Arta Game 5 - ARTA en la jungla máxima

Arta Game

Fragmento

cap-1

¡Cómo echaba de menos el cielo azul de la Tierra! Entre el viaje por el sistema solar y el cambio de dimensión a otra con el cielo morado… Es un alivio volver a verlo y haber vuelto a nuestro mundo, ¡incluso aunque también hayan venido esos malditos alieeens!

—¡Arta, tío, no te quedes empanao! —grita mi colega Charlie—. ¡Que los tenemos ahí mismo!

Parpadeo y vuelvo al mundo real: el cielo es azul, el agua es líquida y el suelo es blanco… ¡porque estamos en medio del polo Sur! ¡Y me había quedado congelado mirando el cielo! Pero ya vienen los aliens que nos persiguen: mocosianos con tentáculos pringosos por un lado y conejitos saturnianos por otro…

—Chavales, tenemos que encontrar algún sitio donde escondernos, ¡deprisa! —digo, como si no lo supieran ya.

—Vale, pero ¿dónde? —pregunta Pablo—. ¡Aquí solo hay hielo y nieve!

La voz clara de Alma corta a través del aire helado:

Señala más allá de una neblina que cubre el valle que se encuentra a nuestros pies, completamente blanco y vacío…

No, vacío del todo no. ¡Es verdad que hay algo! Si entrecierro los ojos, creo que acierto a ver una especie de ¿cuadrado?, ¿cubo? ¡Parece un edificio de algún tipo! Pero ¿qué edificios puede haber en medio del polo Sur?

—Bueno, mientras os decidís si queréis ir hacia allá o no, yo me voy adelantando, ¿vale? —dice Pablo—. ¡Que me estoy pelando de frío!

—¡Pero si allí te vas a helar igual! —le grita Enzo.

—¡Ya lo sé, pero al menos no me quedo aquí parado, esperando a que salgan más aliens por la puerta dimensional!

Pablo tiene razón: ahora no es el momento de pararse a pensar, ¡sino el de actuar! Seguimos corriendo hacia el edificio ese todo lo rápido que podemos, que no es mucho, considerando que todo el suelo está resbaladizo por el hielo y la nieve.

A medida que nos vamos acercando, nos damos cuenta de que el edificio cuadrado en cuestión es mucho más grande de lo que pensábamos, ¡lo que pasa es que estaba muy lejos!

—Ostras, tíos, esto es muy tocho —dice Charlie—. Parece una cosa de la NASA o algo así.

Ya estamos preparados para romper alguna ventana o alguna puerta para entrar, porque este sitio tiene pinta de ser una cosa seria de verdad, en plan, con vigilantes y cosas así, pero…, un momento, ¿no hay nadie?

—¡Está muertísimo! —dice Enzo.

—Si hubiera alguien vigilando, nos habríamos topado ya con él —dice Alma—. Quiero decir, se nos ve llegar a kilómetros. En medio de la nieve destacamos un montón.

—Sí, nosotros y los aliens —replica Pablo.

Y lo más extraño es que… ¡las puertas están abiertas!

—¿Hooolaaa? —grito, metiendo la cabeza por la entrada—. ¿Hay alguieeen?

Solo me responde el eco de mi propia voz. Además, la sensación que me da es que esto lleva vacío bastante tiempo o, al menos, el suficiente para que la nieve haya entrado a través de las puertas, por los pasillos grises de hormigón, formando montañitas en las esquinas y congelándolo todo. ¡Menudo mal rollo da este edificio!

—¡Mirad! —exclama Charlie—. Tío, Arta, ¿eso no es ruso?

¡Sí que lo es! Hay un cartel en la entrada que estaba cubierto de nieve casi del todo, pero aún se leen algunos caracteres rusos. Aparto la nieve incrustada con los guantes y leo lo que pone.

—Aнтарктическая станция… —Frunzo el ceño, intentando traducir—. No sé qué de la Antártida. Lo otro significa… ¡Ah, claro!

—¿Es una base antártica rusa? —pregunta Alma.

—Tiene toda la pinta, sí, ¡una base científica! —digo—. Pero da igual lo que sea, ¡ahora mismo es un sitio donde escondernos de los aliens!

—Y del frío —añade Pablo, castañeteando los dientes.

Entramos en la base y buscamos algún lugar donde protegernos de los ejércitos de saturnianos y mocosianos que se acercan. Menos mal que llevamos agua y comida en las mochilas, que si no…

—¿Hay calefacción en la estación científica esta? —pregunta Enzo—. O una estufita de butano, aunque sea. Incluso un radiador eléctrico,

Echamos un vistazo por pasillos larguísimos y salas vacías, abandonadas, donde no queda nada: sillas y mesas, ordenadores sin corriente, pilas de papeles en ruso y cacharros incomprensibles.

—A las malas, hacemos una hoguera con las mesas de madera y los papelotes —propone Charlie.

No es una mala idea, así que nos ponemos a recolectar folios y a juntar mesas que, como mínimo, nos pueden servir de barricada para las puertas si vienen los aliens. Se me va el santo al cielo y me pongo a ojear los papeles: tienen cosas escritas en ruso que sé leer a medias, dibujos y diagramas que no entiendo…

—¿Eeeh? —digo, de pronto, al llegar a una página—. Tíos, ¿estoy soñando, o esto es un dibujo de…?

Todos se acercan a mirarlo y ahogan un grito de sorpresa.

—¡Es la puerta dimensional! —exclama Alma.

—¿Verdad que sí? ¡Ya decía yo! Pero entonces… ¿los científicos rusos sabían que existía? ¿La estaban estudiando?

—Eso parece —dice Pablo—. Arta, ¿qué pone en los papeles? ¿Qué dicen de la puerta?

—Uf… Pues no sé decirte muy bien. Sí, vale, ya sé que mi padre es ruso y entiendo un poco, pero ¡esto es muy difícil! Creo que no lo entendería ni en español; son palabras científicas, frases largas y enrevesadas…

Seguimos pasando las hojas: hay más dibujos y planos de la puerta, ¡parece que estaban investigando todo el tema del apocalipsis! Estudiaban las oleadas de cosas raras que invadieron la Tierra: las avispas gigantes, el hielo, los terremotos…

En la última página hay un cartel con letras grandes, no puedo leer bien lo que pone, ya que hay una parte borrada:

—Комната безопасности —leo—. Habitación… no sé qué.

Entonces Alma chasquea los dedos para llamar mi atención y señala uno de los carteles que hay en el pasillo:

—¿No pone lo mismo en ese cartel? Ese de color rojo con la flecha.

—¡Pues sí! ¡Vamos a seguir la flecha, a ver a dónde nos lleva!

Parece algo importante, sin duda, y vamos por los pasillos siguiendo los carteles de la flecha roja. Entramos en lo más profundo de la base, este sitio se vuelve más y más creepy, pero si los científicos que había aquí estaban estudiando el apocalipsis, ¡no podemos marcharnos sin saber qué habían averiguado! ¡Y por qué se marcharon deprisa y corriendo, dejando las puertas abiertas y todo!

—¡Mirad! —dice Pablo.

Ante nosotros hay unas puertas cerradas, metálicas, co

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