Bat Pat 41 - La biblioteca chamuscada

Roberto Pavanello

Fragmento

cap-1

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o es ninguna casualidad que las aventuras de mucho remiedo que vivo de vez en cuando con los hermanos Silver empiecen en cuanto acaban las clases. Entonces es cuando tienen más tiempo libre... y también más posibilidades de meterse en líos.

¡Y, por supuesto, no faltan los buenos momentos! Como el pícnic de los domingos en el jardín, cuando el señor Silver se transforma en el rey de la parrilla y Leo, en el de las salsas.

Bueno, eso siempre que no pase algo raro, como la última vez. En realidad fue «alguien raro», alguien que se tiró en paracaídas y tuvo la brillante idea de aterrizar encima de la barbacoa. ¡Y, claro, se quemó! Él no, por suerte, sino el paracaídas. Todo sucedió tan deprisa que, si Leo no hubiera intervenido de inmediato con su último artilugio tecnológico, la PAP (¡o sea, la Pistola de Agua a Presión!), quizá el desafortunado paracaidista habría acabado hecho cenizas. Pero no: la PAP lanzó una breve lluvia que bastó para salvar al intruso, empaparnos a todos de pies a cabeza y... ¡estropearnos el domingo! ¡Por todos los mosquitos!

¿Quién podía ser aquel chalado patoso que acababa de caer del cielo?

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El señor Silver se le acercó de inmediato para asegurarse de que se encontraba bien, mientras Leo lo atacaba sin tantos miramientos:

—Pero, a ver, con todo el campo que hay por aquí, ¿tenía que caer justo encima de nuestra barbacoa? ¡Menuda puntería!

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El desconocido forcejeaba frenéticamente para liberarse del paracaídas carbonizado, y cuando finalmente su cabeza humeante salió de aquella maraña de tela y cuerdas, lo primero que vimos fue un narizón enorme y un bigote rojizo, exagerado e... ¡inconfundible!

—¿TÍO CHARLIE? —dijimos todos a una, al reconocerlo en el acto.

¡Cómo no íbamos a reconocer a Charles Ferdinand Augustus Vol au Vent Templeton, el primo de la señora Silver, mitad explorador y mitad arqueólogo, con su pizca de locura y sus gotas de inconsciencia pura y dura?

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—¡Hola, familia! —saludó, sonriendo como si nada—. ¿Qué? ¿Os ha gustado mi aterrizaje? ¡Justo, justo, donde tenía previsto!

—¿Encima de mi filete poco hecho? —contraatacó Leo—. La próxima vez, ¿por qué no aterrizas directamente en el plato, ya puestos? Grrr...

—¡Venga, venga! —intervino el señor Silver para calmar los ánimos—. Lo importante es que nadie se ha hecho daño. El fuego puede volver a encenderse para acabar de hacer los filetes. ¿Te quedas a comer, Charlie? ¿O tienes prisa, como de costumbre?

—Esta vez no hay prisa —contestó el recién llegado, mirando perplejo sus gafas, que habían quedado destrozadas—. El avión para Alejandría no sale hasta mañana por la mañana, así que yo diría que también me puedo quedar a cenar y a desayunar. Mientras, vosotros tendréis muchísimo tiempo para hacer las maletas. Por cierto: ¡a mí la carne me gusta bastante hecha!

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