Los BuscaPistas 11 - El caso del Dragón Rojo

José Ángel Labari
Teresa Blanch

Fragmento

cap-1

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Pepa Pistas y Maxi Casos estaban en el interior de la agencia de detectives concentrados en resolver un complicado reto de matemáticas que la señorita Ling les había propuesto para el fin de semana.

—Un tren sale de una estación a las cuatro y veinte a una velocidad de ochenta kilómetros por hora mientras otro tren parte a la misma hora y velocidad en sentido contrario. ¿En qué momento se cruzan? —Pepa levantó la vista del papel y miró a Maxi.

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Parecía concentrado en hacer garabatos en su cuaderno con lápices de colores.

—¿Estás escuchando?

—¡Claro! —Maxi había dibujado dos trenes y un entramado de vías sin fin que recorrían distintas hojas—. El dibujo nos ayudará a dar con la solución.

Pepa suspiró:

—En tu libreta no se cruzarán jamás, ¡van en sentido contrario!

—Sí. —Maxi señaló la hoja con la punta del lápiz mientras Mouse observaba desde la capucha—. Uno va hacia la derecha y el otro hacia la izquierda.

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—¡En sentido contrario! —repitió Pepa al ver que no lo entendía.

Maxi asintió:

—¡Exacto!

—El reto dice que los dos trenes salen... —Pepa decidió volver a leer el enunciado para que su amigo se diera cuenta del error, pero antes de que pudiera terminar, oyeron los ladridos de Pulgas. La niña bajó el tono de voz—: Alguien intenta entrar en el jardín.

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La verja chirrió y Pepa y Maxi se mantuvieron expectantes.

—¿Esperáis visita? —preguntó Maxi.

Pepa negó con la cabeza. En aquel momento, por la pequeña puerta de la agencia distinguieron a Pulgas dando unos brincos enormes, unas perneras de pantalón gris y unos grandes zapatos que les eran familiares.

—¡Abuelo! —exclamó Pepa y se apresuró a abrazarlo. Maxi la siguió y sin pensárselo dos veces saltó alegremente sobre el anciano, que perdió el equilibrio y...

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... cayó de espaldas al suelo junto a su equipaje.

—¡Uy, perdón! —se disculpó Maxi sobre él.

—Eres un caso —le regañó su amiga—. ¿Te has hecho daño, abuelo?

Negó con la cabeza e intentó incorporarse.

—Hijo, si no te quitas de encima no podré levantarme —advirtió el hombre.

—¡Ja, ja, ja! —Una risa de mujer los distrajo desde el otro lado de la verja—. Tu abuelo es fuerte como una roca.

—¡Señora Cristin! —Pepa y Maxi reconocieron enseguida a la famosa escritora de novela policiaca y corrieron a abrazarla, seguidos de Pulgas.

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Al verlos llegar, Águeda Cristin se asustó y temió un final como el del abuelo:

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imagenPepa y Maxi obedecieron. Pulgas, en cambio, dio un salto y le estampó un lametazo en toda la cara.

—¡Puaj! —Águeda Cristin se quitó las gafas repletas de babas y, arrastrando su maleta, cruzó el jardín.

Entonces fue el abuelo quien, todavía en el suelo, se desternillaba de risa mientras Pulgas movía el rabo alegremente.

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Ante tanto alboroto, el señor y la señora Pistas abrieron la puerta de la casa con Bebito a cuestas. Lo primero en lo que se fijó la madre de Pepa fue en un bulto sospechoso que había en el suelo. Se acercó a mirar:

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—¿Papá?

—¡Pffffsí! —El abuelo seguía riendo.

—No os esperábamos hasta mañana... —intervino el señor Pistas.

La señora Cristin se detuvo frente a ellos. Al verla, el señor y la señora Pistas aprovecharon para darle un beso de bienvenida.

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—Voy a lavarme la cara —masculló la anciana y, sin más, se abrió paso para ir al baño.

—¿Qué le ocurre? —preguntó la madre de Pepa, extrañada—. ¿Está cansada del viaje?

—¡Ja, ja, ja! Luego os lo cuento, pero antes... —dijo el abuelo—. Entremos en casa, que tengo una sorpresa para los niños.

Pepa y Maxi estaban impacientes. Lógicamente, les encantaban las sorpresas.

El abuelo se sentó en una butaca y, con solemnidad, sacó del bolsillo interior de su abrigo un tarjetón, que entregó a Pepa y Maxi.

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Pepa no daba crédito. ¡Su abuelo, el último maquinista del Oriente Expresso!

—Mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo y yo... —recordó con nostalgia el hombre—. Toda una familia de conductores del Oriente, y ahora me ofrecen darle el último viaje.

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—¿Quién sabe? —intervino Maxi, adoptando el aire nostálgico del abuelo—, quizá Pepa también siga la tradición fam

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