Compendio general e innecesario de cosas que nunca pensó que le fueran a importar

Cristina García-Tornel

Fragmento

cap

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PRÓLOGO

Fue José Ortega y Gasset quien dijo, en La rebelión de las masas (1929), que «sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender». En gran medida, los contenidos de este libro suscriben palabra a palabra el pensamiento del filósofo y ensayista español: llamar la atención del lector sobre asuntos curiosos, insólitos, enigmáticos y, por qué no, quizá irrelevantes de la historia, la literatura, la cultura, el arte, la astronomía, la zoología, la medicina y la ciencia en general.

Algunos de los ítems seguramente le arrancarán una sonrisa; otros cosquillearán su imaginación; los habrá que le piquen la curiosidad, que le asombren o que le hagan pensar en cosas que jamás imaginó que le fueran a importar.

Durante casi medio año me he zambullido en libros, recién publicados y olvidados de mi biblioteca; he consultado revistas de divulgación científica y he navegado, casi hasta la desesperación, en internet. La Red te enreda, en el más amplio sentido de la palabra. Hasta ahora era una usuaria, creo que como la mayoría de los internautas, pero, como dice el refrán, la necesidad hace a la vieja trotar. Sin duda alguna, internet es, hoy por hoy, un medio imprescindible de información, tanto para obtenerla como para presentarla. La mayor biblioteca que jamás imaginó el ser humano, construida colectiva y democráticamente, y que nunca pensó que podría estar a su disposición, al alcance de un clic.

Gran parte de los datos de esta obra los he sacado, los he contrastado, o ambas cosas, de la Red; resulta curioso constatar la gran diversidad y riqueza de fuentes en las que beber. Pero no en todas los contenidos son potables. Llama poderosamente la atención cómo datos falsos y erróneos encabezan las búsquedas de los inteligentísimos robots de Google y se repiten como ponzoñosos memes, neologismo acuñado por el zoólogo y divulgador científico británico Richard Dawkins que expresa unidades de información cultural que se transmiten entre individuos, mentes o generaciones. Filtrar aquellos, los datos envenenados, es en ocasiones una tarea ímproba que solo ha encontrado solución en el asesoramiento de los especialistas que he consultado y cuya ayuda aprovecho para agradecer en estas líneas.

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