Personajes
Amanda Black: vive con su tía Paula desde que sus padres desaparecieron al poco tiempo de nacer ella. Ahora, con trece años, ha descubierto la verdad sobre sus orígenes: es la heredera de un antiguo culto dedicado a la diosa egipcia Maat, cuya misión es encontrar y robar objetos mágicos (y no tan mágicos) que, en malas manos, podrían ser peligrosos para la supervivencia de la humanidad. Además, tiene que lidiar con los típicos problemas de una adolescente, que no son pocos, y entrenar a diario para que los poderes que empezaron a manifestarse el día que cumplió trece años puedan desarrollarse hasta su máximo potencial.
Tía Paula: es la tía abuela de Amanda, además de su tutora y exigente entrenadora. Nadie sabe la edad que tiene, ya que aparenta entre treinta y cinco y cincuenta y cinco años. Afirma que ya no está en forma; sin embargo, Amanda cree que eso no es del todo cierto: ha visto a su tía hacer auténticas proezas durante los entrenamientos a los que la somete a diario.
Paula haría cualquier cosa por Amanda, y lo que más le preocupa es mantener a la joven a salvo de todos los peligros que suponen la herencia que ha recibido al cumplir trece años.
Eric: es el mejor amigo de Amanda, no sólo van juntos al mismo instituto, además, Eric la acompaña allá donde la lleven sus misiones. Es un auténtico genio de los ordenadores y puede piratear cualquier red. Antes de conocer a Amanda era un chico solitario con el que todos se metían, ahora ha ganado confianza y nada se interpone en su camino... Algo normal cuando te enfrentas continuamente a peligros que podrían costarte la vida. Lo que más quiere en el mundo es a su madre y después a Amanda (aunque le gusta mucho Esme, la amiga de ambos).
Benson: es el misterioso mayordomo de la familia Black. Parece adivinar los deseos y necesidades de Amanda antes de que ésta abra la boca. Aparece y desaparece sin que se den cuenta y parece llevar en la Mansión Black más tiempo del que sería natural: Amanda descubrió una fotografía muy antigua en la que aparecía Benson y... ¡estaba igual que ahora!
Se encarga de todo el equipo necesario para las misiones de Amanda y Eric y es el inventor de los artilugios más sofisticados. También sabe pilotar los automóviles, aviones y helicópteros que se guardan en el taller de la Mansión Black y está enseñando a Amanda y a Eric a manejarlos. Para Amanda y la tía Paula, Benson es un miembro más de la familia, y así se lo han hecho saber en numerosas ocasiones.
Esme: compañera de Eric y Amanda en el instituto. Conoce la herencia de Amanda y siempre está dispuesta a echarle una mano cuando su amiga lo necesita. Le encantaría acompañarla en sus misiones y cuenta con que algún día se lo pida. Mientras tanto, se alegra de tener a Eric y a Amanda como amigos y de que le cuenten sus últimas aventuras (a ella también le gusta un poco Eric).
Lord Thomas Thomsing: lord inglés perteneciente a una familia que, en la antigüedad, fue una poderosa aliada de los Black. Tras la utilización por parte de uno de sus antepasados de un amuleto mágico (con consecuencias desastrosas), la familia del lord fue expulsada del culto a la diosa Maat. Ahora, tras demostrar lord Thomas su fidelidad y su valor, los Thomsing han recuperado su lugar junto a la familia de Amanda, de lo cual, la tía Paula se alegra mucho (muchísimo).
Nora: delegada de la gente de los subterráneos, un grupo clandestino que lleva siglos habitando en subterráneos secretos bajo la ciudad en la que viven los Black. Tras intentar establecer redes de comercio con la gente de arriba (los que viven en la ciudad) y fracasar, tuvieron que dedicarse a robar, si bien eligen siempre a sus víctimas entre los poderosos. La gente de los subterráneos cuenta con numerosos agentes distribuidos por todo el mundo. La tía Paula está tratando de ganarse a Nora como aliada para la causa de los Black.
Lugares
Mansión Black: el hogar de los Black desde hace cientos de años. Amanda recibió la mansión y todo su contenido como herencia al cumplir trece años. Si bien su exterior está bien conservado, el interior es otra cosa. Han podido habilitar algunas de las habitaciones para su uso diario, pero la gran mayoría todavía está en un estado cochambroso y casi ruinoso. Poco a poco, la tía Paula, Benson y Amanda van trabajando para devolverle todo su esplendor. Lo malo es que, a pesar de tener la fortuna que heredó la joven, no pueden hacer uso de ella para hacer obras porque temen que alguien pueda descubrir los secretos que se guardan en su interior. La Mansión Black tiene pasadizos ocultos, habitaciones que aparecen y desaparecen y muchas cosas que Amanda todavía no ha descubierto.
El taller: así es como llaman al sótano de la Mansión Black y es donde se preparan todas las misiones de Amanda y de Eric. Dentro del taller se esconde la Galería de los Secretos, en la que se conservan los objetos robados en cada misión (de la cual mientras sigan siendo peligrosos no volverán a salir). Además, cuenta con los ordenadores más potentes; un hangar, en el que se guardan las aeronaves (algunas supersónicas) que necesitan para desplazarse por todo el mundo en tiempo récord; un enorme vestidor con todos los trajes necesarios, desde ropa de escalada a vestidos de fiesta; una biblioteca; una zona de estudio, y parte del circuito de entrenamiento que Amanda tiene que hacer a diario (la otra parte está en los jardines de la Mansión Black, si bien, en la actualidad, es bastante generoso llamarlos «jardines»).
Prólogo
Con trece años es raro que te preocupes por tu propia muerte.
A no ser que seas la heredera de un culto a la diosa Maat que data del Antiguo Egipto y que te dediques a robar objetos que son peligrosos para la supervivencia de la humanidad, claro.
O que estés colgando de una sola mano de un precipicio en la cordillera del Himalaya. Eso también influye.
No creo que aguante mucho en esta situación, mi mano y mi brazo derechos empiezan a agotar sus fuerzas.
Bambolearme en busca de algo a lo que sujetarme con la mano izquierda tampoco ayuda.
Miro hacia abajo intentando calcular la caída.
Va a ser brutal.
Ni todos los dones Black funcionando al cien por cien van a conseguir sacarme de ésta.
Y no están al cien por cien. Ni mucho menos.
Estoy agotada, hambrienta y congelada.
¿Que qué estoy haciendo aquí? Esa respuesta me la sé: estoy buscando una pista que me lleve hasta mis padres. O, al menos, hasta mi madre.
Empiezo a acusar el cansancio.
El frío atenaza mis extremidades a pesar de la ropa térmica especial que Benson hizo para mí.
Benson. Mi querido Benson.
De no ser por él jamás habría venido hasta el Himalaya. Él intentaba ayudarme a descubrir cosas que he de descubrir.
Pero esto no es culpa suya, él sólo pretendía ayudarme.
Esto es culpa mía. Sólo mía. Yo me empeñé en venir a pesar de las recomendaciones de la tía Paula.
Yo y sólo yo me he metido en este lío por no prestar atención a las inclemencias del tiempo. Por no tener paciencia, por no esperar a que la tormenta pasase.
Y yo y sólo yo soy responsable de salir con vida de esta situación.
Si salgo.
Más que nada porque aquí no hay nadie más.
Eric se encuentra en el monasterio donde nos alojamos. Él no podía acompañarme hasta la cima de la montaña... Tenía que hacerlo yo sola.
En fin, va siendo hora de tomar una decisión, no me queda mucho tiempo. Siento calambres en el brazo que me protege de la caída. O me pongo en marcha y hago algo por salvar mi propio culo, o lo pierdo.
Mi tía me ha enseñado que a la hora de tomar decisiones lo mejor que puedo hacer son listas de pros y contras. Ventajas e inconvenientes.
Bien, veamos:
Lo bueno es que, si me suelto del saliente al que estoy sujeta, no tendré que preocuparme más por todo el asunto que me ha traído hasta aquí.
Lo malo es que estaré muerta.
No me ha ayudado mucho esta lista... O puede que no la haya hecho bien... Ojalá estuviese aquí la tía Paula para preguntarle... Y, de paso, para que me sacase de este lío.
Por primera vez desde que acepté mi legado como heredera de los Black, no tengo ni idea de qué hacer.
Una voz llega desde arriba cortando en seco mis pensamientos.
—¡Amanda! ¡Vamos, agárrate a mi mano!
Conozco esa voz, pero, desde luego, no esperaba escucharla aquí, en una montaña, en medio de una tormenta de nieve.
No, aquí no.
Esa voz pertenece a fiestas lujosas con trajes de gala de precios prohibitivos, deliciosos canapés y cócteles de nombres impronunciables. A despachos en áticos. A mansiones inmensas y deportivos veloces y brillantes.
—¡Vamos, niña, no pierdas tiempo! ¡Sujétate!
Miro la mano que tengo frente a mí y dirijo la vista hacia la muñeca hasta llegar al codo. Mi mirada sigue trepando por ese brazo hasta alcanzar el rostro de la última persona que esperaba que me salvase de morir estampada contra el fondo de un precipicio.
Por fin, nuestras miradas se cruzan. La mía, sorprendida, la suya, expectante.
Irma Dagon.
Mi archienemiga
Que vuelve a pedirme que coja su mano.
—¡Confía en mí!
No sé si estoy haciendo lo correcto; sin embargo, esa mano tendida hacia mí es lo único que me separa de una muerte segura.
Me bamboleo de nuevo y sus dedos se cierran con fuerza en torno a mi antebrazo izquierdo.
Justo a tiempo, porque en ese momento exacto, justo en ése, mi mano derecha decide que ya ha tenido más que suficiente y se suelta de la raíz a la que estaba sujeta.
Mi vida depende ahora de Irma Dagon.
1
Todo iba bien aquel sábado. Había pasado una semana desde el mejor baile de nuestra vida. También había sido el primer baile de nuestra vida, así que teníamos poco con lo que comparar.
El caso era que Esme, Eric y yo lo habíamos pasado genial bailando y riéndonos hasta las tantas. El lunes volvimos a nuestra rutina de clases, exámenes y