Santa Clara 2 - Las mellizas O'Sullivan

Enid Blyton

Fragmento

CAPÍTULO 1

—¡Mamá! —exclamó Pat O’sullivan, levantando los ojos de la carta que estaba leyendo—. ¿Sabes que la prima Alison, la que estuvo en el colegio Redroofs con nosotras, va a venir al Santa Clara el próximo trimestre?

Isabel, la hermana gemela de Pat, ya se estaba acercando para leer la carta,y las oscuras melenas de ambas chicas se confundían, abstraídas en la lectura, en la mesa en la que estaban desayunando.

—Sí, ya lo sabía —respondió su madre, con una sonrisa—. Vuestra tía Sara me escribió para decírmelo. Cuando supo lo entusiasmadas que estabais vosotras con el Santa Clara, decidió enviar allí también a Alison. De ese modo, podréis cuidar un poco de ella durante el primer trimestre.

—Alison es muy presumida —comentó Pat—. La vimos estas vacaciones dándoselas de princesa. Por si fuera poco, lleva la permanente. ¡Acuérdate de eso, mamá!

—¡Qué horror! —exclamó la señora O’Sullivan—. ¡A su edad! ¡Qué bien le va a ir el Santa Clara!

—Si no recuerdo mal—intervino el señor O’Sullivan, levantando la vista de su periódico y mirando a las mellizas—, nosotros también teníamos un par de chicas espantosamente presumidas antes de las últimas vacaciones que ¡«por nada del mundo» querían ir al Santa Clara! Pensaban que sería un colegio horrible, sencillamente espantoso.

Pat e Isabel se pusieron coloradas.

—No nos lo recuerdes, papá —suplicó Pat—. Éramos unas estúpidas. Al principio nos portábamos tan mal en el Santa Clara que todo el mundo nos llamaba «las estiradas».

—¡O las engreídas! —añadió Isabel con una risita burlona—. ¡Madre mía! ¡No entiendo cómo podían soportarnos!

—Lo cierto es que al principio lo pasamos muy mal —reconoció Pat—. Pero que conste que nos lo merecíamos. Espero que Alison no llegue, ni se acerque, a nuestro grado de vanidad.

—Sospecho que aún será peor que nosotras —contestó Isabel—. ¡Es tan vanidosa! Oye, mamá, ¿no podrías invitar a Alison unos días antes de ir al Santa Clara? Así podremos advertirla un poco.

—Me parece muy bien —afirmó la señora O’Sullivan—. Sería un detalle por vuestra parte.

—No del todo —replicó Isabel, sonriendo—. Lo que ocurre es que ni Pat ni yo queremos cargar con una prima boba y engreída y, para evitarlo, no estaría mal que la tuviésemos unos días a nuestro lado, para prepararla un poquito.

—Algo así como ponerla en forma, ¿eh? —murmuró el señor O’Sullivan, mirando de nuevo por encima de su periódico—. La verdad es que me sorprendería mucho que lograseis convertir a esa monita presumida en una chica como es debido.En mi vida he visto una chica tan malcriada como vuestra prima.

—Le irá bien ir al Santa Clara —suspiró Pat, mientras untaba una tostada con mermelada—. Papá, ¿no te parece que Isabel y yo somos más personas desde que estamos allí?

—Dejadme pensarlo un momento... —contestó su padre para ponerlas nerviosas—. Vamos a ver... Pues, sí..., en conjunto estoy bastante satisfecho de vosotras. ¿Y tú, mamá, qué dices a esto?

—¡Ah! Pues opino que se han vuelto más sensatas desde que van al Santa Clara —declaró la señora O’Sullivan—. Al principio no querían ir ni a la fuerza, y decían que no estudiarían, pero la señorita Theobald, la directora, en el informe escolar aseguró que tenían un comportamiento excelente. Así que creo que este trimestre lo pasarán muy bien.

—No quisiera que acabasen las vacaciones —confesó Pat—, pero no puedo evitar que me encante la perspectiva de volver a ver a la vieja Mademoiselle Abominable, y a la señorita Roberts, y a...

—¿Mademoiselle Abominable? —exclamó el señor O’Sullivan, asombrado—. ¿Es su verdadero nombre?

—¡Claro que no, papá! —contestó Pat—. La llamamos así por su costumbre de decir «C’est abominable» a todas horas. Al principio, Isabel y yo éramos unas alumnas de francés pésimas y Mademoiselle solía escribir la palabra abominable en todos nuestros ejercicios. Pero es una buena persona.

—Será también muy divertido volver a ver a todas nuestras compañeras —murmuró Isabel—. Vamos, mamá. Escribe a tía Sara para que deje venir a la prima Alison la semana que viene, antes de nuestro regreso al colegio.

Así que la señora O’Sullivan escribió a su cuñada, y la prima Alison llegó dos días antes de que las chicas volviesen al internado.

Alison era una chica muy guapa, de cabello rizado castaño cobrizo, una boca preciosa y grandes ojos azules.

—Se parece a aquella muñeca que teníamos —le dijo Pat a Isabel—. Se llamaba Ángela, ¿te acuerdas? Daría cualquier cosa para que Alison no se pasase el día con esa estúpida sonrisa en la cara.

—Seguramente alguien le habrá dicho que tiene una sonrisa encantadora o algo parecido —gruñó Isabel—. A juzgar por su aire de suficiencia,debe pensarse que es una especie de estrella de cine.

Alison estaba encantada de estar con sus primas en vísperas de su ingreso en el Santa Clara, porque se sentía nerviosa ante la perspectiva de ir a un colegio nuevo. Al poco tiempo, todas se acostumbraban al ambiente, pero los primeros días eran siempre un poco difíciles, sobre todo para las novatas.

—Contadme cosas del colegio—insistió Alison aquella tarde, mientras las tres estaban en el viejo estudio—. Supongo que no es uno de esos colegios en que te obligan a jugar, aunque no quieras, y esas tonterías.

—Pues verás, Alison —explicó Pat, guiñando un ojo a Isabel—, precisamente el Santa Clara es el colegio más razonable del mundo —añadió la chica, con voz solemne—.Todas las alumnas han de saber limpiar zapatos...

—Hacer el té...

—Y preparar tostadas —prosiguió Pat—. Además, deben aprender a hacerse la cama...

—Y remendar su ropa si tienen la desgracia de descosérsela —añadió Isabel, gozando inmensamente ante la horrorizada expresión de Alison.

—Un momento —interrumpió esta, enderezándose en su silla—.¿Qué significa todo esto de limpiar zapatos y de preparar el té y las tostadas? ¡Apuesto cualquier cosa a que no nos obligan a hacerlo!

Las dos mellizas se echaron a reír.

—¡Ya lo creo que sí! —aseguró Pat—. Escucha bien, Alison: las alumnas de primero y segundo grado tienen que ayudar a las mayores. Cuando una de las mayores nos llama, debemos acudir a ver qué necesita y hacerlo sin rechistar.

—Pues me parece horrible —refunfuñó Alison, roja de ira—. ¿Qué tal son las chicas? ¿Son unas pesadas?

—¡Son espantosas! —soltó Pat, solemnemente—. Más o menos son de nuestro estilo. ¡Seguro que acabas odiándolas!

—Según eso, el Santa Clara no se parece en absoluto al Redroofs, el cole

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