Los BuscaPistas 2 - El caso del librero misterioso

José Ángel Labari
Teresa Blanch

Fragmento

Capítulo 2

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Pepa Pistas y Maxi Casos esperaban impacientes frente al mostrador de la biblioteca para llevarse en préstamo una nueva aventura de «Detectives y sabuesos», su colección de libros preferida.

—Lo siento chicos, no queda ningún ejemplar —advirtió Cleo, la bibliotecaria, observando el ordenador.

—Bueno, entonces lo reservaremos —respondió Pepa—. Estamos ansiosos por leer un nuevo caso del detective Lupita y su sabueso Olfato.

—Entiendo —comentó Cleo sonriente, y se volvió hacia la pantalla—. Dejadme ver... ¡Vaya, hay una larga cola en espera!

—¡Es que son unos libros muy interesantes! —dijo Maxi con una sonrisa.

Cleo escuchaba al tiempo que tecleaba.

—Podréis disponer del libro en...

Pepa y Maxi aguardaron la respuesta sin apartar los ojos de la bibliotecaria.

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—Hum..., unos tres meses —dijo inmediatamente Cleo, y miró de nuevo el ordenador para estar completamente segura—. Eso es.

—¡Pe... pe... pero es una eternidad! —se lamentó Pepa—. ¿No podemos tenerlo antes?

—Imposible ¡Siguiente! —exclamó Cleo.

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Así pues, los dos amigos salieron de la biblioteca algo cabizbajos.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Pepa decepcionada.

—No lo sé, aunque se me ocurre una idea genial... ¿Cuánto falta para tu cumpleaños? —preguntó Maxi.

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Pepa lanzó una mirada de enojo a su amigo.

—¡Fue hace dos meses, dos semanas después del tuyo! Además, ¿qué importa eso ahora?

Maxi le explicó que si su cumpleaños se hubiese celebrado en esos días, podría haber pedido el libro como regalo.

Pepa se encogió de hombros y movió la cabeza.

—Bien, quizá podamos comprarlo —propuso Maxi para animar a su amiga.

—¿Con qué dinero? —respondió sorprendida.

Estaba claro que Maxi no había tenido en cuenta ese pequeñísimo detalle.

—¿Con el que guardas en tu hucha? —insinuó el niño.

—Rompí la hucha la semana pasada para comprar los prismáticos de nuestra agencia de detectives —le recordó Pepa—. ¿Por qué no miras si llevas algo encima?

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Maxi se detuvo a pensar. Lo único de valor que llevaba encima era a Mouse, su mascota. Sin embargo, hizo lo que su amiga le pedía y sacó el monedero de la mochila, abrió la cremallera y volcó sobre la acera todo lo que contenía:

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—¡Diez céntimos! —exclamó contento.

—¿Me tomas el pelo? —respondió Pepa con los ojos abiertos de par en par.

Maxi negó con la cabeza y agitó el monedero antes de vaciarlo de nuevo.

Clinc clinc clinc...

¡Cayó al suelo una moneda de dos euros!

—¿Has visto? —dijo Maxi con una sonrisa, y, en aquel instante, la moneda dejó de tintinear y...

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