En una noche oscura

San Juan de la Cruz

Fragmento

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INTRODUCCIÓN

El lector tiene en sus manos la obra de un referente de primera magnitud de la literatura castellana del Siglo de Oro. Esta edición de las obras de San Juan de la Cruz presenta una amplia selección de sus obras. Contiene lo esencial para un lector no especializado pero interesado en conocer la experiencia radical que se esconde tras los escritos de este gran nombre de la mística no solo castellana sino también universal. Se incluyen todos los textos breves (obras poéticas, avisos, cautelas y epístolas), así como una antología de los comentarios a los poemas para agilizar su lectura sin perder el hilo del contenido.

San Juan de la Cruz: un maestro de almas

San Juan de la Cruz, junto con Santa Teresa de Jesús, representa el culmen de la poesía mística no solo peninsular sino también europea. Este autor vivió a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, en el contexto del Imperio español bajo el reinado de Felipe II, un momento aparentemente expansivo económica y territorialmente, pero también lleno de contrastes y desajustes sociales. Los siglos XVI y XVII se consideran áureos para las letras castellanas por la calidad de las obras artísticas que se produjeron bajo los lenguajes estilísticos del Renacimiento y del Barroco. Asimismo, se desarrolló entonces la Contrarreforma, la reacción de la Iglesia católica frente al protestantismo (difundido desde alrededor de 1517), a partir de la celebración del Concilio de Trento (1545-1563), en el que se redefinió el catolicismo. Ello supuso que las instituciones eclesiásticas —y particularmente el Tribunal de la Inquisición— tuvieran un ojo puesto en ciertas manifestaciones espirituales aparentemente heterodoxas, como las sectas iluministas, e incluso los autores que llamamos místicos —indudablemente ortodoxos—, como San Juan de la Cruz. Estos últimos aportaban una visión personal, contemplativa y a su vez apasionada de la relación del ser humano con Dios. A pesar del ambiente de sospecha y represión, San Juan nunca fue condenado por la Inquisición.

Juan de Yepes Álvarez nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros (Ávila), en el seno de una familia que empobreció al morir el padre cuando él era solo un niño. La madre, Catalina, se mudó a Medina del Campo (Valladolid) a trabajar para mantener a sus dos hijos —con ese hermano mayor, Juan mantuvo contacto a lo largo de toda su vida—. Parece ser que Juan asistía al Colegio de los Niños de la Doctrina como pobre de solemnidad ya que su infancia transcurrió en pobreza extrema, una austeridad material que luego recomendaba en sus propuestas espirituales. Pronto empezó a colaborar en el Hospital de la Concepción en tareas de enfermería, demostrando una gran caridad y buena disposición.

En Medina mismo, Juan continuó su educación con los jesuitas. Sin embargo, renunció al sacerdocio jesuítico y optó por la vida monástica dentro de la Orden del Carmen alrededor de 1563-1564. Adoptó el nombre religioso de Juan de Santo Matía. En cuanto a su formación, el hecho de formar parte de una orden religiosa le permitió poder asistir al Colegio Carmelita de San Andrés en Salamanca, donde cursó tres años en Artes (1564-1567), requisito necesario para poder acceder a los estudios teológicos, de los que solo realizó un curso. Por lo tanto, a pesar de haber recibido formación universitaria, San Juan de la Cruz no responde a un perfil de teólogo académico, hecho que se percibe en el tono de sus obras en prosa, no rigurosamente filosóficas. La enseñanza en Salamanca —universidad en la que por esos años enseñaba Fray Luis de León, que fue luego editor de las obras de Santa Teresa— era de tipo escolástico, pero es difícil poder saber con exactitud qué textos leyó. Las citas directas o indirectas a autores son pocas, y corresponden al Pseudo Dionisio Areopagita, a los Soliloquios pseudoagustinianos, Santo Tomás de Aquino, Aristóteles, san Gregorio Magno y Boecio. Aún más complicado es desvelar qué textos de los místicos y espirituales de Europa conocía (Porete, Eckhart, Tauler, Ruusbroec, Herp, etc.), ya que a mediados del siglo XVI fueron aquí prohibidos, aunque durante la primera mitad de siglo, en tiempos de Carlos I, habían sido probablemente asimilados, más aún teniendo en cuenta el vínculo comercial e imperial con el área flamenca y germánica, donde había florecido una rica tradición mística bajomedieval.

Juan de Santo Matía echaba en falta más ascetismo y un retorno a la regla original del Carmen, establecida en Palestina en el siglo XIII, donde unos eremitas vivían bajo la inspiración del profeta Elías. Ese era el modelo de vida retirada que él deseaba. Por ello, en 1568 profesó en el Carmelo reformado —fundado en 1562 en Ávila por Santa Teresa de Jesús, a la que había conocido en Medina del Campo en 1567—, adoptando el nombre con el cual le conocemos hoy en día: Juan de la Cruz; una «cruz» que indica el vínculo de su religiosidad con el sufrimiento de Cristo, que deviene un ejemplo de vida (imitatio Christi). A partir de entonces ejerció como director espiritual y confesor en conventos de monjas y fundó conventos masculinos, siendo maestro de novicios; el primero, en Duruelo (Ávila) en 1568. Asimismo, pasó por Mancera, Pastrana y Alcalá de Henares. Él mismo se ocupaba de arreglar las casas donde se ubicarían las comunidades.

Entre 1572 y 1577 asumió el cargo de vicario y confesor del monasterio de la Encarnación de Ávila. Seguramente que allí tuvo noticia de autores como Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo o Luis de Granada, lecturas de Santa Teresa. Allí fue secuestrado por los Carmelitas Calzados en diciembre de 1577, quienes lo encerraron nueve meses en Toledo, esperando que modificara sus propósitos de austeridad y pobreza, propios de la reforma teresiana, cosa que no sucedió; al contrario, se mostró siempre firme, convencido de su fe y de sus valores. Los siglos XV y XVI fueron tiempos de reconsideración de los valores de las órdenes religiosas, algunos sectores de las cuales intentaron recuperar los valores primitivos —más estrictos— bajo los que se fundaron, sin las mitigaciones posteriores.

Esos nueve meses de reclusión, entre 1577 y 1578, marcaron un punto de inflexión en la vida y la creatividad del carmelita, pues allí vivió el abandono de Dios que le llevará a escribir las primeras estrofas del Cántico espiritual, que empieza con un «¿Adónde te escondiste, Amado / y me dejaste con gemido?», versos que compuso y conservó de memoria hasta que obtuvo papel y pluma para escribir. Fue un tiempo de hambre, maltrato y sufrimiento en una celda minúscula y oscura, que hizo que Juan configurara su símbolo poético principal, la noche, el cual da título a su poema más conocido, Noche oscura. Pero fue durante una noche de agosto de 1578, precisamente, cuando el carmelita consiguió escapar de esa diminuta celda y refugiarse en el convento de las Carmelitas Descalzas de Toledo, para recuperar su salud e iniciar la etapa más fructífera de su vida en el sur de la Península.

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A finales de 1578 fue elegido superior del convento del Calvario (Jaén), desde donde visitaba a la comunidad cercana de Beas de Segura, ambos situados en un entorno calmado y natural. En Beas conoció a la hermana Magdalena del Espíritu Santo, destinataria del dibujo del Monte de perfección y de una las c

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