La mano del emigrante

Manuel Rivas

Fragmento

Contents
Índice
Portadilla
Índice
El apego y la pérdida
La mano del emigrante
A Picco Carillo
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
El álbum furtivo
Cita
Fotografías
Los naúfragos
Notas
Sobre el autor
Créditos
cap1

El apego y la pérdida

Conocí al Caimán desde niño sin haberlo visto nunca. Otros niños tenían miedo del Hombre del Saco, un ser terrible y barbudo que vagaba por los caminos y se llevaba para siempre a los críos descuidados. Yo temía al Caimán y sabía que existía. Mi padre me había hablado de ese guardia que para él, y los jóvenes de su tiempo, encarnaba el mal. Como también encarnaba el orden, me fui formando la inquietante idea de que orden y mal podían ser dos caras de un mismo ser monstruoso. El Caimán disfrutaba haciendo daño y uno de sus placeres era suspender las verbenas de las fiestas populares al poco de empezar. Cuando se alejaba, los mozos cantaban resentidos: ¡Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla!

Los golpes de billar de la vida me devuelven de vez en cuando a la existencia del Caimán y sus disfraces. Y al tarareo de esa canción como un conjuro contra el mal. Así ocurrió con el recuerdo de un emigrante en Londres y el testimonio de un marinero náufrago. Es uno de los hilos reales, visibles, que entretejen la materia de este libro. Como lo es la Torre de Hércules, con su faro de luz legendaria, que tanto simboliza el renacer como el adiós, el apego y la pérdida.

John Bowlby tituló así, Attachement and Loss (Apego y Pérdida), una apasionante trilogía sobre el comportamiento infantil y las consecuencias de la pérdida temporal o permanente de los seres más queridos. Si unimos apego y pérdida, como quien reúne dos hemisferios, el resultado es morriña, o su hermana saudade, dos palabras preciosas y carnales, tan manoseadas por el tópico. El mundo, en su hechura verdadera, es decir, como geografía emocional, también está constituido por esos dos hemisferios. La vida humana transita entre el Apego y la Pérdida.

La de los emigrantes y los náufragos son experiencias extremas en esa ruta fronteriza. A veces, en la vida real y de forma trágica, coinciden esas circunstancias en las mismas personas, como vemos que ocurre ahora entre el norte de África y España, y en otros escenarios. Pero incluso en condiciones no tan dramáticas, hay algo muy fuerte que une al emigrante y al náufrago. La lucha por la supervivencia y el ansia de una nueva vida. De otra vida.

Una versión de La mano del emigrante fue publicada como serie de seis capítulos en el diario El País, con el título de La mano de los paíños, a partir del original en gallego. Confieso que la he reescrito y retraducido hasta quedar insatisfecho. La historia de Castro me sigue atrayendo como el temblor que provoca una gota de saliva en la superficie de un pozo artesano.

En este libro hay un «cuerpo a cuerpo», buscado de forma intencionada, entre el relato de ficción y el relato periodístico. Me apasiona el contrabando de géneros, ¡otra vez la frontera!, y este encuentro es la mejor respuesta que se me ocurre a la cuestión recurrente sobre el lugar de lo real y de la «verdad» en el periodismo y la literatura.

Italo Calvino decía que el momento más importante del escritor es cuando levanta la nariz del papel. Es una forma magnífica de sugerir que la clave está en la forma de mirar. La mirada antecede a la escritura, pero también la guía por el lado oculto de la realidad. Pero eso nada tiene que ver con la operación mágica. La categoría de lo mágico, aplicada a la literatura, pudo tener su gracia, pero se ha convertido ya en una desgracia. Es una categoría inservible, perezosa, un nuevo academicismo. Nos remite a una «división de tareas», en la mente y en la concepción del mundo, que inutiliza el propósito literario. La mirada literaria sirve para ensanchar, en todas las dimensiones, el campo de lo real. Para crear, para inventar, más realidad.

Esa obsesión, la de la mirada, tiene mucho que ver con la parte quizá más extraña de este libro. El álbum furtivo. Las fotos están hechas con máquinas de usar y tirar y con una vieja cámara rota, a la que tengo estima. También quieren contar una historia. La de una mirada. La mirada es el personaje. En uno de sus poemas parisinos, César Vallejo habla con irónica ternura del acento que siempre le acompaña «pegado a los zapatos». Me pregunté: ¿Cómo emigra una mirada? ¿Dónde deposita su afecto, su melancolía? Imaginé una mirada que estampara sus propias postales, un paisaje íntimo en la gran exposición de la metrópoli. Y esa mirada imaginada fue llevándome por su propio camino, por una segunda naturaleza callejera. Lo que busca la publicidad (mágica, ahora sí) es ocupar la mirada. Pero la mirada camina con los pasos del apego y la pérdida, abre su propio sendero, y recicla los mensajes publicitarios como harapos con los que tejer un sentido y depositar la melancolía.

EL AUTOR

cap2

La mano del emigrante

cap3

A Picco Carillo

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