Los ríos perdidos de Londres

Javier Calvo Perales

Fragmento

2004

¿Cuál es la flecha que vuela para siempre? La flecha que ha alcanzado su objetivo. ¿Qué significan estas palabras? Alguien baja a toda prisa una escalera. Azulejos en las paredes. Una casa en la Costa Brava. El Mediterráneo en calma. Alguien baja la escalera a toda prisa, resbala en los peldaños, se agarra a la barandilla para no caer. Los perros ladran en el patio. Un dirigible en el cielo. Virando lentamente sobre el mar. Un Mercedes rojo conduce a toda velocidad por la autopista. Alguien grita en el asiento de atrás. ¿Qué significa esta imagen? Los pies llegan a la base de la escalera. Las manos buscan las llaves de la puerta. Manos temblorosas. Las llaves caen al suelo. El taxista parado delante de la puerta con el motor encendido hace sonar la bocina e inclina la cabeza sobre el volante para mirar por la ventanilla del pasajero tal como hacen todos los taxistas cuando están mirando algo que pasa al otro lado de la ventanilla del pasajero. El costado del dirigible dice: APRENDA IDIOMAS CON SUPERLANGUAGE: NUEVAS TÉCNICAS DE APRENDIZAJE.

2002

Después de siete años, Olga tiene un sueño sobre Rusia. El sueño no tiene lugar en Rusia y tampoco contiene ninguna mención a Rusia. Será a la mañana siguiente, después de levantarse de la cama y darse una ducha y bajar a desayunar con Vera y Vitály, cuando se dé cuenta. El momento en que se dé cuenta no se distinguirá de los momentos inmediatamente anterior ni inmediatamente posterior. Estará llevando a cabo alguna actividad insignificante, como por ejemplo untar una tostada con mermelada, y entonces sucederá: se quedará un segundo mirando la pared que tiene delante, y ni Vera ni su marido se darán cuenta de nada. Y sin embargo, esa será la pieza que falta. El momento en que caiga en su sitio. La verdad sobre el Sueño de Rusia. Sobre la aldea vetusta y las casas de madera y las calles adoquinadas. Unas calles que no son las calles de Rusia. Que no se parecen a la Rusia que ella conoce. Que no se parecen a ningún lugar donde ella haya estado. Calles de noche. Iluminadas con farolas de gas. Velas en las ventanas de la casa. Plazas con fuentes monumentales en el centro. El silencio es absoluto. El agua de las fuentes cae con un murmullo. Las casas son viejas y algunas están abandonadas. Las ventanas cubiertas con tablones. Es el primero de los detalles que le hacen sospechar. De repente, un ruido. Olga levanta la cabeza. Voces. Risas. La aldea no está desierta. Olga camina hacia el ruido. Dobla una esquina. Es una casa alta y estrecha con tejado a dos aguas. Encima de la puerta hay uno de esos letreros de taberna que cuelgan de unas cadenillas y que oscilan movidos por el aire. Y entonces se da cuenta: son detalles sacados de las películas. Es por las películas que Olga sabe que un letrero colgado de unas cadenillas quiere decir que el sitio es una taberna. ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué está en su sueño? Se acerca al letrero. El letrero tiene una inscripción en inglés, en letras góticas, las palabras FUCK FANTASY, con las dos efes mayúsculas entrelazadas en un intrincado diseño ornamental. Olga se detiene delante de la puerta. La puerta tiene una mirilla que se acciona desde el exterior, una de esas mirillas con una palanquita que aparta una pantalla corredera de latón. Olga se asoma a la mirilla. Espera a que se le acostumbre la vista a la oscuridad del interior y distingue una serie de figuras. Gente. La gente del interior habla y ríe y se dedica a transportar cajas y paquetes desde una trampilla que hay en el techo hasta una abertura de forma irregular que hay en el suelo. De la abertura del suelo emana un resplandor tembloroso. El resplandor inconfundible de las llamas. Olga cierra la mirilla. Echa a andar de nuevo, mirando por encima del hombro hacia el letrero vagamente oscilante, y de repente topa con algo. Algo grande y rojo y duro. Una cabina telefónica. Una de esas cabinas telefónicas victorianas que todavía hay en las partes turísticas del centro de Londres. La puerta de la cabina se abre y del interior sale una mujer con un terrier y cargada con varias bolsas.

—¿Olga? —le dice la mujer, con cara de sorpresa.

—Vera —dice Olga, en voz baja. En tono ligeramente receloso—. Esto no pasó en Londres.

—Nunca me escuchabas cuando éramos chicas. —La cara de Vera adopta una mueca de furia—. ¡Y ahora tampoco!

Olga la mira con asombro. La cara de Vera se transforma. Su nariz y su ceño se reconfiguran en forma de una especie de hocico lobuno. Le crecen unos colmillos enormes. Los ojos se le vuelven amarillos. Olga ha visto todo eso antes. La misma transformación. Vera acaba de transformarse en un vampiro. Y no un vampiro cualquiera: se ha convertido en uno de los vampiros de la serie Buffy Cazavampiros, que ella veía en la televisión con sus compañeras de la agencia de modelos cuando vivía en Londres. Su serie favorita.

Olga está paralizada, con los ojos muy abiertos, mirando al vampiro que hace un momento era Vera.

Vera pone los ojos en blanco.

—Ahora tienes que correr, estúpida —dice.

Olga corre por un callejón que sube la ladera de una colina, vagamente consciente de que el vampiro tiene razón y su obligación es correr. Al cabo de un lapso indeterminado mira hacia atrás y ve que son varios los vampiros que la persiguen. No tiene conciencia de estar corriendo muy deprisa y sin embargo los vampiros se mantienen a una distancia constante. Mira por encima del hombro. Dobla una esquina y decide esconderse en un portal. Tal como ha visto en las películas. Con la espalda pegada a la pared. Jadeando ligeramente. Mirando con el rabillo del ojo, con la barbilla un poco levantada. Los vampiros siguen corriendo en línea recta, sin echar un vistazo al sitio donde está Olga. Cuando han desaparecido por el callejón, Olga sale de su escondite y toma una ruta distinta. Ahora está en lo alto de la colina. Las casas aquí son más grandes, con jardines gigantescos y abandonados. Con pérgolas y cenadores en ruinas. En un recodo de la calle hay un banco de madera invadido de hierbas. Olga se sienta a descansar. Entre las ramas de los árboles se ve el pueblo al pie de la colina y la figura lejana de alguien que camina borracho y acaba por caer al suelo.

En algún momento de la noche de su sueño alcanza a ver la cima de la colina. Una plaza enorme con varios niveles de terrazas adoquinadas y balaustradas de piedra. Las balaustradas están llenas de vampiros. Vampiros vitoreando y vampiros aplaudiendo. Muchos llevan ropa de adolescente. Camisetas de grupos musicales, faldas ajustadas, zapatillas deportivas. Alguien lleva un jersey que dice «Sunnydale High - Class of 99». Olga se acerca con cautela a la plaza, protegida por las sombras. Una viga enorme de madera comunica las fachadas de los dos edificios más grandes de la plaza, a una altura de unos cinco metros sobre el nivel del suelo. Encima de la viga hay dos hombres enfrentados, haciendo equilibrios para no caer al vacío y al mismo tiempo peleando con largos palos de madera. Fintando. Esquivando los golpes. Olga está observando el combate, intentando entender

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