Flaca (Flash Relatos)

Junot Díaz

Fragmento

Tu ojo izquierdo se desviaba cuando estabas cansada o enojada. Está buscando algo, me decías, y en aquellos días cuando salíamos se revoloteaba y daba vueltas de tal manera que tenías que ponerle el dedo encima para que parara. Estabas precisamente en esto cuando me desperté y te descubrí sentada en el borde de la silla. Todavía tenías puesto tu atuendo de maestra, pero te habías quitado la chaqueta y algunos botones de la blusa estaban abiertos de tal manera que se te veía el ajustador negro que te había comprado y las pecas en el pecho. No sabíamos que eran los últimos días pero deberíamos haberlo sabido.

Acabo de llegar, me dijiste. Miré hacia donde habías parqueado el Civic.

Mejor que vayas y cierres las ventanas.

No me voy a quedar mucho tiempo.

Te van a robar el carro.

Ya casi me voy.

Permaneciste en tu silla y yo sabía que no debía acercárteme. Tenías todo un elaborado sistema que te imaginabas nos mantendría alejados de la cama: te sentabas al otro lado de la habitación, no me dejabas que te hiciera crujir los dedos, y no te quedabas más de quince minutos. Pero nunca funcionó, ¿verdá?

Les traje comida, dijiste. Hice lasaña para mi clase y traje lo que sobró.

Mi habitación es calurosa y pequeña y está inundada de libros. Nunca quisiste estar aquí (es como estar dentro de una media, dijiste) y cada vez que mis compañeros de casa no estaban dormíamos en la sala, sobre la alfombra.

El pelo largo te hacía sudar y por fin te quitaste la mano del ojo. No habías dejado de hablar.<

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