Un millón de razones (Algo más que magia 5)

Heather Lee Land

Fragmento

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1

Junio había llegado implacable. El sol de Austin, Texas, era una auténtica tortura en esos días, en los que las manifestaciones para salvar el planeta y para luchar contra el calentamiento global estaban a la orden del día.

Megan llevaba una pancarta enorme donde rezaba «No hay planeta B». Estaba segura de que Derek habría dibujado algo mucho más original que esa manida frase, pero fue lo único que se le ocurrió cuando su amiga Faby le puso ese tablero enorme y blanco, y le dio un rotulador negro de punta gorda para que escribiera mientras se dirigían hacia la plaza del ayuntamiento.

Cuando llegaron, la manifestación ya estaba en activo; los organizadores, megáfono en mano, recordaban el recorrido a todos los que se iban uniendo. Los agentes de policía, que iban montados en bicicleta, esperaban pacientes a un lado para tomar posesión de su sitio en cuanto la manifestación echara a andar.

Había muchos jóvenes, padres con sus hijos, asociaciones afines preocupadas por el medio ambiente; todos reivindicaban lo mismo: un futuro saludable para el planeta y para todos.

—Mierda. Acaban de decir el itinerario y no lo hemos escuchado. —Faby se colocó bien su camiseta con su logo ecologista y tiró de su amiga para alcanzar a los manifestantes que habían comenzado a andar—. Bueno, llegaremos hasta donde podamos. No puedo quedarme hasta muy tarde porque tengo que hacer de niñera para mi prima.

Megan asintió y se unió a la marcha con ella. Faby iba gritando a su lado, a la par que el resto de los asistentes, las frases que les habían enseñado para que se hicieran oír mientras caminaban por las céntricas calles, pero ella no estaba de humor para gritar nada. Había tenido una semana infernal con los últimos exámenes y, por mucho que había peleado con uñas y dientes, el resultado no había sido tan satisfactorio como le hubiera gustado. No podía evitar sentirse defraudada consigo misma, y no sabía si ese mal resultado se debía a que no le había pillado el punto a la asignatura o a que había estado más descentrada y desmotivada que de costumbre.

Aún tenía en su cabeza aquel momento bochornoso que sucedió un par de meses atrás, cuando su padre llegó por sorpresa y los pilló a Derek, a Will y a ella en su cuarto y sin camiseta. Jamás había visto a su padre tan enfadado. Estaba tan cabreado que echó a Derek de su casa y, a consecuencia de eso, Nick se fue con su sobrino. Desde entonces, el contacto que había tenido con alguno de los dos había sido casi nulo.

Su amistad con Derek se había quedado congelada. Al menos con Will se habían visto un par de veces y habían quedado para tomar algo, pero no se habían reunido los tres para hablar, y la relación que tenían estaba más muerta que viva, al igual que la relación con su padre.

Ella siempre había alardeado de tener un progenitor muy moderno, comprensivo y maravilloso. La relación con su padre había sido muy especial desde que era pequeña. Siempre le había contado todo, habían hablado de cualquier cosa y el más mínimo problema lo habían solucionado juntos.

Hasta ahora.

Desde ese día, Jamie y ella casi ni hablaban. Se cruzaban por la casa y apenas se dirigían la palabra. Habían llegado a un punto en que parecían dos extraños, y lo único que tenían en común era la pequeña Lizzie, a quien se la veía más callada que de costumbre. Por muy bebé que fuera, tenía que notar sin duda la falta de Nick y de Derek, porque todos habían formado una piña para cuidar de la pequeña. Ahora, todo eso se había perdido.

Como si sintiera que alguien la miraba, Megan alzó la cabeza y dio un rodeo visual. Había demasiadas personas y esa sensación de que estaba siendo observada era perfectamente normal. No se había dado cuenta de que estaban frente a la biblioteca del centro, donde trabajaba Nick. Se giró para buscar las escalinatas que subían hacia la entrada principal y entonces lo vio. Su mirada chocó con la de él. Esa era la sensación que había tenido y, durante un segundo se quedó así, sumergida en los amables ojos de Nick. No la miraba con dureza, ni con odio, no, nada de eso; la mirada de Nick era de amor.

—Sujétame esto un momento. —Megan le dio la pancarta a su amiga y se salió de la manifestación para subir las escaleras de la biblioteca hacia donde estaba Nick. Conforme se iba acercando hacia él, lo veía bajar las escaleras para reunirse con ella. Cuando se encontraron a medio camino, abrió los brazos para abrazarse a él al ver que el hombre hacía lo mismo—. Nick. —No pudo evitar decir su nombre cuando sintió sus brazos alrededor de ella.

—Megan. —Nick le puso una mano en la cabeza y la besó en la sien, donde se detuvo para dejar los labios sobre su piel. La había echado tanto de menos. Luego la soltó y la miró de frente—. ¿Qué tal todo? ¿Y Lizzie?

Megan sonrió porque sabía lo mucho que significaba su hermana pequeña para ese hombre.

—Lizzie te echa mucho de menos, pero estamos todos bien, supongo. —Guardó silencio antes de seguir hablando—. Apenas me hablo con mi padre y no he vuelto a ver a Derek.

Nick no pudo evitar fruncir el ceño, preocupado, al escuchar a la chica.

—Ya sé que no. Vivo con él en mi apartamento.

—Sé que vivís juntos. Creo que me lo dijo Faby porque se tropezó con él hace unas semanas.

—Megan. —Nick no quería desviarse del tema que le preocupaba—. Tienes que solucionar las cosas con tu padre. No podéis seguir así.

Ella lo miró confusa.

—Tú tampoco has hablado con él.

—Es él el que tiene que dar el primer paso.

Megan lanzó un bufido.

—Yo pienso igual. Es él el que tiene que dar el primer paso. Mira todo lo que ha liado por una tontería. Se ha cargado a la familia.

Nick no estaba del todo de acuerdo con ella.

—Puedo entender su enfado. Yo me imagino llegar a casa y encontrar a mi hija, medio desnuda, con dos chicos... —meditó unos segundos porque se ponía en el lugar de Jamie, pero con la pequeña Lizzie cuando fuera adolescente—... y me entran los siete males por el cuerpo, Megan. Tu padre te ha visto nacer y, por muy mayor que te hagas, siempre serás su niñita.

Megan no quiso dar su brazo a torcer.

—Entiendo todo eso, Nick, pero ¿no podía haberlo dicho de otra manera?

Nick no respondió nada. A Jamie se le había juntado todo ese día: se iban de vacaciones unos días, pero habían tenido que volverse a mitad de camino porque se le había olvidado la cartera en casa. Al llegar, no solo había pillado a Megan, sino que, además, se enteró de que él sospechaba algo y no le había dicho nada.

—Tengo que marcharme, Nick. La manifestación sigue y voy a perder a Faby.

Nick reaccionó. Antes de que Megan se fuera de su lado, agarró a la chica de la mano y la miró.

—¿No vas a preguntarme por Derek?

El semblante de ella se oscureció un poco.

—No, porque si lo hago y me respondes que Derek está mal, no voy a poder soportarlo.

Nick no dijo nada. La entendía porque él había experimentado lo mismo unos minutos antes. No saber sobre Jamie era mejor que saber que no estaba bien.

—Hasta pronto —despidió a la joven cuando se soltó de la mano. La vio bajar los escalones y perderse entre la multitud. Él se gir

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