Los BuscaPistas 13 - El caso del manuscrito secreto

José Ángel Labari
Teresa Blanch

Fragmento

cap-1

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Maxi Casos pasaba una agradable mañana de domingo tumbado en el sofá del salón de su casa. Charlaba animadamente con su madre mientras ambos observaban a Mouse peleándose con la enorme galleta de chocolate que pretendía zamparse.

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El sonido del teléfono les interrumpió. Maxi se apresuró a descolgar el auricular.

—¿Diga? —Inmediatamente se volvió hacia su madre con una sonrisa en el rostro y comenzó a dar pequeños saltos de alegría—. ¿De verdad? Oh..., sí, claro..., pero... ella... no querrá...

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La señora Casos observaba con curiosidad la escena. De repente, la alertó un ruido del exterior. Mouse, que hasta entonces había permanecido concentrado en la galleta, la soltó y se encaramó a la ventana abierta.

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Un tremendo marra-miau-uu-uu le puso los pelos de punta y lo hizo retroceder. Se trataba de un maullido desafinado, entrecortado y estruendoso.

¡Era la señal convenida! Maxi se volvió hacia la ventana y prosiguió su conversación telefónica como si nada.

Su madre, en cambio, asomó la nariz y echó un vistazo al jardín... ¡Fue entonces cuando descubrió una sombra deslizándose bajo su ventana!

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—¿Qué bicho maúlla de esa forma? —susurró volviéndose hacia su hijo.

—¡El señor Pistas!

—¿El señor Pistas? —dijo la madre de Maxi atónita, y se asomó de nuevo al exterior.

Maxi negó con la cabeza y señaló el auricular...

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La señora Casos pensó que su hijo le tomaba el pelo y se dirigió a la puerta. Antes de que pudiera abrirla, otro maullido la detuvo. Esta vez, más cercano. Era como si... ¡proviniera de su salón!

Abrió la puerta algo nerviosa, convencida de que aquel gato callejero se había colado en su casa, se había zampado las galletas y lo que era peor...

—¡Mouse debe de estar entre sus garras!

Tras la puerta, apareció el señor Pistas, sonriente, zarandeando el móvil. Al verlo, la madre de Maxi no sabía qué cara poner.

—¡Maxi ha dicho la verdad! ¿Era usted?

—¡Claro! —dijo sin perder la sonrisa el señor Pistas, y entró en el recibidor.

Otro Image desentonado los sorprendió.

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—No sabía que tenía un gato —dijo el señor Pistas—. ¡Por el maullido, parece enorme!

—Yo tampoco... —La señora Casos no dejaba de pensar en Mouse.

—Tenemos que hablar... —advirtió el señor Pistas cambiando de tema.

—¡Ah, claro! ¿Y Pepa? —se extrañó la madre de Maxi.

—Ha salido a jugar —explicó su padre—. Prefiero tratar el tema sin que los chicos estén presentes.

En el salón, Maxi gesticulaba de una forma extraña a través de la ventana abierta. Su madre dio por sentado que el niño había ahuyentado al gato callejero.

Maxi miró al señor Pistas y le ofreció una gran sonrisa. El señor Pistas le guiñó un ojo con disimulo y levantó el pulgar.

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—Maxi y yo acabamos de hablar por teléfono —explicó el padre de Pepa y volvió a mostrar el móvil.

—¡Claro, el teléfono! —La señora Casos se dirigió a su hijo—: Hijo, ¿por qué no vas a casa de Pepa un rato?

Maxi negó con la cabeza y dijo que prefería salir al jardín.

—¿Le apetece un té? —preguntó entonces la señora Casos señalando la tetera que había encima de la mesa.

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El padre de Pepa asintió y los ojos se le fueron hacia las galletas repletas de virutas de chocolate que permanecían sobre la mesa.

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—¡Recién hechas! —dijo la madre de Maxi mientras le preparaba una taza de té—. Los chicos no se habrán metido en ningún lío, ¿verdad?

El señor Pistas negó con la cabeza mientras masticaba una de aquellas deliciosas galletas.

—Se trata de lo siguiente... —comenzó a decir mientras se abalanzaba sobre el plato para tomar otra—. Debo ir a la Convención Anual de Escritores y Protagonistas. Se trata solo de un par de días. Pero, ¡demonios!, mi esposa está en la reunión anual de veterinarios. Había pensado...

—... que cuide de Pepa y Bebito durante su ausencia. ¡Eso está hecho!

—No... —El señor Pistas bebió un poco de té y tomó aire—. De hecho, había pensado llevar a los niños conmigo. Van a pasarlo bien y, total, serán pocos días.

—Oh...

—¿Qué le parece?

—¿A mí? Muy bien. —La madre de Maxi sonrió.

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El señor Pistas continuó hablando, pero su voz quedó sepultada por un concierto de alegres maullidos que provenían del jardín. La señora Casos no podía oír ni una sola de las palabras del señor Pistas. Por consiguiente, se limitó a observar cómo gesticulaba. Finalmente, cesaron los maullidos.

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—Tengo la impresión de que los gatos del barrio se han reunido bajo mi ventana —dijo finalmente la madre de Maxi.

—Eso es todo. Pensé que pondría alguna traba —indicó el señor Pistas.

La señora Casos abrió unos ojos como platos.

—No, no. Me parece perfecto que se lleve a los niños —continuó.

—Así pues, está de acuerdo. —El señor Pistas se levantó y se dirigió hacia la puerta—. No se preocupe, me encargo de todo. Saldremos el lunes hacia Longdomcity.

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La señora Casos se preguntaba por qué diantres le daba tantas explicaciones sobre sus motivos para llevarse a sus hijos de viaje.

Al despedirse, descubrieron a Maxi y a Pepa efectuando una extraña danza descalzos sobre la hierba del jardín, junto a la ventana abierta.

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—¡Gracias, mamá! —exclamó Maxi corriendo hacia ella y abrazándola.

En ese momento la señora Casos lo entendió todo... En realidad, lo que el señor Pistas había ido a pedirle, y ella no había oído, ¡era que Maxi los acompañara en un viaje al extranjero! La madre de Maxi siempre dejaba que s

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