¡Gol! 40 - El día de la victoria

Luigi Garlando

Fragmento

cap-1

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En la pared del box del circuito del Jarama se han reunido muchos Cebolletas que jalean el paso de las minimotos por la línea de meta.

Fidu, con su vozarrón, lanza su famoso grito de guerra:

—¡Píssale, Issa! ¡Pissa!

¿Te acuerdas de Issa? Es el hijo adoptivo de Gaston y Sofía Champignon. El cocinero francés y su mujer lo conocieron en un orfanato de Namibia, donde algunos misioneros cuidan de niños sin familia o con problemas, y, después de pasar algunos meses con él en África, se lo llevaron a Madrid. En el mismo centro asistencial, Violette, la hermana de Gaston, y el mayordomo Augusto adoptaron a Jamila, la mejor amiga de Issa.

Después de jugar al balón con los Cebolletas con escaso éxito, el chico africano se apasionó por las carreras de minimotos y enseguida demostró un gran talento. Charli y Fernando, el padre y el hermano de Pedro, se convirtieron en sus mecánicos de confianza: lo llevan a las carreras con su autocaravana, que está tan bien equipada que parece un taller ambulante, y lo siguen desde el box, dándole consejos estratégicos y revisando el motor o los neumáticos siempre que hace falta.

Esta es la última carrera de clasificación para el campeonato nacional. A Issa, que ha obtenido buenos resultados en las anteriores, le bastaría con quedar entre los cinco primeros para poder participar en el Gran Premio del Jarama, en el mismo circuito en el que están ahora. El Gran Premio se celebrará a final de mes y en él se decidirá el título de campeón de España.

A cinco vueltas para el final, el hijo adoptivo de Champignon rueda en segunda posición, a rebufo del número 3, que con su mono blanco y el casco rojo parece una cerilla. Issa, que pilota la moto número 99 como su ídolo, el fabuloso Jorge Lorenzo, lleva un mono de piel negro y el casco decorado por su tía Violette, la famosa pintora.

—¡Píssale, Issa! —vuelve a aullar Fidu.

—¡Cállate, a ver si te oye! —lo regaña Nico.

—¡Si grito es para que me oiga! —rebate el portero.

—No tiene que adelantar al primero; basta con que llegue segundo y se proteja las espaldas —explica el número 10—. Esta no es la carrera que tiene que ganar. En el Gran Premio sí que debe llegar el primero. Si trata de adelantar ahora y se cae, se quedaría fuera de los cinco primeros puestos y no llegaría a la final. ¿Comprendes, cabezón?

—Lo único que sé es que, como dicen los entrenadores, para ganar lo mejor es ganar —responde Fidu—. Si gana esta carrera, en el Gran Premio todos le tendrán miedo. Además, siempre es mejor estar delante que detrás, así no te arriesgas a chocar contra el que va delante en caso de que se caiga.

Al final de la recta de tribuna, el cerilla frena e Issa trata de superarlo por dentro, inclinando la moto hasta que roza el asfalto con la rodilla. El número 3 lo ve y cierra el hueco para evitar que se le cuele. Al frenar para evitar el choque, la rueda posterior de Issa derrapa y el hijo de Gaston sale catapultado fuera de la pista.

—Nooo... —vocifera Champignon, agarrándose la punta izquierda del bigote, la de la preocupación.

—¿¡Qué te había dicho!? —exclama Nico, dando un puñetazo a la valla.

Fidu se saca la gorra y la tira al suelo, enojado:

—¡Ha sido una maniobra antirreglamentaria! ¡El que va delante no puede cambiar de trayectoria!

Fernando atraviesa la pista corriendo y ayuda a Issa a subirse otra vez a su minimoto.

Cuando el pequeño africano cruza otra vez la línea de meta, es el decimosegundo.

—Adiós al Gran Premio... —suspira Sara.

Tomi no está de acuerdo:

—Todavía lo puede conseguir. No tiene que ganar la carrera, le basta con acabar entre los cinco primeros. ¡Tiene cuatro vueltas para remontar!

—Para recuperar siete puestos haría falta un Lorenzo o un Márquez —apunta João, menos optimista.

—Le bastan y sobran a nuestro fabuloso Issa —asegura Fidu.

—Pues entonces ¡a chillar, gorila! ¡Ahora sí que puedes gritar! —le anima Nico.

—¡Píssale, Issa, píssale! —grita el portero de los Olivas.

En la vuelta siguiente, cuando solo faltan tres para el final, el hijo de Gaston ya ha remontado tres puestos.

—¡Va el noveno, el noveno! —dice Tomi exultante—. ¡Puede conseguirlo!

En el siguiente paso por meta es octavo.

—Vaya, esta vuelta solo ha conseguido superar a uno —observa Fidu, preocupado.

—Delante tiene a dos que luchan entre ellos y lo frenan —señala Nico.

—¡Píssale, Issa! —insiste el portero.

E Issa «pissa» a fondo en la recta de tribuna, supera de golpe a la pareja de duelistas y toma la curva en sexta posición. Los chicos, Gaston y Augusto lo celebran como si hubiera marcado un gol.

—Pero los cinco primeros se han alejado mucho —advierte Tomi, inquieto.

—Esta vuelta tiene que tratar de acortar distancias y luego probar el adelantamiento decisivo en la última —reflexiona Nico.

Esa es exactamente la táctica escogida por Issa, que reduce la distancia que le separa del grupo de cabeza, se pega a la rueda del último motorista y decide jugarse el todo por el todo en la curva final. Los Cebolletas lo siguen conteniendo la respiración. El pequeño africano realiza una obra de arte de técnica y valor, asumiendo grandes riesgos: es el último en frenar e inclinar la moto, a un centímetro del terraplén. Cuando la levanta, delante solo ve a dos rivales. Acelera para superarlos en la recta, pero acaba la carrera en una tercera posición sumamente valiosa después de su caída.

No solo se ha clasificado para el Gran Premio del Jarama, sino que ha logrado subir al podio. Ha ganado el que parece una cerilla, el número 3.

Superbe! —aúlla Gaston, que por fin puede liberar la tensión, jugando con la punta derecha de su bigote.

Fernando es el primero en llegar hasta Issa, su piloto: se lo echa a hombros y lo lleva en triunfo hasta el podio.

Cuando Issa recoge la copa entre aplausos, los Cebolletas le dedican una auténtica ovación. Jamila, la chiquilla que creció con él en África, es la más feliz de todos.

Son días de grandes satisfacciones y expectativas para los chicos del barrio. Issa ha ganado una copa y espera que llegue el Gran Premio del Jarama y, como recordarás, los Olivas, entrenados por Gaston Champignon, han acabado primeros de su grupo y se han clasificado para las semifinales de la liga autonómica, con la esperanza de luchar por el título en el Vicente Calderón.

En unos minutos sabrán contra quiénes se medirán la próxima semana. De hecho, Champignon, Tomi, Nico y Fidu están sentados en la sala de conferencias de un gran hotel del centro de Madrid, donde el comité que organiza las ligas juveniles va a celebrar la entrega de premios de la temporada y el sorteo de las finales pendientes.

—¿Sabéis algo de los otros dos equipos que entran en el sorteo, con nosotros y los Cracks? —pregunta Fidu.

—Uno es de Torrelodones, se llama Manzanitos y espero que juegue contra los Cracks —responde Nico.

—¿Y eso? —se extraña el portero.

—Han ganado todos los parti

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