Memorias del corazón (Secretos del alma 3)

Victoria Magno

Fragmento

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1

—¿Entonces quedamos en esto? —le preguntó Allan, sin dejar de abrazarla—. ¿Estás segura?

—Por supuesto que estoy segura. Mantendremos lo nuestro en secreto o te cortan la cabeza, ¿cómo puedes preguntarme una cosa así?

Los dos rieron antes de unirse en un nuevo beso.

—Allan.

Ambos se giraron al escuchar esa voz. Allan se tensó y frunció el ceño.

—Tanek.

Zarah y Allan se separaron. Zarah, con las mejillas arreboladas y el cabello revuelto, se giró para mirar a Tanek llegar por el camino.

—La ceremonia comenzará dentro de poco —dijo él, sin hacer ninguna mención de lo que había visto—. La princesa debe estar lista.

—Zarah, te acompañaré a casa…

—Creo que ya has estado demasiado cerca de ella por el día de hoy —le dijo Tanek—. Princesa, ¿le molestaría ir sola a sus aposentos? La terraza que da a su habitación no se encuentra lejos de aquí, puedo vigilarla desde este lugar.

—Por supuesto… —Zarah miró a Allan por el rabillo del ojo. Estaba sumamente serio, pero se preocupó de dedicarle una ligera sonrisa.

—Tranquila, ve. Luego hablaremos.

Zarah asintió y se alejó por los jardines, respirando todavía de manera agitada a causa de la conmoción.

¡Allan la había besado! ¡Al fin!

Rio como una completa desquiciada mientras recorría el trecho de la terraza hasta llegar a la ventana, y no paró de reír mientras comenzaba a buscar la ropa que se pondría esa noche. Ni siquiera dejó de hacerlo cuando entró al baño y se duchaba. Era un sueño hecho realidad, un maravilloso sueño hecho realidad…

Cuando terminó de colocarse el vestido tocaron a la puerta.

Controlando la sonrisa que todavía llevaba grabada en los labios, se acercó a la puerta y la abrió, sin detenerse a preguntar quién era.

Fue por eso que se sorprendió bastante al ver a Noelia y Alessandra de pie del otro lado.

—Hola linda, espero no haberte interrumpido —le dijo Noelia.

—No, claro que no —contestó ella, sin dejar de sonreír—. Pasen por favor.

—Sabía que querrías ver a alguien, yo estaba nerviosísima antes de mi presentación —le comentó Alessandra—. ¿Cómo te sientes tú?

—Bastante bien, en realidad —contestó Zarah. Lo cierto era que todos los nervios se habían desvanecido después de ese cercano encuentro con Allan.

—Pues esto te va a hacer sentir mejor —le dijo Noelia, poniendo un paquete entre sus manos—. Te lo manda tu madre.

—¿Mamá…? —Una sombra de remordimiento cruzó la mente de Zarah. No había llamado a su madre en todo el día, ¿cómo habrían llegado de su viaje?

—¿Por qué no lo abres, querida? —le pidió Noelia—. Tu madre me dijo que podrías necesitarlo en la noche.

Prácticamente un signo de interrogación se dibujó en el rostro de Zarah. No es que fuera a llegarle el periodo esa noche ni nada, y como si su madre supiera de esas cosas, ¿qué podría ser entonces?

Con esa pregunta en la mente, rasgó el papel para poder abrir la caja.

Una automática sonrisa se dibujó en sus labios al encontrar una taza de aspecto familiar y varios paquetes de chocolate en polvo, junto a una nota escrita con la letra de su madre:

«En caso de que las pesadillas te acosen,

y no pueda estar ahí para consolarte.

Siempre contigo,

Mamá.»

Zarah no pudo evitar esbozar una sonrisa, al tiempo que un par de lágrimas rodaban por sus mejillas ante el recuerdo de su madre siempre a su lado cada vez que tenía una pesadilla, agradecida de que recordara hasta el mínimo detalle de su vida.

Miró el interior una vez más, para descubrir el viejo atrapasueños que Miranda le había regalado siendo una niña, como una manera de prevenir las pesadillas.

Lo tomó cuidadosamente y lo colocó el objeto su cama.

A su lado, vio la vieja fotografía de su familia. Con mucho cariño la besó, mirándola con dolor por no poder tenerlos a su lado.

—¿Todo bien? —le preguntó tímidamente Noelia, acercándose a ella al notar que no se movía.

—Sí, lo siento… Solo tengo un poco de nostalgia —Ubicó el marco encima del buró, al lado de un extraño aparato redondo.

—Ese es un intercomunicador —se adelantó a explicarle Noelia—. El general le dio uno a tu familia para que se mantuvieran en contacto contigo, ¿por qué no los llamas?

Zarah asintió, recordando el aparato que le había entregado Ruperto a su madre, sintiéndose emocionada ante la idea de poder hablar con su amada familia.

—Es muy sencillo utilizarlo, si quieres te puedo enseñar —Alessandra se acercó al aparato y le dijo en tono claro: — «Llamar a mamá».

En una fracción de segundo el aparato se encendió y, proyectada a través de él, salió la cabeza de su madre, como si fuera un globo flotando en el espacio.

—¡Mamá! —gritó Zarah, casi yéndose de espaldas por la sorpresa.

—¡Zaritah, qué bueno verte! ¡Es increíble que esta cosa funcione tan bien! —exclamó Miranda, tan emocionada como su hija—. Casi podría tocarte, es como tenerte frente a mí en este momento… —Levantó levemente la mano para tocar la pantalla, con los ojos invadidos de lágrimas.

—Mamá no llores o me vas a hacer llorar a mí también… —Zarah quiso tocar el holograma del rostro de su madre, pero la mano solo atravesó el vacío.

—Tienes razón, querida. Debemos ser fuertes, siempre hemos sabido afrontar las situaciones difíciles y sacarlas a flote —La mujer se secó rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano—. Pero dime, hija, ¿cómo te la has pasado? ¿Te divertiste hoy? ¿Qué te obligaron a hacer? ¿Ya tienes amiguitos nuevos? ¿Se han portado bien contigo, verdad? Porque si no, ahora mismo voy para allá y les doy su merecido. No me importa que tan Capadocia sean, tú eres mi hija y nadie va a tratarte mal…

—Mamá, mamá… —Zarah pudo interrumpir por fin aquel interminable monólogo—. Me han tratado muy bien. De hecho, a mi lado están Noelia y Alessandra, una de las chicas del equipo, las dos han sido muy amables y me han ayudado mucho. ¿Puedes verlas? —Alessandra y Noelia sonrieron, saludando con la mano al holograma.

—¡Hola lindas! —las saludó Miranda, aún más emocionada que antes—. ¡Qué lindo volver a verte, Noelia! Estoy preparando las recetas que me diste. Y tú, Alessandra, te agradezco mucho que ayudes a mi bebita, eres una lindura de chica.

—No se preocupe, señora. Yo la cuidaré muy bien… —Alessandra se puso colorada hasta la coronilla.

Se escuchó un estrépito tras Miranda, seguido de varios gritos y voces mezcladas con rápidas imágenes cuando su madre se giró para ver qué sucedía tras ella y la figura de Manolo apareció corriendo desnudo sobre el buró de Zarah.

—¡Manolo, métete a bañar en este instante! —le gritó Miranda, ignorando por un segundo la pantalla frente a ella para salir corriendo detrás de su hijo, provocando que su figura emergiera de la pantalla y atravesara a Zarah.

—¡No mamá, tenemos que cuidar el agua! —gritó Manolo, volviendo a aparecer en escena, desnudo de pies a cabeza—. ¿Qué estás haciendo? —El niño se asomó por la pantalla sin dar

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