Kitty y la canción de las estrellas (Kitty)

Paula Harrison

Fragmento

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Kitty miró el reloj del auditorio del colegio, deseando que los segundos fuesen mucho más rápido. Toda la clase estaba ensayando la canción para el concierto de fin del trimestre. A Kitty le encantaba la musiquilla de Baile bajo las estrellas, pero tenía un nudo en el estómago. Su profe les había dado un verso para que hicieran un solo. Y Kitty no tenía nada claro si quería hacerlo.

El estribillo acabó, y dieron comienzo los solos. Félix, en primera fila, cantó su parte con una voz fuerte y alta. La señora Phillips, que tocaba el piano, le sonrió y asintió. Kitty se quedó de piedra. Ya casi le tocaba a ella. ¿Y si se le olvidaba la letra o desafinaba?

La señora Phillips comenzó a tocar el siguiente acorde. Kitty intentó cantar, pero no le salió ningún sonido.

Lo intentó de nuevo, pero sentía las notas atascadas dentro. Algunas niñas de la primera fila se giraron a mirarla, y Kitty se puso roja como un tomate.

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La señora Phillips dejó de tocar y frunció levemente el ceño.

—Solo quedan dos días, Kitty. Puedes hacerlo, lo sé. A lo mejor puedes practicar en casa, delante del espejo.

Kitty asintió, y su profesora empezó a tocar el estribillo. Su mejor amiga, Emily, le apretó la mano. Kitty sonrió un poquito, pero no se le deshacía el nudo que tenía en el estómago.

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Si no era capaz de cantar su solo en el ensayo, ¿cómo iba a conseguirlo en el concierto, delante de todos los padres y profesores?

Respiró profundamente y se unió a los demás en el estribillo. Ojalá le dejara de latir tan rápido el corazón. Estaba acostumbrada a ser valiente. Al fin y al cabo… ¡era una superheroína en prácticas!

Kitty tenía superpoderes gatunos que usaba para ayudar a los demás.

Había estado en un montón de aventuras superemocionantes a la luz de la luna con su pandilla gatuna. Podía dar saltos y mantener el equilibrio igual que los gatos, y también tenía supersentidos.

Veía en la oscuridad y oía sonidos lejanísimos, lo que le resultaba muy útil para ser una gran superheroína. Y lo mejor de todo era que podía hablar con los animales y entender todo lo que decían.

Le encantaba salir de noche, a la luz de la luna, y correr por los tejados. Pero actuar delante de todo el mundo era muchísimo más complicado que cualquiera de sus aventuras nocturnas.

¡Ay! ¡Si pudiese escalar un árbol o dar un salto mortal por encima de una chimenea en vez de cantar un solo…!

* * *

Aquella noche, después de cenar, Kitty se sentó en la cama y empezó a darle vueltas al concierto. La luna se alzaba sobre los tejados como una carita blanca, y las calles hervían con el tráfico.

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Mandarino, el gatito anaranjado de Kitty, se subió de un salto a la manta y le frotó el brazo con la naricilla.

—¿En qué piensas, Kitty?

—Debo ensayar una canción para el recital del cole y estoy muy muy nerviosa porque tengo que hacer un solo —dijo Kitty, acariciándole las orejitas.

—Pero ¿por qué? ¡Si tú eres buenísima en todo…! —dijo Mandarino en un alarde de lealtad.

—¡Gracias, Mandarino! —Kitty se puso de pie delante del espejo e intentó cantar, pero solo le salieron dos versos de la canción. Podía oír la letra en su cabeza…

Cuando brillan en la noche mucho las estrellas,

alza al cielo los brazos para poder dar con ellas.

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Pero, sin saber por qué, no le salían de la boca. Se le hizo un nudo en la garganta al recordar cómo le había latido el corazón durante el ensayo.

—Puede que practique más después.

Mandarino la miró algo desilusionado. Entonces levantó las orejas al oír un chirrido procedente de la ventana.

Allí había dos gatos. Uno era blanco y negro con bigotes negro azabache. El otro era una gata atigrada con pelaje de color miel y una cola larga y elegante.

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—¡Fígaro! ¡Katsumi! —Kitty abrió la ventana sonriendo—. ¡Qué contenta estoy de veros!

Fígaro entró de un salto en la habitación y se atusó los bigotes.

—¡Para mí también es una maravilla volver a verte! Tengo algo superemocionante que contarte. ¡Seguro que no puedes esperar!

Katsumi miró a Kitty al deslizarse cuidadosamente a través de la ventana.

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—¿Va todo bien, Kitty? Pareces algo cansada.

—Kitty tiene que cantar un solo en el recital del colegio —dijo Mandarino.

—Ah, ¡ya veo! —asintió Katsumi—. Y seguro que estás un poquito nerviosa.

—¡Eso no importa! —Fígaro saltó del asiento de la ventana a la cama de Kitty y empezó a merodear—. ¡Tengo algo importantísimo que contaros

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