El Club de las Zapatillas Rojas 16 - Invencibles, always

Ana Punset

Fragmento

cap-1

imagen

Era fácil distinguir a Celia a varios metros de distancia. Por mucho que ella se empeñara en no llamar la atención, tenía una preciosa melena castaña echada a un lado con la que cubría parte de su rostro pecoso mientras centraba sus ojos en el móvil que cogía con una mano. Cuando Lucía la llamó desde lejos y Celia levantó la mirada, le dedicó esa sonrisa suya coronada por dos graciosos hoyuelos que le chivaban a Lucía cuánto se alegraba de verla. Celia se había convertido en alguien muy importante en su vida. Era su amiga, de las buenas, de las que no te dejan tirada cuando las necesitas. Y por eso cuando llegó a su lado, le dio un fuerte abrazo, a pesar de que no hacía ni tres días que se habían visto, cuando fue a su casa a comer con toda la familia. Algo que no podía decir de las demás chicas, su Club de las Zapatillas Rojas.

Tras las dos semanas que habían pasado juntas en Los Ángeles era como si Frida, Raquel, Susana y Bea se hubieran esfumado, desintegrado o evaporado, daba igual. Habían pasado el último mes de vacaciones sin verse apenas y hablando más bien poco. Por su parte, Marta había regresado a Berlín y, al margen de algún que otro correo, tampoco habían conectado mucho. Lucía comprendía que cada una tenía sus cosas y agradecía el viaje que le habían organizado entre todas para estar con Mario en julio. Lo habían pasado de fábula y le había servido para entender mejor la relación que debían tener ahora, adaptada a la nueva situación, a esa distancia que los separaba, hasta que él regresara de su año americano al verano siguiente. Aunque le echaba de menos un montón, Lucía estaba menos tensa y más respetuosa con él, además de que hablaban a diario, claro, y lo seguían compartiendo absolutamente todo. Lo que no entendía era por qué las chicas no eran capaces de hallar el término medio en su propia relación de amistad... No hacía falta que estuvieran pendientes de ella las veinticuatro horas del día, no era eso lo que les pedía, pero había algo urgente que atender y ninguna había movido un dedo: Celia seguía viviendo el boicot del colectivo artístico liderado por Alicia la perversa y, por ello, su cuenta de Instagram estaba bajo mínimos. Había que luchar contra ese grupo de abusones y no habían sido capaces de unirse como antes. Al principio no quería aceptarlo, pero era como si El Club de las Zapatillas Rojas se estuviese disolviendo. Ya no eran capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para proteger a una de sus integrantes, a Celia. Eso decía muy poco de ellas, de todas... Y mantenía a Lucía en una mezcla de decepción y mosqueo difícil de evitar.

837.jpg

—¿Preparada para el nuevo curso? —le preguntó Celia a Lucía mientras caminaban juntas desde la esquina en la que habían quedado hacia la puerta del colegio.

Habían dicho de encontrarse cerca de la parada del bus para entrar juntas ese primer día de clase. Era 12 de septiembre, lo que significaba que empezaban cuarto de ESO y, aunque Lucía tenía ganas de estar activa para tener menos tiempo para pensar en lo lejos que estaba Mario, también temía un poco lo que estuviera por llegar. Tercero de ESO había sido duro, muy duro, así que cuarto sería... lo más parecido a escalar el Everest o algún pico más escarpado todavía. Además de que tampoco le apetecía entrar en aquel edificio sola y encontrarse con las demás chicas en la puerta. Predecía que la situación sería un pelín incómoda...

—No sé si estoy preparada, pero creo que me vendrá bien. ¿Y tú?

Celia se encogió de hombros.

—Tampoco tengo muchas ganas de enfrentarme a la gente ahora mismo... Menos mal que es martes y será una semana corta. —La voz de Celia era grave.

—No puedes dejar que te pisoteen así.

—¿Y qué hago?

—Seguir adelante —le dijo Lucía cogiéndole la mano con cariño.

Celia asintió en silencio con firmeza, sin soltarse de su amiga. Seguramente su voz no habría sonado igual de segura y prefirió acallarla.

Entre la multitud de estudiantes uniformados, juntas atravesaron la verja y la puerta del edificio. Era un día caluroso, aún no había terminado el verano y se notaba. Por todas partes se oían risas y gritos eufóricos por los reencuentros, la excitación se palpaba en cualquier rincón, pero ellas permanecían calladas, mirando a un lado y a otro, aún de la mano, como si así, juntas, reunieran la fuerza que las dos necesitaban para enfrentarse a ese primer día.

Subiendo ya las escaleras para buscar su nueva clase, sonaron voces conocidas a su espalda:

—¿Es que queréis ser las primeras de la clase? —preguntó Frida con sorna, mientras para alcanzarlas saltaba a toda prisa de un escalón a otro sin esfuerzo gracias a sus largas piernas.

900.jpg

Las dos redujeron el paso y miraron atrás a la vez, en silencio. Frida ya estaba pegada a ellas.

—¿Qué? ¿Así estamos? ¿Con morros ya a primera hora? A este paso cuando acabe el día os llegarán a los tobillos —soltó mirándolas con media sonrisa.

Lucía dejó escapar un sonoro suspiro.

—Hola, Frida —dijo sin más antes de reiniciar la subida.

—Qué seco, ¿no? —comentó mirando a Celia, que se encogió de hombros mientras seguía a Lucía.

Al momento oyeron a Bea, Raquel y Susana, que alcanzaban a Frida a sus espaldas y las saludaron ruidosas, antes de que Celia y Lucía se metieran en su nueva clase sin mirar atrás y tomaran asiento una al lado de la otra.

Lucía estaba sacando de la mochila el libro de ética que se habían comprado para las clases con la tutora, cuando se encontró con Frida y Susana frente a ellas.

—¿Qué os pasa? —les preguntó Susana.

—Nada —respondió Lucía tensa.

Frida y Susana miraron a Celia, sentada a su lado, quien frunció la boca e hizo como si tampoco supiera nada.

—¿Estás enfadada? —insistió Susana.

—¿Yo? Para nada —contestó Lucía. Claro que lo estaba, pero prefería hacerlas sufrir un poco y que se dieran cuenta ellas solitas de que sí lo estaba, y del porqué.

Justo en ese momento entró Flora en clase e interrumpió la conversación. Susana y Frida la miraron con el ceño fruncido antes de sentarse cada una en un asiento al otro lado de la fila y preparar el material para la clase.

La profesora de ética estaba resplandeciente con su moreno de playa y su vestido de tirantes de color celeste. Les dio la bienvenida y les anunció una noticia importante:

988.jpg

—Morticia no va a regresar al colegio. Ha decidido cambiar de aires y se traslada a Santander.

Lucía abrió los ojos con entusiasmo. Se llevó la mano a la boca para ahogar el grito de alegría que le apetecía soltar. La geografía no era lo que más le entusiasmaba, pero estaba bastante convencida de que Santander estaba muy lejos. Miró a Celia con complicidad y ella le devolvió la sonrisa. Morticia había sido su tutora antes de que estuviera de baja y Flora la sustituyera, y todavía no había dado las suficientes gracias al univers

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos