Capítulo 1
Salgo de la casa del señor Lloyd, he pasado toda una noche con él y reconozco que ha sido maravillosa. Voy con una sonrisa en los labios difícil de borrar.
Bajo en el ascensor, me miro al espejo, debo tener un aspecto aceptable para reunirme con el agente Preston. Me maquillo levemente antes de salir a la calle, mirándome en uno de los espejos que hay en el hall del edificio ante la atenta mirada del portero, que permanece con su mano en el pomo de la puerta y no dejar de estar expectante. Brillo en los labios, un poco de colorete y lista. Guardo todo en mi bolso, un último vistazo en el espejo y avanzo hasta la puerta del edificio donde vive Leo. El hombre me abre la puerta y me desea buenos días. Un aire frío me recibe, y es que toda la noche lloviendo ha hecho que el ambiente sea fresco. Paro al primer taxi que veo libre y le pido que me lleve a una de las comisarías de Tribeca, en la que me espera el agente que me contrató para esta investigación. El camino en taxi es largo, no estoy precisamente al lado de donde vive Leo, pero así es. En cuanto llego me presento, me hacen esperar unos minutos en los que decido sacar un café de la máquina expendedora, creo que más por tener algo en la mano y por eliminar el olor a sexo que parece que tengo encima y desprendo al moverme. Serán cosas mías seguramente, aunque pienso que si el aroma de café me envuelve se disimulará. Preston llega a los pocos minutos. Un hombre corpulento, con más peso del que debería, y un minúsculo bigote en su cara que me parece ridículo. Me hace pasar a su despacho. Empezamos con nuestra entrevista. Me confirma que esta misma noche una mujer ha sido asesinada en la calle 82, siguiendo el mismo modus operandi de las anteriores. Mujeres de alto poder adquisitivo, con muy buena presencia, influyentes o al menos conocidas en círculos exclusivos. Todas han muerto en sus camas, después de una noche de sexo desenfrenado. Asfixia en casi todos los casos, quizá mientras estaban llegando al orgasmo. Yo he sentido eso mismo estando con Leo, pero nada me ha asfixiado físicamente, ni sus manos ni un cinturón, nada de eso. He llegado a advertir ese tipo de sensación cuando se insertaba en mí o estaba siendo arrastrada por un orgasmo abrasador, y doy fe de que es una experiencia maravillosa. Si me hubiera asesinado en ese momento, no hubiera opuesto resistencia. Además, Leo no ha utilizado preservativo en ninguno de sus encuentros conmigo, y el sospechoso que tenemos no ha dejado restos biológicos fiables. De seguro, si me hicieran una exploración encontrarían ADN de Leo por todo mi cuerpo. Me muestro sorprendida por la confirmación del asesinato, repaso en mi mente la noche con Leo, y es imposible que se haya ausentado de la casa para cometer ese crimen. Es materialmente imposible que haya sido él, así que descarto que sea él el asesino de esta nueva víctima. Lo que sí es cierto es que Leo ha mantenido, en alguna ocasión, encuentros con varias de las mujeres que luego aparecieron asesinadas y por eso seguimos con la sospecha de que pudiera ser él. Sin embargo, en el último caso no ha sido posible. Estuvo toda la noche conmigo. A excepción de los momentos de dormir —y han sido pocos—, he estado alerta todo el tiempo.
Hablamos largo y tendido, el agente Preston me muestra fotografías de la nueva víctima; sin duda, su asesino es el mismo que buscamos. En cuanto tenga un momento de paz, le haré el informe pertinente con toda la información que poseo. No parece muy contento ni convencido de que el sospechoso Leo Lloyd no tenga nada que ver en todo esto. Llevamos meses tras su pista, viaja por todo el mundo; y yo, tras él. Encuentros con mujeres de varias ciudades y en países distintos, asiste a fiestas, a reuniones más o menos importantes; en definitiva, se mezcla con mujeres de diversa índole, todas ellas con el nexo común de su dinero y su belleza, y supongo que para él será imposible resistirse a sus encantos. En el caso de ellas, todas parecen satisfechas con él. Encantadas de tenerlo entre sus sábanas y sus piernas, y por alguna extraña razón algunas aparecen muertas a los pocos días del encuentro con el señor Lloyd, o incluso el mismo día. Todo apunta a que él es el asesino, yo tengo mis dudas. Tal vez lo aprecio como persona, creo que tiene unos valores muy sólidos y se comporta de forma civilizada, pero si algo he aprendido en esta profesión es que nada es lo que parece. Y hasta el sospechoso más potente puede dejar de serlo y pasarle el muerto a un actor secundario que en principio no tiene relación ninguna con las víctimas. Hasta aquí llega mi investigación.
—Muchas gracias por su declaración, señorita Croninger —dice el agente Preston. Un hombre de color, rechoncho y con un bigote demasiado fino para su cara. Me da la sensación de que aquí todos son así, o muy similares.
Es la primera vez que hemos hablado cara a cara, y parece que todo ha ido bien. Ha sido nuestra toma de contacto, y nada más le he contado de forma somera mi noche con Leo Lloyd. En cuanto tenga mi informe redactado, se lo enviaré y repasaremos cualquier detalle que nos llame la atención. Nuestra intención es dar con el asesino lo antes posible y evitar otro crimen. El ocurrido esta noche ha sido un jarro de agua fría para mí, lo reconozco.
—De nada, señor, es mi deber —contesto.
—En cuanto pueda, necesito que me facilite el informe de todos estos meses de seguimiento, tenemos que encontrar algo, alguna pista... —afirma convencido de ello.
—Podemos confirmar que Leo Lloyd no es el asesino de la última mujer que ha aparecido muerta en la calle 82 —ratifico más que nada, porque es lo único de lo que estoy segura al cien por cien.
—Efectivamente, señorita Croninger, confieso que era mi primer sospechoso, pero tenemos varios casos más pendientes de resolver y eso no quiere decir que el señor Lloyd no esté implicado en ellos —dice en tono serio. Pensativo.
Yo no agrego nada más. Su idea está clara; la mía, no tanto. Debo redactar el informe y me liberaré de este caso, al menos de momento.
El agente Preston y yo nos dirigimos hacia la salida de la comisaría. Él me ha ofrecido un coche patrulla para acercarme a mi hotel, lo he rechazado. No quiero eso, en su lugar tomaré uno de los miles de taxis que hay en la ciudad y que en estos días de desenfreno consumista por las compras navideñas están trabajando como si se acabara el mundo.
El policía rechoncho que me encomendó mi última misión para un taxi en la puerta de la comisaría, espera a que entre, se despide de mí con la mano y me sonríe satisfecho. Le devuelvo el gesto y cierro la puerta. El taxista que me recibe es un hombre seguramente más viejo de lo que aparenta, un indio con turbante de color azul celeste y con ganas de hablar. Yo, ninguna. Le doy la dirección del hotel, me acomodo, saco el diario de mi bolso y comienzo a leer por la primera página que sale. Espero que con este gesto le quede claro que no tengo ganas de socializar con nadie. Prosigo con lo mío, con la lectura de mi vida en los últimos días, me sé la historia de memoria; sea cual sea el punto en el que empiece a leer, no tendré problema en seguir su desarrollo. Debo añadir las últimas horas pasadas con Leo para que esté al día. Lo tengo muy reciente en mi cabeza, y eso no me llevará mucho tiempo, o al menos eso espero.
Llego al hotel justo antes de que empiece a llover de forma fuerte. Apenas he estado en la habitación unas pocas horas, las mínimas necesarias para descansar un poco y cambiarme de ropa. Esta vez me lo tomaré con más calma, tengo tiempo. Me desnudo, me ducho tranquilamente y, una vez que me he puesto cómoda, empiezo a escribir mi diario. Debería descansar y dormir, pero prefiero rememorar en mi cabeza la noche de ayer; una vez que tenga todo en mi diario, el informe que debo presentar a Preston será coser y cantar.
Durante una hora me explayo a conciencia, relato con detalles la noche pasada con Leo. Lo necesito, me recreo en los momentos vividos con él. Seguro que en algún momento de mi vida leeré de nuevo lo escrito y recordaré esta noche como lo que ha sido: mágica y efímera. Esto no formaba parte de mi trabajo, me he extralimitado, lo he hecho porque he querido, porque tenía curiosidad por conocer a este hombre. Durante las conversaciones que he mantenido con Leo a lo largo de este tiempo me han hecho conocer a un hombre diferente de la imagen que ofrece. Hombre frío, interesado, un dandy, un conquistador nato que nada más se codea con personas de un determinado estatus social y con muchos ceros en sus cuentas corrientes. Cuentas llenas de dólares conseguidos, no en todas las ocasiones, de negocios lícitos e inofensivos. Creo que ese estereotipo de hombre no refleja la realidad, esto nada más es mi forma de verlo. Para el resto de los mortales, el señor Leo Lloyd es como he descrito anteriormente; para mí, no.
La redacción de mi diario me cuesta más de lo que pensaba, en ocasiones tengo que parar. Me excito al describir las escenas, es inevitable. He sido yo la que lo ha vivido en propias carnes, cada caricia, cada beso, cada orgasmo provocado por ese hombre de mirada brillante y penetrante. No volveré a encontrarme con un tipo semejante en lo que me queda de vida, es algo asumido, así que atesoraré este recuerdo como algo morboso, lujurioso y muy satisfactorio para mí.
En cuanto termino de redactar mi noche con Leo, pido la comida al servicio de habitaciones. Tengo que proseguir con el informe para el agente Preston. Mucho menos conciso y con menos detalle. No tengo inconveniente en mostrarle mi diario si así lo requiere, una vez que haya leído el escrito que le presento, por supuesto. Es un informe largo, que incluye mi seguimiento a Leo Lloyd desde hace meses, conversaciones telefónicas, mensajes y, de forma somera, nuestro primer y único encuentro. Aún no entiendo cómo he conseguido que haya accedido a mi propuesta. Me las he ingeniado para verme con él sin que sospechara nada. Viaje relámpago a Nueva York, su ciudad, en Navidades, una cita y hasta siempre. Él no suele repetir con las mujeres que se acuesta, por eso creo que logré que accediera a mi proposición. Me he inventado un personaje, una persona que no soy, un viaje que no tenía más interés que encontrarme con él para poder seguir con la investigación... todo parece haber salido bien. Al menos en el caso de la mujer de la calle 82, él no ha sido el asesino.
Termino de completar el escrito; demasiadas páginas, creo yo. No sé hacerlo de otra manera, soy muy meticulosa, muy gráfica en mis descripciones; y si he sido pagada para realizar el seguimiento y después el correspondiente informe, ha de ser así.
Como lo que me suben a la habitación; pruebo un poco de todo, pero no lo disfruto, nada más es algo necesario para mi cuerpo. Me pongo con la reseña, reviso mi diario para cerciorarme de algún detalle, si bien es cierto que esta noche la tengo grabada a fuego en mi cabeza y en mi piel. No se me olvidará tan pronto. Termino de redactarlo, lo descargo en una memoria USB y se lo envío a Preston por correo electrónico. En cuanto todo está terminado, me meto en la cama, necesito dormir las horas que me faltan de la noche anterior.