primeros pinitos poéticos e incluso nos han llegado tres poemas suyos escritos en este idioma, además de algunas notas personales. El crash que en 1876 sacude la economía egipcia acarrea también el cierre definitivo de la firma Cavafis y Cía. al año siguiente. En 1877 la familia, con excepción del hermano mayor, regresa a Alejandría y Cavafis cursa estudios de comercio.

Es 1882 un año negro en la historia de Alejandría, con varias decenas de muertos en los disturbios del 11 de junio y el criminal bombardeo de la ciudad, el 12 de julio, por la armada británica. Entre las cerca de veinte mil personas que huyen de Egipto, Jariclía y seis hijos suyos —de los siete que le quedaban por esas fechas— se trasladan en un barco austriaco a Constantinopla, donde residen por tres años. Aunque el poeta vivió allí con dificultades económicas, siempre guardó buen recuerdo de esta ciudad, sin duda porque allí empezó a solucionar su vida amorosa —de orientación homosexual— con el descubrimiento de los burdeles. Esta orientación homosexual era considerada entonces socialmente en todos los países del mundo como una auténtica peste suministrada por el mismísimo diablo.

En 1885 vuelve a Alejandría, donde se establece ya definitivamente. Siguió allí unos años estudiando por libre —no tuvo ningún título universitario— y comenzó a trabajar en la bolsa algodonera y a colaborar en el diario Tilégrafos. En 1889 entró en el Servicio de Riegos del Ministerio de Obras Públicas, donde, tras tres años iniciales de meritorio sin salario, trabajó hasta 1922. Unos breves viajes a París, Londres y Atenas, en distintos años, le aliviaron un poco la rutina laboral. En su primer viaje a Atenas, en 1903, el poeta ha cumplido ya los cuarenta años. En 1922 se jubila para beneficiarse de la indemnización que ofreció Saad Zaglul a los empleados del gobierno que se retiraran en aquella fecha, según cuenta Liddell en su espléndida biografía de Cavafis. Al abandonar la oficina dijo con resignación cristiana: «Por fin me veo libre de esta asquerosidad». Sus ahorros y sus saneados negocios como agente de bolsa le permitían un buen pasar. Alejado ya desde 1912 de la vida social, su vida se fue centrando, sobre todo en su última década, en su piso de la calle Lepsius, donde se entregó a la lima minuciosa de sus poemas hasta la víspera de su muerte.

Fue aficionado a los dulces, no exactamente tacaño pero sí muy mirado en sus dádivas, y jugador cauto de diversos juegos —bacarrá, ruleta, quinielas de partidos de tenis, de carreras de caballos y de bicicletas—, muy reservado en sus confidencias, y de conversación brillantísima. Según lo describe Pontani —su excelente traductor al italiano—, «físicamente tuvo rasgos gruesos, boca sensual, ojos grandes y penetrantes, a veces extremadamente tristes, pronunciación levemente inglesizante, porte y atuendo señorial, andares lentos y arrastrados. Le gustó circundarse de un aura mítica y misteriosa, y a muchos les pareció un habilísimo actor, mientras quizá era solo un singular y patético personaje». Aquí a Pontani se le fue un poco la lengua —juro que a mí también se me irá en este prólogo— al calificar a Cavafis de «patético personaje». ¿Qué persona no resulta patética desde el momento en que dejamos de mirarla con empatía? Hasta el mismo poeta valenciano Francisco Brines, que es prácticamente un santo, ya ha escrito que «a la debida distancia cualquier vida es de pena».

Cavafis, muy bien relacionado con la burguesía alejandrina, conoció también a fondo los entresijos del proletariado en las tabernas y garitos que frecuentaba. Pero su profundo aprecio por los bellos muchachos de humilde extracción social nunca le llevó a confundir la adoración de sus cuerpos con el compromiso político. Sinceramente partidario del progreso social y de una paulatina reparación de las injusticias, por su temperamento marcadamente tímido y por escepticismo vital fue sin embargo alérgico a la violencia revolucionaria. Al igual que su familia y sus amigos, tampoco debió de sentir ninguna simpatía por el movimiento nacionalista egipcio. Pero tenía unos conocimientos de historia antigua lo suficientemente amplios como para invalidar cualquier acusación de carencia de ideas políticas.

Hasta cerca de los cuarenta años no tuvo amigos del mundo literario. Pero, a partir de esa edad, estuvo relacionado con escritores alejandrinos. Uranis ha escrito que sin exageración puede afirmarse que entre 1909 y 1918 Alejandría fue la capital de la literatura griega y, por tanto, no solo por la existencia de Cavafis. También estuvo relacionado con escritores de Atenas —Xenópulos lo había descubierto al público ateniense en un artículo arrebatado de 1903, o sea, cuando Cavafis aún no había escrito ni la décima parte de lo que sería su breve obra poética— y con algunos extranjeros, como el poeta Pea, su primer traductor al italiano, y el magnífico Forster, que tan bien escribió sobre Alejandría y tantas otras cosas e introdujo la poesía de Cavafis en Inglaterra con un artículo publicado en 1919 en la revista Atenaeum.

En 1926 Cavafis funda la revista Alexandrikf Tejni, cuyos gastos él sufraga y la dirige en la sombra. El vanguardista Marinetti lo visitó en 1928 y calificó a Cavafis de futurista. Y basaba su afirmación en que, a pesar de su desdén por la luz eléctrica —Cavafis, como la mayoría de sus contemporáneos alejandrinos, aún andaba en la época de las velas (a las que dedica algunos poemas) y el petróleo— y a pesar de la puntuación tradicional de sus poemas, sin embargo había roto con el putrefacto mundo poético del lacrimoso romanticismo del siglo XIX y con sus temas, que solo son buenos para un organillo callejero.

En 1932 le diagnosticaron un cáncer de garganta. Practicada una traqueotomía en un hospital de Atenas, quedó sin voz para los restantes meses de su vida. En el transcurso de la enfermedad solo en una ocasión le vieron llorar. Cuenta Rica Sengópulos que fue el día en que iba a ingresar en el hospital del que ya no saldría. Al darle una pequeña maleta para el transporte de su ropa y de algunos papeles personales, se le saltaron las lágrimas. Tomó el bloc con el que se comunicaba y escribió estas palabras: «Esta maleta la compré, hace treinta años, una tarde deprisa para ir a El Cai

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