Los niños preguntan, los genios responden

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Fragmento

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De pequeña quería ser bailarina y por eso convirtió la música en su mejor amiga. Pero su padre y Maria Callas hicieron que redibujara su destino cuando él le regaló un disco de la diva de la ópera y el corazón comenzó a darle saltitos en el pecho. Ainhoa Arteta nació en 1964 en Tolosa (Guipúzcoa); solo tenía cinco años cuando descubrió que también se podía bailar con la voz.

Comenzó a aprender música en el Conservatorio de San Sebastián y con dieciocho años se fue a Mantua, Italia, para seguir aprendiendo con el mismo profesor que tuvo Luciano Pavarotti, otro legendario cantante de ópera que consiguió, como Arteta, que la música se colara por las ventanas de muchas casas donde nunca había sonado. Desde entonces sigue estudiando con la misma ilusión que el primer día que se compró una libreta llena de pentagramas.

Su voz hace que los cometas reduzcan su velocidad para poder escucharla. Y como en Estados Unidos hay muchas estrellas, le ofrecieron sus escenarios para que comenzara una carrera que despegó con la fuerza de un cohete espacial. Arteta ha puesto la piel de gallina al público del Carnegie Hall, del Metropolitan Opera, de la Scala de Milán… Siempre tiene una maleta medio preparada por si ha de salir volando hacia algún teatro para hacer feliz a su público.

Arteta, cuando no está conversando con el re bemol, aprovecha el tiempo libre para divertirse con sus hijos, Sarah e Iker. Además, adora a los animales y jamás dice que no a comprometerse con causas justas. Tanto amor siente por ellos que si se reencarnara pediría ser un tierno y adorable oso panda. Y no porque estos peludos tengan una voz privilegiada, sino para pasarse el día tumbada y masticando bambú. Aunque su postre favorito es la leche frita, cocinada con la receta secreta de su abuela. Por una cucharada de este manjar sería capaz de cantar La Traviata… ¡al derecho y al revés!

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Los niños preguntan...

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Los genios responden...

La ópera no es apta solo para mayores, ¡la puede disfrutar todo el mundo! Y no solo da igual la edad, también de dónde seas, qué lengua hables... Porque la ópera tiene muchísimo que ver con las emociones de verdad, de esas que hacen que se nos ponga la piel de gallina y, por qué no, a veces nos arranca alguna lagrimita que no tiene por qué ser triste, puede ser de alegría o porque el corazón está dándonos saltitos en el pecho.

Y la emoción es universal; los sentimientos no entienden de fronteras.

¿Sabíais que la voz es el único instrumento vivo que existe? Por eso su música se distingue de la del piano, la guitarra, la flauta, la trompeta o el violín, por ejemplo, en que sus vibraciones nos llegan de forma directa, sin que nada las transforme. Y eso es precisamente lo que convierte la música en emoción y en sensaciones. Si no me creéis, os propongo que vayáis algún día a escuchar una ópera en directo, ya veréis como es una experiencia flipante. Porque la ópera te mueve el alma, te llega directa al corazón.

Seguro que muchos pensáis que para que te guste la ópera has de saber sobre ella. ¡Pues estáis muy equivocados! Las grandes obras de la ópera llegan a lo más profundo de las personas, tanto del público como de nosotros, los cantantes, sin pedirte un certificado de estudios ni hacerte un examen previo. No es necesario conocer a los protagonistas de las grandes óperas, ni qué hicieron, ni de quién se enamoraron… La ópera es sentimiento y no hay que entenderla: hay que sentirla.

La primera ópera que vi fue en París. Yo era muy jovencita, casi como vosotros, y me llevaron a un teatro precioso que se llama Palais Garnier. Allí disfruté por primera vez en directo de Las bodas de Fígaro de Wolfgang Amadeus Mozart y, os lo confieso, no tenía ni idea de qué iba. Pero me dio igual, no me importó en absoluto porque me impactó muchísimo desde el primer minuto. Tanto que he convertido la ópera en mi profesión y en parte de mi vida. ¡Y esto mismo puede ocurriros a algunos de vosotros!

Además, la ópera y la cultura, en general, nos hacen a las personas más libres. Cuanto más sepáis, mejor para vuestro futuro, pero también para vuestro presente. Cuanto más sepáis, cuanta más curiosidad tengáis, mejor funcionará vuestra mente y más abiertos estaréis a aprender más.

Y, si me dejáis daros otro consejo, lo voy a resumir en una palabra: cantad. No importa que lo hagáis bien, mal o regular, porque cantar es expresarse. Cantar es como respirar: una necesidad básica de todos los seres humanos. Por eso, cantad cuando os apetezca, cuando os lo pida el alma, para alegrar a un amigo, para celebrar algo bonito… No hace falta tener una excusa, siempre se puede y se debe cantar.

A veces, cuando ensayamos para un estreno, vienen a vernos alumnos de colegios e institutos cercanos. ¡Y no os podéis imaginar lo que disfruto teniendo cerca a gente tan joven! Si alguna vez tenéis la oportunidad de ver una ópera, aunque sea un ensayo, no la dejéis escapar, porque ¿quién sabe si seréis vosotros el futuro de la ópera? ¿Os imagináis que en vuestra clase está la próxima gran soprano de la historia? ¿O el mejor barítono del mundo? Yo estoy segura de que así es… ¡Cantad!

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Algunas curiosidades más…

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En el escenario, siempre lleva la sortija de su madre, que ya los dejó.

 

En todas sus actuaciones la acompaña una mariposa que se ha convertido en un símbolo muy importante para ella. Si no puede llevarla a la vista porque no pega con el papel que interpreta, se la engancha en la ropa por dentro con un imperdible para que no se vea.

 

Antes de salir a cantar, siempre se santigua tres veces.

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EDUCACIÓN

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César Bona

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