Cole de locos 6 - Tres, dos uno... ¡Se abre el telón!

Dashiell Fernández Pena

Fragmento

cap

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En la clase de 2º-A del Cole de locos había algunos momentos de alto riesgo. Momentos en los que, en un abrir y cerrar de ojos, podía montarse un buen sarao, armarse la gorda y liarse un tremendo pollo. Y todo eso... ¡a la vez! Normalmente, eran aquellos en los que Ana, la tutora, no estaba en el aula. Como por ejemplo, a primera hora de la mañana, cuando ella todavía no había llegado y los niños y niñas empezaban el día comportándose como pequeños agentes del caos. Y en esos momentos, había una forma de saber si Lucas y Carlos, dos de los miembros más gamberros de la pandilla de los locos, estaban tramando algo: si en mitad del jaleo mañanero (ese en el que todos hablaban a gritos y los aviones de papel y las zapatillas de deporte volaban por los aires) ellos dos se quedaban sentaditos en su pupitre, significaba que habían puesto en marcha alguna de sus bromas y estaban esperando a ver los resultados.

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Esta vez se les había ocurrido esconder una araña de plástico accionada con un muelle dentro del estuche de un compañero. Así, cuando este lo abriese, la araña saldría disparada y el pobre infeliz se caería de culo del susto. ¡Lucas no paraba de imaginarse las risas que iba a echarse cuando llegase ese momento! En teoría, el plan era perfecto: él se había encargado de distraer a la víctima mientras Carlos metía la araña en el estuche con el disimulo de un auténtico ninja. Lucas pensó que la broma iba a ser tan genial que merecería la pena disfrutarla saboreando una deliciosa Yummi fruta (su barrita de caramelo favorita) así que sacó su fiambrera y se repantigó en su silla. ¿Qué podía salir mal?

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El chaval cogió su estuche y empezó a abrir la cremallera muuuy-leeen-taaa-meeen-teeee. Lucas observaba superconcentrado mientras abría también su fiambrera. La cremallera del estuche del chaval se abrió por fin, y... ¡de allí no salió ninguna araña! De hecho, ¡no salió nada de nada!

—¡Eh! ¡Una barrita de caramelo! —exclamó este cuando echó un vistazo dentro del estuche—. ¡Qué buena suerte!

«¿Una barrita de caramelo?», se preguntó Lucas. Y se habría preguntado más cosas, de no haber sido por la terrorífica araña de plástico que salió disparada de su fiambrera.

—¡Arrrgh!

Lucas se pegó tal susto que fue él quien estuvo a punto de caerse de la silla.

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—Pe-pe-pero... ¡¿qué ha pasado aquí?! —dijo cuando logró recuperar el equilibrio tras un montón de ridículos malabares con los brazos.

Carlos observaba boquiabierto, como si él tampoco terminase de creérselo. Desde su llegada al colegio, Lucas y él se habían convertido en amigos inseparables, y aunque Lucas intentaba convertirlo en todo un bromista y él ponía de su parte, siempre terminaba metiendo la pata. Y es que a Carlos se le daban bien muchas cosas... ¡pero las bromas no era una de ellas!

—A ver, ¿qué parte de la Operación Cambiazo no has entendido? —preguntó Lucas, con la cara todavía roja del esfuerzo y la vergüenza.

—Es que... ¡no me aclaro con el nombre! —contestó Carlos—. Si se llama Operación Cambiazo ¿no deberíamos cambiar las cosas de un sitio a otro?

—Eso tendría sentido si hubieses sacado la araña de plástico de su estuche y la hubieses puesto en mi fiambrera, ¿no te parece?

—¡Jo! ¡Es que me lie!

—Además, Operación Cambiazo es solo el nombre en clave. ¡Operación «poner una araña de plástico propulsada por un muelle en el estuche de otra persona» no es tan pegadizo!

Las bromas de Lucas tenían resultados desastrosos a menudo, y él ya estaba más que acostumbrado. Si una broma no salía tal y como la había planeado, no pasaban ni dos minutos y ya empezaba a pensar en la siguiente. Pero ahora mismo, las cosas eran diferentes. ¿Por qué? Pues porque Lucas estaba escribiendo Memorias de un joven bromista, un libro en el que iba a relatar sus mejores bromas. Pero para poder incluirlas, tenía que hacer unas cuantas que le saliesen a la perfección. Y es que, ¿quién iba a querer leer un libro de un bromista que solo hace bromas fallidas?

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—No pasa nada —dijo, respirando hondo y tranquilizándose—.

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