Las hormonas, esas grandes desconocidas
Lo primero que quiero transmitirte en este libro es algo muy sencillo y sin embargo muy importante: aunque hasta hace poco tiempo no se les haya dado mucha importancia en la divulgación, tienes que saber que las hormonas son fundamentales para el ser humano. Sin hormonas no hay vida. Tan simple como evidente.
A partir de aquí, quizá ahora ya seas consciente de su importancia y nos podamos plantear la primera cuestión: ¿sabemos realmente qué son las hormonas y cómo funcionan?
Si hacemos una búsqueda rápida en internet con las palabras «hormonas y salud», nos aparecen más de setenta y dos millones de resultados, lo que indica no solo que el tema interesa, sino que mucha gente habla de ellas. Y no es de extrañar, ya que las hormonas regulan cada detalle de nuestra vida desde antes de nuestro nacimiento. Producimos un gran número de hormonas cada día, y no siempre son las mismas ni en la misma cantidad, sino que sus valores cambian según nuestro momento vital. Conocerlas un poco más puede ayudarnos a comprender mejor nuestro cuerpo y los cambios físicos y mentales que ocurren a lo largo de nuestra vida y en nuestro día a día.
Hasta dónde los avances científicos nos lo permitan, en este libro vamos a hablar de las hormonas con rigor y con un lenguaje accesible para que este fascinante y, en gran parte desconocido, mundo de las hormonas, deje de ser un misterio y un secreto para ti. Para ello, lo primero que haremos es definir qué es una hormona.
El término hormona, proviene de un vocablo griego: hormein (ὁρμῶν), que significa excitar o estimular. Y, de hecho, la hormona es una sustancia química producida siempre por una glándula —la tiroides, los ovarios y otras tantas que te contaré después—, que actúa como mensajero, viajando a través del torrente sanguíneo para regular diversas funciones en el cuerpo. Las hormonas pueden excitar, inhibir o regular la actividad de diversos órganos o sistemas de órganos. Fue acuñado por primera vez en 1905 por un fisiólogo británico llamado Ernest Starling, que junto con su cuñado William Bayliss, descubrió la primera hormona conocida, la secretina[1], una hormona producida en el intestino delgado y que estimula la secreción de enzimas pancreáticas para facilitar la digestión.
En el cuerpo humano se producen cada segundo miles de millones de reacciones químicas y las hormonas son las encargadas de coordinar muchas de ellas. Como veremos a lo largo de este libro, gracias a las hormonas vivimos, así que vamos a indagar un poco más en cómo funcionan.
Importancia de las hormonas en el funcionamiento del cuerpo humano
Imagina una orquesta en la que cada músico toca en perfecta armonía. Pues así es nuestro cuerpo, compuesto por millones de células interconectadas entre sí.
Las hormonas van de un lado a otro a través del torrente sanguíneo llevando mensajes vitales. Son algo así como un mensajero que reparte órdenes y recados. Sin estos mensajes nuestras células no sabrían qué hacer. Las hormonas les dicen a nuestras células cuándo dividirse, cuándo crecer, cuándo y cómo producir energía y hasta cuándo relajarse. Por ejemplo, la insulina, una hormona producida por el páncreas, es la encargada de que no te falte energía para realizar todas las actividades del día y para que tu cuerpo realice todas sus funciones. Su manera de actuar es la siguiente: gran parte de los alimentos que comes, tu cuerpo los transforma en azúcar, la glucosa, que circula por la sangre para repartirse por la mayoría de tus células. Pero las células no podrían introducir esa glucosa en nuestras células sin nuestra insulina. En este caso la hormona no solo es mensajera, sino que es transportadora. Digamos que es el coche en el que el azúcar viaja. Sin coche, la glucosa no puede entrar en la célula. Además, como hormona, no solo distribuye la glucosa por las células, sino que estimula su almacenamiento en tejidos como el músculo o el hígado y, si nuestro cuerpo no necesita más glucosa, facilita que la energía que sobra se acumule en forma de grasa. Sin insulina, los hidratos de carbono que produces tras digerir los alimentos circularían por tu sangre, ensuciando tus arterias y sin la posibilidad de entrar en tus células para darles la energía que necesitan. Por eso, las personas con diabetes, que no producen insulina, necesitan pincharse esta hormona cada vez que ingieren alimentos. De hecho, los niños que tienen una diabetes tipo 1 suelen diagnosticarse porque sus padres notan que tienen mucha hambre, un síntoma causado porque, aunque coman mucho, sin insulina, su cuerpo no recibe la energía de los alimentos. También tienen pérdida de peso, porque, al no poder meter el azúcar en las células, les faltan las calorías necesarias. Y mucha sed, porque su cuerpo nota que la sangre está demasiado «densa», ya que contiene mucha suciedad acumulada y pone en marcha los mecanismos para incitarles a beber más agua.
Ni que decir tiene que el descubrimiento de la insulina en Canadá en 1921 y su posterior uso en un niño de 14 años, cambió la vida y el pronóstico de los millones de pacientes que hay en el mundo con diabetes tipo 1.
Las hormonas también son las encargadas de responder adecuadamente ante el peligro y el estrés. Por ejemplo, el cortisol, liberado por las glándulas suprarrenales, te ayuda a enfrentarte con energía a cada nuevo día. Y un desequilibrio de esta hormona puede causar estragos, aumentando la ansiedad y reduciendo nuestro bienestar. Para comprobarlo solo tenemos que fijarnos en todas esas personas que viven con un estrés permanente en el trabajo y con sus niveles de cortisol por las nubes. El agotamiento físico y mental hace que se sientan «quemadas». Es lo que la ciencia ha definido como «síndrome de burnout» o «síndrome de desgaste profesional», que puede desencadenar enfermedades como depresión, ansiedad, hipertensión y problemas digestivos como gastritis, entre otros.
Además, las hormonas son las responsables de coordinar y facilitar eventos fundamentales en el desarrollo de las distintas etapas de nuestra vida, como la pubertad, el crecimiento, la libido, la fertilidad, el embarazo o el parto.
Fascinante, ¿no? Y esto es solo una muestra de lo que nuestras hormonas hacen por nosotros tan calladamente. Sin ellas no existiríamos ni seríamos como somos. Para conocerte y entender mejor tus estados de ánimo y tus cambios diarios y a lo largo de la vida, merece la pena que sigas leyendo para entenderlas mucho más a fondo.
Conoce tus hormonas: produces más de las que imaginas
En consulta es frecuente que vengan pacientes pidiéndome que controle sus hormonas con un análisis de sangre para comprobar que todo está bien. ¡Ojalá fuera todo tan simple!
Nuestro organismo es tan complejo que, como les explico a mis pacientes, si no sabes lo que buscas, es difícil diagnosticar algo. Es importante basarse en síntomas y sospechas para saber qué hormonas pueden estar implicadas en un posible problema.
Recuerdo el día que, atendiendo a un niño por un problema hormonal, no pude dejar de fijarme en su padre, en el que se evidenciaban signos típicos de acromegalia o exceso de hormona del crecimiento. Y es que una de las características más típicas del exceso de esta hormona en la edad adulta son cambios en los huesos faciales, dando paso a la típica «facies acromegálica», de labios gruesos, mandíbula y frente anormalmente grandes y dientes muy espaciados. Al preguntarle por ello, me comentó que también había aumentado su talla de zapatos y que hacía tiempo que su anillo de casado ya no le cabía. El exceso continuo de esta hormona que conocemos como GH (por su nombre en inglés «growth hormone») había provocado otras alteraciones en su organismo y padecía desde hacía tiempo dolores articulares, dolores de cabeza (cefaleas) e incluso cambios en la visión. Estas alteraciones son típicas de esta enfermedad, pero el hombre pensaba que eran «achaques» de la edad. Pude tratarlo y comprobar que llevaba años con un pequeño tumor en su hipófisis que le había ido cambiando su fisonomía tan lentamente que nadie se había dado cuenta. Lo cual, como veremos, es más frecuente de lo que pensamos.
Tras confirmar el diagnóstico, la extirpación quirúrgica del adenoma y un tratamiento médico posterior mejoró la calidad de vida de esta persona, que a día de hoy sigue con un buen estado de salud
Como he comentado antes, para hacer un diagnóstico, es importante el llamado «ojo clínico», que te permite asociar signos y síntomas con enfermedades más frecuentes. Y un claro ejemplo de cómo algunos trastornos hormonales pueden pasar desapercibidos, incluso para los médicos más expertos, es el de un conocido endocrinólogo, experto en tumores hipofisarios, que fue mi profesor en la universidad, que también tuvo un tumor o adenoma hipofisario productor de GH. Sus rasgos faciales cambiaron con los años, pero ni él mismo pudo autodiagnosticarse. Fue un colega al que no veía desde hacía tiempo y con el que coincidió en un congreso, el que le comentó sus sospechas al darse cuenta de cómo se habían modificado sus rasgos faciales.
De hecho, como la hormona del crecimiento se puso tan de moda hace unos años por su hipotético efecto rejuvenecedor, mucha gente se excedió en su uso y empezaron a multiplicarse las personas, famosos incluidos, con ciertos «rasgos acromegálicos» en sus caras. El consumo de GH, como el de las hormonas en general, debe estar prescrito siempre por un médico para evitar los efectos colaterales. Aun así, el uso y abuso de las hormonas sigue estando a la orden del día, como veremos más adelante.[2]
Así se organizan tus hormonas
El mundo de las hormonas es mucho más amplio y complejo de lo que la gente piensa. Para que empieces a entender este curioso y secreto mundo, es importante conocer al menos los principales grupos de hormonas que circulan por nuestro cuerpo. No te asustes al ver tanta hormona, es solo para tu información. ¡No necesitas memorizarlas!
Cuando hablamos de hormonas, solemos hablar de ejes hormonales. Es la forma que tenemos de definir el sistema de comunicación entre las distintas glándulas endocrinas. Este sistema sigue una jerarquía en la que una glándula superior controla otra. Sería como el jefe que ordena hacer un trabajo, liberando una hormona. Una vez que esa tarea se ha ejecutado, la glándula superior o jefe recibe la señal de que se ha realizado y no manda más hormonas. Si, por lo que sea, la tarea no se ha llevado a cabo, la glándula superior o jefe seguirá enviando señales. La comunicación entre las glándulas es fundamental, ya que trabajando coordinadas y comunicándose continuamente, es como mantienen el equilibrio hormonal.
Este sistema de ejes garantiza que las hormonas se liberen en el momento adecuado y en la cantidad correcta para mantener el equilibrio y la salud del cuerpo. Por ejemplo, el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal regula la respuesta al estrés, mientras que el eje hipotálamo-hipófisis-gonadal controla las hormonas sexuales y la reproducción.

El eje hipotálamo-hipófisis es el eje cerebral, el principal, ya que constituye el centro de mando desde el que el resto de los ejes van a ser dirigidos.
En el cerebro tenemos el hipotálamo y la hipófisis, dos áreas fundamentales para el control de gran parte de nuestras hormonas. Para que lo entiendas mejor, serían como dos centros neurálgicos desde los que se controla que nuestra producción hormonal funcione adecuadamente en el resto del cuerpo.
El hipotálamo, situado justo encima del tronco encefálico, está unido a la hipófisis por un tallo nervioso. Aunque tiene un tamaño similar al de una almendra, él solito puede regular varias funciones. Además de controlar la producción de hormonas de la hipófisis, controla la temperatura corporal, la regulación del apetito y la sed, el ciclo de sueño y vigilia, la respuesta al estrés y regula nuestras emociones.
El circuito es el siguiente: desde el hipotálamo se producen hormonas que estimulan o inhiben la fabricación de las hormonas que genera la hipófisis. Y las hormonas hipofisarias, a su vez, son las responsables de activar o inhibir la secreción hormonal en las distintas glándulas que tenemos por el cuerpo. Es decir, que para que nuestras glándulas funcionen, tienen por encima dos centros de control que se ocupan de que todo marche a la perfección.
Las principales hormonas liberadas por el hipotálamo son las siguientes:
1. Hormona liberadora de gonadotropina (GnRH)
– Función: estimula la liberación de las gonadotropinas, LH (hormona luteinizante) y FSH (hormona folículo estimulante) en la hipófisis anterior.
– Rol: es crucial para la regulación de la función reproductiva y sexual tanto en hombres como en mujeres.
2. Hormona liberadora de tirotropina (TRH)
– Función: estimula la liberación de TSH (hormona estimulante de la tiroides) en la hipófisis anterior.
– Rol: regula la producción de hormonas tiroideas (T3 y T4), es decir, son fundamentales para regular el metabolismo.
3. Hormona liberadora de corticotropina (CRH)
– Función: estimula la liberación de ACTH (hormona adrenocorticotrópica) en la hipófisis anterior.
– Rol: activa la producción de hormonas en las suprarrenales como cortisol, que regula el estrés, o aldosterona, que regula la presión arterial.
4. Hormona liberadora de hormona del crecimiento (GHRH)
– Función: estimula la liberación de GH (hormona del crecimiento) en la hipófisis anterior.
– Rol: promueve el crecimiento y la regeneración de tejidos.
5. Hormona inhibidora de la hormona del crecimiento (somatostatina)
– Función: inhibe la liberación de GH y TSH en la hipófisis anterior.
