Torres de Malory 13 - Nuevas compañeras

Enid Blyton

Fragmento

RELATO 1. Un corte de pelo y una peluca

Un corte de pelo y una peluca

Su padre aparcó el coche.

—¿Estás lista para entrar, cariño?

Marietta no podía responderle. Era como si el mismo viento que arremolinaba el mar hiciera malabares con sus palabras, arrebatándoles el sentido. Se imaginó a la Poderosa Señorita Colibrí del circo de su padre lanzándose al vacío en su trapecio para pescar sus palabras revueltas. Tal vez así Marietta daría con una respuesta.

Su padre la rodeó con el brazo y le dijo:

—No será para siempre, cariño. Por favor, prométeme que lo intentarás.

Marietta no podía hacer una promesa que no estaba segura de poder cumplir. Abrió la puerta del coche y dijo:

—¿Entramos?

—Necesito que me lo prometas, Marietta —insistió su padre arqueando las cejas—. Por favor...

Ella dejó escapar un suspiro.

—De acuerdo, papá. Lo intentaré.

Sin embargo, sabía que no iba a ser nada fácil. Cuando el coche había salido de una curva y Torres de Malory apareció en lo alto del acantilado: se suponía que Marietta debía quedarse boquiabierta. Su padre le había dicho que la escuela tenía su propio teatro, jardines y una piscina con agua de mar. Supuestamente, todo eso también debía impresionarla. Pero ¿cómo iba a estarlo? Había visto la Torre Eiffel de París y el Buckinham Palace, en Londres.

Torres de Malory parecía un castillo y eso no hacía más que mermar sus pocas ganas de visitar la escuela. Al ver las torres que tenía en cada una de las cuatro esquinas, pensó en las niñas prisioneras de algunos cuentos, como la Bella de La Bella y la Bestia o Rapunzel, que tenía que dejar caer su larga cabellera para que la bruja pudiera trepar por ella. Marietta ajustó el espejo del coche para echar un vistazo a sus cabellos. Una ristra de trenzas impecables enmarcaba su rostro apenas rozándole los hombros.

Su padre esbozó una sonrisa.

—Llevas el pelo perfecto.

—¿Crees que se mantendrá así de bien?

—La señorita Potts te ha dado permiso para que utilices el baño del personal si lo necesitas. Pero ¿no crees que sería más sencillo contarles a todos lo que te ocurre?

Marietta sacudió la cabeza. Las trenzas se balancearon de un lado a otro,como si también quisieran expresar un no. Ya había trazado un plan: evitaría a las demás y haría como si nada.

—Vamos. La señorita Grayling nos está esperando.

Marietta sabía que la señorita Grayling era la directora de la escuela. Siempre se la había imaginado con una expresión ceñuda, con el entrecejo hundido y los labios apretados, incluso cuando no se dedicaba a regañar a nadie. La mujer que se les acercaba parecía en efecto bastante estricta, pero tenía los ojos tan azules como las piedras preciosas que adornaban las mallas de la Poderosa Señorita Colibrí y los rayos de sol que la iluminaban le daban al gris de sus cabellos un intenso tono plateado.

Marietta estaba tan ocupada escrutando el rostro de la directora que al principio no se fijó en la niña que la acompañaba. Era alta, más que Marietta, y tenía una cara agradable y una cabellera ondulada que le llegaba a media espalda. Enseguida le cayó simpática, pero debía ser fuerte: no estaba allí para hacer amigas. Al fin y al cabo, no tenía ninguna intención de quedarse más de lo necesario.

La señorita Grayling le tendió la mano al padre de Marietta. Él se la estrechó y la directora le ofreció una sonrisa a la niña.

—Espero que hayas tenido un buen viaje —le dijo—. No te preocupes por tu baúl. Nos encargaremos de que vayan a recogerlo y lo suban a tu dormitorio.

Marietta habría querido decirle que, si su madre hubiera estado allí, habría podido cargar con el baúl ella sola. Bueno, al menos antes habría sido capaz de hacerlo.

La niña que acompañaba a la directora también le sonreía.

—¡Hola! —la saludó—. Me llamo Darrell Rivers. La señorita Grayling me ha pedido que te enseñe la escuela.

El padre de Marietta le dio un empujoncito a su hija.

—Ve, cariño. Nos vemos luego.

Marietta siguió a Darrell y ambas cruzaron una imponente puerta doble que conducía a un enorme vestíbulo. Había varias puertas a un lado, y también una escalera que se encaramaba hacia el piso de arriba describiendo una curva.

—No te preocupes si te pierdes —le dijo Darrell—. Al principio nos ocurría a todas. La mayoría de las niñas son muy afables y seguro que te ayudarán si lo necesitas.

Darrell se puso a hablar de las alumnas con las que compartía dormitorio. Una se llamaba Alicia y al parecer le gustaba gastar bromas a todo el mundo. A otra —cuyo nombre Marietta no entendió bien— se le daba muy bien la música.

—Y luego está Gwendoline Mary —añadió Darrell soltando un suspiro—. De ella no voy a contarte mucho. Dejaré que saques tus propias conclusiones. Bueno, aquí es donde nos reunimos. Y ¿ves esas puertas de allí? ¡Detrás tenemos un gimnasio, salas de arte e incluso un laboratorio! ¿Te gusta la costura?

Marietta asintió con la cabeza. ¿Cuántas horas se había pasado cosiendo lentejuelas en los trajes de los artistas?

—Entonces tú y Emily deberíais haceros amigas —dijo Darrell—. Lo único que le gusta es la costura. A mí no se me da tan bien. Lo mío son los deportes. Seguro que estás impaciente por ver la piscina. Es alucinante.

Marietta dejó caer la mirada al suelo y se quedó en silencio.

—No te preocupes. No a todo el mundo le gusta nadar —la tranquilizó Darrell—. También jugamos al tenis y al lacrosse. Espero poder entrar en el equipo este año. La señorita Remington dice que tengo muchas posibilidades. ¿Qué te gusta hacer a ti?

—No lo sé.

¿Cómo iba a decirle que le encantaba jugar al pilla pilla con las hijas del Sid el Forzudo entre un espectáculo y otro? ¿O que se lo pasaba genial colándose dentro de la carpa para ver a su madre en el cuadrilátero?

—Torres de Malory es un lugar fantástico para descubrir lo que te gusta —le aseguró Darrell mientras cruzaban el vestíbulo—. ¿Hasta ahora habías ido siempre a una escuela diurna?

Marietta negó con la cabeza. Eso había sido un error. Ahora Darrell empezaría a hacerle preguntas.

—¿Tenías una institutriz? —quiso saber Darrell.

—Sí.

¡No podía contarle que había aprendido todo lo que sabía del Profesor Cerebrum, el increíble hombre-memoria!

—Aquí hay varias niñas que también tuvieron institutriz —repuso Darrell—. Nunca habían asistido a una escuela antes de venir aquí, pero a todas ha acabado gustándoles. Bueno, a casi todas. Ven. Te enseñaré el Patio.

Torres de Malory era como un castillo. Tenía una pl

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