¡Gol! 38 - Rivales peligrosos

Luigi Garlando

Fragmento

cap-1

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Sábado por la tarde en casa de Tomi.

Clementina y Fernando han sido invitados a comer por la familia del capitán. Los acompaña Serena, la madre de Clementina y hermana de Lucía, que acaba de llegar con su marido de Cádiz para ayudar a su hija, que está a punto de dar a luz.

Como recordarás, Clementina se había mudado a Madrid para estudiar en la universidad, se enamoró del hermano de Pedro, se casó con él y dentro de unos días dará a luz a un niño.

Están hablando del nombre escogido para ese hijo cuando Clementina se posa una mano sobre la barriga y anuncia con una mueca sonriente:

—Se llamará Valentín, pero no «va lentín» para nada.

—¿Sientes pinchazos? —se alarma Fernando.

—Sí, tengo la impresión de que se quiere adelantar —contesta su mujer, y respira hondo.

Armando se levanta del sofá dando un bote.

—¡Vamos, chicos, os llevo al hospital! Iremos en mi coche...

Fernando ayuda a su mujer a ponerse el abrigo, se meten todos en el ascensor y se dirigen a la calle, pero se topan con un imprevisto: el coche de Armando no quiere arrancar. El padre de Tomi suelta una retahíla de palabrotas, pero no consigue convencer al motor de que se ponga en marcha.

—¿Seguro que tiene gasolina? —pregunta Lucía.

—Claro que sí —responde con impaciencia su marido—. No entiendo qué puede pasar, ¡y precisamente ahora!

—Creo que Valentín nacerá en el paseo de la Florida —comenta Clementina, que cada vez tiene más contracciones.

Armando echa un vistazo por el retrovisor y da una orden:

—¡Bajaos todos, está llegando el 54!

—¿Quieres ir al hospital en autobús? —se inquieta Lucía—. ¡Con todas las paradas que hace, tardaremos una hora! Valentín nacerá antes de que lleguemos...

—... y sin billete —puntualiza Tomi.

—Tranquilos, que ya me encargo yo —asegura Armando, que se sube al 54 de un salto en cuanto se para el autobús.

—¡Hola, Julián, hay una emergencia! Tengo que requisar el autobús —exclama el padre del capitán. Luego, dirigiéndose a los pasajeros, les da una explicación—: Perdonen las molestias, pero este vehículo va a acabar aquí su servicio. Les ruego que bajen y esperen el próximo 54.

Fernando ayuda a Clementina a subir y tomar asiento. Su madre le da la mano y la anima:

—Respira fuerte, cariño, respira...

Tomi se queda al lado de su padre, que cierra las puertas y sale a toda marcha pitando sin parar, como si fuera una ambulancia, para que le dejen atravesar el denso tráfico de Madrid. Al poco rato llegan a una clínica, donde acuestan a Clementina en una camilla y la llevan al interior.

Fernando, como un flan, entra con ella al paritorio.

Media hora más tarde, llegan los padres del marido y su hermano, Pedro, que camina con la ayuda de muletas.

Como recordarás, el capitán de los Escualos se lesionó la rodilla durante el amistoso que disputó su equipo contra los Cracks de míster Martillo y tendrá que someterse a una pequeña intervención quirúrgica.

—¿Ya estás aquí? —pregunta Pedro, sorprendido, al capitán de los Cebolletas.

—Yo llego siempre antes que tú. Sobre todo en la clasificación.

—Te recuerdo que ahora mismo en la liga vas por detrás de mí —precisa el coletas.

Charli recorre frenéticamente el pasillo, impaciente por que algún médico le anuncie el nacimiento de su primer nieto.

—Tranquilo, ya verás como va todo bien —le tranquiliza Armando, tan nervioso como él.

—¿Te das cuenta, capitán? —pregunta Pedro—. Estamos a punto de convertirnos en familiares casi directos...

—Claro que me he dado cuenta —confirma Tomi—, y la idea no me vuelve loco de alegría.

Al fin se abre la puerta y una enfermera sonriente pregunta:

—¿Los parientes de Clementina?

—¡Aquí estamos! —contestan todos a coro acercándose rápidamente.

—¡Un precioso niño de tres kilos y medio acaba de entrar en su familia! —anuncia la mujer.

Serena, abrazada a Lucía, pone una sonrisa de satisfacción y pregunta:

—¿Y cómo está mi hija?

—Cansada, pero bien —asegura la enfermera—. Ha ido todo sobre ruedas.

—¿Podemos verlos? —insiste Serena, impaciente.

—Por supuesto. Ya hemos lavado al niño y les está esperando en la cama de su madre. Síganme.

Armando y Lucía abrazan a los padres de Clementina y los de Fernando, que son abuelos por primera vez. Hasta Tomi y Pedro se chocan la mano.

Al cabo de un ratito entran todos en la habitación de Clementina para conocer a Valentín: un chiquitín de mirada simpática, con un mechón de pelo negro que le cae por la frente. Parece un tipo de lo más sociable: va pasando de los abuelos a los tíos sin poner cara de preocupación en ningún momento.

Pedro lo observa en la cuna y concluye:

—Está claro que nos somos como dos gotas de agua.

—¡Qué va! No tiene ni coletas ni muletas. Se ve a la legua que es un Cebolleta.

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—Un Escualito, querrás decir.

A la salida del hospital, Armando se lleva una sorpresa desagradable: un guardia urbano está poniendo una multa al 54.

—¡Espere un segundo, que me lo llevo! —exclama.

Pero el guardia sigue escribiendo en su carnet de multas.

—Lo siento, es demasiado tarde. En esta zona no se puede aparcar.

—Ya lo sé, pero era una emergencia. Mi sobrina estaba a punto de parir y, como soy conductor de autobuses, la he traído aquí volando.

—Menos mal que no es piloto, porque, si no, ¿dónde habría aparcado el avión? —concluye el guardia, antes de entregar la multa a Armando.

El día siguiente se disputa la segunda jornada de la liga autonómica.

En la parroquia de San Antonio de la Florida entran en escena los Olivas de Champignon contra los Goleadores de Villalba. Los Uvas, entrenados por don Danilo, juegan a domicilio contra los Gigantes de Chinchón.

Después del empate en la primera jornada, el equipo de Tomi tiene que tratar de ganar para que no se le escapen los Escualos, que lideran el grupo B con tres puntos.

El primero en reconocer caras conocidas entre los Goleadores es Nico.

—Pero ¿esos no son los trillizos Ma-Ma-Ma?

—¡Tienes razón! Son Marta, Marcos y Mario —confirma Fidu—. Jugaban en los Sobresalientes.

¿Te acuerdas de los Ma-Ma-Ma?

Son tres hermanos que juegan muy bien y formaban parte de un equipo en el que también militó João. Al principio tuvieron algunos problemas para integrarse en el grupo, pero, cuando el entrenador de los Sobresalientes, siguiendo el consejo de Gaston, les asignó los puestos a los que mejor se adaptaban (Marta en defensa, Marcos en el centro del campo y Mario en la delantera), el equipo despegó en la clasificación.

—¡Vaya, qué sorpresa! —exclama Marcos chocando la mano a Fidu—. Cuando vimos la dirección del campo de Madrid, confiamos en que los Olivas fueran en realidad los Cebolletas.

—¡Pues acertasteis! —confirma Tomi—. En cambio, los Bananas se ha

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