El señor Malaussene (Malaussène 4)

Daniel Pennac

Fragmento

Índice

Índice

Cubierta

El señor Malaussène

I. En honor de la vida

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

II. Cissou la Nieve

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

III. Hijo de Job

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

IV. Suzanne y los cinéfilos

Capítulo 12

Capítulo 13

V. La caverna de Epilepsia

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

VI. Barnabooth

Capítulo 17

Capítulo 18

VII. Gervaise

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

VIII. La ley de lo peor

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

IX. Entreacto

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

X. Se acabó el entreacto

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

XI. El regreso del chivo

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

XII. Cárcel (en presente)

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51

Capítulo 52

Capítulo 53

Capítulo 54

XIII. Todo el cementerio habla de ella

Capítulo 55

Capítulo 56

Capítulo 57

Capítulo 58

Capítulo 59

Capítulo 60

Capítulo 61

Capítulo 62

Capítulo 63

Capítulo 64

XIV. El señor Malaussène

Capítulo 65

Capítulo 66

Capítulo 67

Capítulo 68

Capítulo 69

Biografía

Créditos

Acerca de Random House Mondadori

Para Odile Lagay-Préaux

y Christian Mounier.

A Belleville

(o a lo que queda).

En la esfumada sonrisa

de Robert Doisneau.

Hagan ojos, señores, no ve más.

Christian Mounier

Que un diluvio de agradecimientos caiga sobre Françoise Dousset y Jean-Philippe Postel; si ellos no saben por qué, el autor lo sabe. Por lo que se refiere a Roger Grenier, Jean-Marie Laclavetine y Didier Lamaison, gracias les sean dadas por su innnnnnmensa paciencia.

I. EN HONOR DE LA VIDA

I

EN HONOR DE LA VIDA

«¿Es usted capaz de escribir, Malaussène? No, ¿verdad? Claro que no… Pues entonces, dedíquese a lo rollizo, un bebé por ejemplo; ¡sería tan bonito, un hermoso bebé!»

Capítulo 1

1

El niño estaba clavado en la puerta como un pájaro de mal agüero. Sus ojos de luna llena eran los de una lechuza.

Ellos eran siete, y subían los peldaños de cuatro en cuatro. Naturalmente, ignoraban que esta vez les habían clavado un mocoso en la puerta. Creían haberlo visto todo y corrían, pues, hacia la sorpresa. Dos rellanos más y un Jesusito de seis o siete años les cerraría el paso. Un niño-dios clavado vivo en una puerta. ¿Quién podía imaginar algo así?

Belleville les había hecho ya pasar por todas, ¿qué más podía hacerles? Habían sido recibidos a golpes de carnaza y mondaduras, hordas femeninas les habían arañado el rostro lanzando sus yuyús, cierto día habían tenido que despejar seis pisos de un rebaño de corderos, unos centenares de ovejas enamoradas, acompañadas por carneros celosamente polígamos, otra vez habían encontrado el edificio desierto, abandonado a reculones por una marea humana que, vaciar po

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos