La Navidad de los lobos

Fran Gayo

Fragmento

Reparto
Reparto

Adelina: Hija menor de la casa del Pontigón.

Alberto Garrido Couto: Narrador. El infeliz.

Aldo: Vecino misterioso de Alberto Garrido en la ciudad de Buenos Aires, poeta en la sombra, aficionado a la botánica, colaborador con el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) entre 1977 y 1981.

Amparo, La Llobía: La vidente de la Sierra de La Bobia.

Ángeles: Hija sufridora de Diamantina. Compañera de clase de Alberto Garrido en la EGB.

Argemira Riesgo Parrondo: Hermana menor de Mellos, la Pisa Bonito. Dulce y mansa. Enviuda de su esposo en 1979.

Aurelia: La tendera bondadosa. Nacida en 1954 en Ampudia (Palencia).

Aurora La Neña: Vidente nacida en 1958 en Barros. Hija de La Romanita.

Benjamín Couto: Abuelo materno de Alberto Garrido, desaparecido en el Bausal.

Brígida Couto Otero: Madre de Alberto Garrido, la voz atemperada como una flauta dulce.

Cleopatra: La perrita de los linyeras, fallecerá a la intemperie durante las grandes heladas del 2028.

Diamantina: Profesora de Alberto Garrido en la EGB. Melancólica y violenta.

Ernesto: Vecino de Alberto Garrido, entrena perros para peleas ilegales.

Estanislao, Estanis: Hijo de Alberto Garrido.

Gil: Esposo de Argemira. Músico con asma en su juventud, más tarde trabajador en la fábrica de mármoles y cerámicos de La Coría, en Xixón. Fallece de un cáncer de pulmón en 1979.

Herminia Parrondo: Madre de Mellos. Una plañidera.

Herminio Garrido Riesgo: Hijo menor de Mellos y Cundi, fallecido con apenas unos meses en la Brañaescura.

Inés: Vecina de Alberto Garrido. Durante la pandemia de 2024 se instala con su madre en una casa a un costado del Paraná. Nunca regresará a Buenos Aires.

Ingrid Edelman: Bianchi de segundo apellido, esposa de Alberto Garrido y madre de Estanis. Ascendencia judía polaca por la rama paterna y piamontesa por la materna.

La ciudad de la Furia: Buenos Aires.

La Romanita: Madre de Aurora La Neña.

Lucero: Caballo garañón propiedad de la Casa del Pontigón.

Manuel Garrido Riesgo / Lin: Tío paterno de Alberto Garrido, hijo de Mellos y Cundi. Encendido y sentimental.

Martingailo: Tío de Aurora La Neña. Fallecido en un accidente en la mina. El de la piel con esencia a mondos de patatas recién peladas.

Máximo Garrido Riesgo, El Gatu Montés: Padre de Alberto Garrido. Ojos negros. El que huye.

Mellos Riesgo Parrondo: Abuela materna del narrador, Alberto Garrido. Es el fantasma que se extiende sobre las paredes. Detesta la servidumbre de los perros.

Nicolás Garrido Riesgo / Colás: Tío paterno de Alberto Garrido, hijo de Mellos y Cundi. Profesor de Bachillerato desde mediados de los años ochenta. Servicio militar en el Sáhara entre septiembre de 1974 y diciembre de 1975.

Nicomedes: El viejo que se dedicaba a la cría de caballos padrillos en San Antonio de Areco.

Nieves Otero: Abuela materna de Alberto Garrido. Amiga de infancia de Amparo La Llobía. Odia a cualquier animal que no sea de labranza.

Onofre, el cartero Casín: Vidente que predice la muerte del pequeño Herminio.

Oscar el Maño: Lumpen que estafa a Secundino Garrido en el Madrid post-1939.

Patricia Novalis: Una ensoñación.

Saludador: Curandero que actúa a través de la saliva o del aliento.

Secundino Ezequiel Garrido, Cundi: Esposo de Mellos, abuelo paterno de Alberto Garrido. Encendido y sentimental. Tuvo una breve vida bohemia en el Madrid de posguerra.

Senén Riesgo: Abuelo de Mellos, tatarabuelo de Alberto Garrido. Se puso un cordelín.

Ulpiano el Berrón: Carpintero, vive en un pueblo cerca de la Brañaescura.

Vedoiro: Vidente, nigromante, necromante.

Veneranda la tuerta: Personaje relacionado con la infancia de Alberto Garrido en un barrio del Xixón de los setenta, tiene un glaucoma.

Mellos
Mellos

Abrí los ojos y Mellos estaba sentada en una silla a los pies de mi cama. Me miraba fijamente. Sonreía. En un momento esa sonrisa se crispó, se le despegaron los labios y donde debería haber dientes había una mancha oscura, como un pegote azabache.

Traté de hablar pero no fue posible, tampoco pude incorporarme ni moverme ni gritar, yo estaba adentro de mí, encerrado y observando. Y adentro de mí tampoco podía moverme, me limitaba a mirar, porque estaba aún más adentro, encerrado y observando, inmóvil, y así sucesivamente.

Mellos había sido siempre acelerada, nerviosa como un cable de alta tensión cortado de un tajo, y a la vez su aspecto era frágil, un cuerpo poca cosa, menudo y seco. Pero ese amanecer, cuando se incorporó de la silla a los pies de la cama creció ante mis ojos extendiéndose como una sombra sobre la pared, amenazante, tanto que apenas podía identificarla con mi abuela, con la mujer que me había criado de manera intermitente en los años setenta.

Luego avanzó hacia el c

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