El hechizo secreto (Noa Paradise 1)

Noa Paradise

Fragmento

cap-1

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¿Te he contado alguna vez cómo logré salvar al mundo de la destrucción con mis superpoderes de meiga? ¿No? ¡Pues creo que ya va siendo hora de hacerlo! ¡Es una historia A-LU-CI-NAN-TE! ¡Palabra de meiga!

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Vale, vale, vale. Creo que estoy yendo un pelín deprisa, ¿verdad? Bueno, ¡cuando una salva al mundo de la destrucción es normal que se emocione un poquito a la hora de explicarlo! Supongo que ya sabes cómo van esas cosas. ¿Qué? ¿Que no lo sabes? ¡Pues estás a puntito de descubrirlo!

Pero mejor que nos lo tomemos con calma y empecemos por el principio: Me llamo Noa Paradise (¡pero eso ya lo habrás adivinado al mirar la portada de este libro!), tengo once años y soy una youtuber a tiempo parcial y una meiga a tiempo completo. Me encanta llevar mis collares de conchas y mis scrunchies (unas gomas del pelo con tela), ponerme brillo en los labios y, de vez en cuando, darle un toque de purpurina a mi vestuario. También llevo mechas azules y rosas en el pelo. Pues eso, que encantada de conocerte. Ahora que ya hemos hecho las presentaciones, y ya sabes qué aspecto tengo, pasemos al siguiente punto. Me imagino que ya sabrás lo que es una youtuber. Pero puede que no sepas lo que es una meiga. O puede que sí, pero te lo voy a contar igualmente, por si las moscas. Las meigas son algo así como las brujas de la tradición gallega. Sí, sí, has leído bien: ¡brujas! Resulta que yo nací y vivo en Galicia, así que, como verás, todo tiene sentido. Aunque quizá estás pensando que no: «¿Meigas? ¿Brujas? ¿El Ratoncito Pérez? ¿Qué me estás contando, Noa? ¡Todo eso no son más que paparruchas!». Mira, si piensas eso... ¡no te culpo! ¡Yo también lo pensaba hasta hace muy poco! Pero ahora he descubierto que... ¡haberlas haylas! ¡Y yo soy una de ellas!

De todas formas, desde mucho antes de que empezase todo este desmadre mágico de poderes esotéricos y hechizos secretos y profecías milenarias, y blablablá, yo ya sabía que era..., ¿cómo lo diría? Distinta. Pero siempre creí que eran cosas mías. Al fin y al cabo, todos somos distintos los unos de los otros, ¿no? Solo que, por lo visto, ¡yo he salido muy pero que muy distinta!

Antes te he dicho que yo no creía en las meigas hasta que me sucedieron las aventuras locas que voy a explicarte en este libro..., ¡pero eso no significa que no me gustasen! Todo lo contrario: ¡las meigas me han EN-CAN-TA-DO durante toda mi vida! Desde que era pequeñita, mis Avós (así es como llamamos a los abuelos en gallego...) me contaban un montón de historias sobre ellas y sobre todos los personajes mágicos que hay en el folclore gallego (que, por cierto, son unos cuantos) cada vez que íbamos a verlos. Ahora ya entiendo por qué lo hacían... Pero ¡eh! ¡Que me estoy adelantando otra vez y casi se me escapa un spoiler!

Entre tú y yo, mi Avoa es todo un personaje. Yo siempre la he querido un montón, por supuesto, pero antes me parecía que estaba un poco... chiflada. Aunque estoy pensando que, en realidad, ¡todavía me lo parece! Sé que suena raro, pero yo sé lo que me digo (y tú también lo sabrás si sigues leyendo un poco). Cuando estaba con ella, hablaba y hablaba sin parar sobre el tema de la magia. ¡Parecía como si le hubiesen dado cuerda! Hablaba tanto que siempre llegaba un momento en el que mi abuelo, el viejito Celsito, tenía que decirle que parase un poco y dejase de calentarme la cabeza. Yo le tenía mucho apego a Celsito, y me encantaba jugar y cantar con él. Murió hace poco, y como sé que habría disfrutado un montón leyendo todas las aventuras de este libro, me gustaría dedicárselo a él.

Cuando se quedó sola, mi Avoa se negó a mudarse a la ciudad con nosotros, a pesar de que mis padres se lo pedían casi cada vez que íbamos a visitarla. Pero no: ella decía que estaba más cómoda en su casa. Hasta aquí todo bien, salvo por el pequeño detalle de que su casa debía de tener como un millón de años, y estaba en una aldea diminuta perdida en medio de las montañas en la que estoy segura de que vivían más vacas que personas. Yo creo que cuando llegó el wifi a la mayoría de los lugares del mundo, allí lo que llegó fue la electricidad. ¡La mujer ni siquiera tenía teléfono! ¿Puedes creerlo? Y para acabar de arreglarlo, su casa estaba repleta de cachivaches extraños y misteriosos. Búhos disecados, hoces oxidadas, tarros de cristal con bichos raros dentro..., esa clase de cosas. Y eso sin mencionar todos los rincones recubiertos de polvo y de telas de araña. Supongo que a mi Avoa le daba bastante igual, pero su casa era el lugar perfecto en el que cualquier niño o niña normal se haría pis encima del miedo. A mí, en cambio, no me disgustaba del todo. Es más, ¡tenía la sensación de que allí había algo extrañamente familiar!

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Como ya habrás sospechado, a mí las cosas normales no me van demasiado. Es por eso por lo que empecé con mi canal de YouTube: para dar salida a todas esas ideas locas que se me pasaban por la cabeza. Y es por eso también por lo que me flipaba tanto el mundo de las meigas. Antes de que empezasen mis aventuras, a mí ya me gustaba imaginarme que tenía poderes molones con los que convertía el mundo en un lugar un poco más divertido (¡quizá era una premonición!). Y es que, a veces, el mundo puede ser un sitio un poco rollo, ¿no te parece? Sí, sí, he usado la palabra «divertido». Puede que esa no sea la primera que te venga a la cabeza al pensar en el mundo de las brujas. Pero ¿qué quieres que te diga? Las meigas que yo me imaginaba no eran señoras viejas, ni iban vestidas con harapos, ni tenían verrugas en la nariz, ni marmitas con ojos de sapo, alas de mosca y lenguas de gato flotando por ahí (¡puaj! ¡qué asco!). Las meigas que yo me imaginaba eran más bien chicas modernas, guais y con su propio estilo..., ¡como yo, vamos!

Muchas veces estaba haciendo alguna cosa cuando, de repente, ese tipo de ideas venían a mi cabeza casi casi como si fuesen una señal. Quizá estaba en medio de una clase de matemáticas aburridísima y empezaba a preguntarme qué pasaría si pudiese desaparecer de golpe y reaparecer en una heladería, o si pudiese hacer que el profesor dejase de dar la lección y se pusiese a rapear dándolo todo en medio del aula.

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