En la penumbra / En el estado

Juan Benet

Fragmento

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De la relativa semejanza de los títulos conviene no derivar más intenciones de la cuenta. La iniciativa de reunir en un mismo volumen En el estado y En la penumbra obedece principalmente a razones de tipo técnico. La economía editorial recomendaba juntar dos novelas más bien breves, que sumadas dan un volumen de dimensiones muy conformes a las de una biblioteca de bolsillo. Otra cosa es que, una vez reunidas, y leídas en secuencia, las dos novelas —entre las que media más de una década— revelen sintonías que van más allá de las naturalmente esperables en dos obras escritas por la misma mano.

En el estado se publicó por vez primera en 1977. Juan Benet se hallaba por entonces embarcado en la redacción de Saúl ante Samuel (1980), el libro que iba a constituir la cumbre de su ambicioso proyecto literario. Escribirlo le llevó siete años de esfuerzo sostenido, cuya tensión descargó en unas cuantas «maniobras de distracción»: algunos cuentos, varios ensayos y una novela insólita, que causó el estupor de propios y extraños: En el estado, uno de los primeros títulos publicados por la entonces recién creada editorial Alfaguara.

«Es una novela menor en que he cambiado el tono», advertía Benet en una entrevista publicada ese mismo año. «Es una novela más humorística, que ha gustado muy poco a mis amigos [...] Ya le digo, es una novela en tono menor que escribí para acompañar la redacción de otra mucho más larga que todavía no he acabado, y que no acabaré hasta dentro de tres, cuatro, cinco años.» Poco después, en la misma entrevista, añadía: «En el estado es una novela breve, una novela de doscientas páginas, muy enigmática, aparte de eso. Y es una novela que está un poco basada en la vieja técnica de Marguerite de Navarre, o de Chaucer, o de Boccaccio, de los personajes que hacen un viaje y se encuentran en una posada, y cada cual relata una historia para entretener el tiempo. Aquí tiene que inventar una historia cada personaje en un abandonado y siniestro chamizo en una carretera española. A cada personaje le ocurre un pequeño incidente bastante descomunal, fantástico. Y eso es la novela. Es una parodia. Es una parodia de estilos literarios, y están parodiados, pues, desde Homero hasta Cervantes, y desde Cervantes hasta Bataille pasando por Flaubert, y pasando por Turgeniev, Chéjov, mucha gente» («Entrevista a Juan Benet», de Anita Rozlapa y John P. Dyson, publicada en The American Hispanist, III, núm. 22, diciembre de 1977, y recogida en Juan Benet, Cartografía personal, ed. Mauricio Jalón, Valladolid, cuatro.ediciones, 1997, pp. 117-123). Sobre este último aspecto volvería a insistir Benet en una entrevista posterior del mismo año, añadiendo que «hay personajes inspirados en una ninfómana de Bataille, en Dickens o en Céline».

El caso de Benet y En el estado encuentra un notable paralelismo en Luis Goytisolo y los extraños textos que reunió bajo el título de Ojos, círculos, búhos (1971) y Devoraciones (1976), mientras se hallaba inmerso en la redacción de su monumental Antagonía, que no había de culminar hasta la publicación, en 1981, del cuarto y último volumen de la tetralogía, Teoría del conocimiento. También en este caso la descarga de la tensión acumulada durante el sostenido esfuerzo creativo dio lugar a una escritura extravagante, disparatada, de naturaleza esencialmente paródica, que si bien asume lúdicamente su condición de divertimento, con la perspectiva de los años revela poseer una poderosa carga subversiva, resultado de una feliz mezcla de humor, osadía y radicalidad.

El estupor que, cuando su aparición, produjo En el estado no puede relacionarse con la dificultad o rareza del texto, no más exigente ni mucho más opaco para el lector que Un viaje de invierno (1972) o La otra casa de Mazón (1973), las dos novelas anteriores del autor. Los seguidores de Benet no podían menos que reconocer en el nuevo libro rasgos ya patentes en esas novelas. Lo relativamente nuevo, en este caso, era la desinhibición con que Benet daba rienda suelta a su vena más bufa. Pero basta recordar un relato tan temprano como el que dio título al primer libro de Benet (1961), «Nunca llegarás a nada», para cobrar conciencia de que su afición por lo grotesco, por el absurdo, por el capricho de corte surrealista, venía de muy antiguo. Tanto más si nos remontamos al primer texto publicado por Benet, la pieza teatral Max (1953), como en general a sus piezas dramáticas, donde emergen de un modo más que incipiente no pocos de los rasgos que caracterizan En el estado. El primero y más evidente de todos: la inveterada inclinación de Benet por la farsa y el melodrama.

Lo constató con perspicacia Vicente Molina Foix en su prólogo al teatro completo de Juan Benet: «Sus novelas son construcciones de alta mecánica verbal, de afilado concepto, pero incluso en las más densas y programadas se distingue el gusto por el latiguillo del melodrama, el guiño soez de las candilejas, el desfile de los figurones salidos de un guardarropa del antiguo régimen. Hay un espíritu histriónico y travieso en la literatura de Benet que no todos han visto o aceptado, por ceguera o respeto desmedido, y en eso, aunque no sólo en eso, se asemeja a Beckett: dos humoristas trágicos apegados a las formas más populares y tradicionales de una teatralidad que —entre los registros sublimes y la ciencia exacta de su lengua literaria— ambos hacen aflorar con intermitente guasa» («Benet comediante», prólogo al Teatro completo de Juan Benet, ed. de Miguel Carrera Garrido, Madrid, Siglo XXI, 2010, p. IX). Y bueno, es ese «espíritu histriónico y travieso» el que campa por sus respetos en las páginas de En el estado.

El mismo Molina Foix se ocupó del prólogo a la cuidada edición que, a modo de homenaje, la editorial Alfaguara publicó apenas un mes después de la muerte de Juan Benet (1993), y a la que también contribuyó Javier Marías con «Una invitación». El prólogo de Molina Foix, recogido al final del presente volumen, procura algunas valiosas claves para la lectura de la novela, subrayando su doble condición de farsa tanto literaria como política. Poco cabe añadir a lo sugerido con tanta finura por Molina Foix, como no sea anotar un dato que suele pasar desapercibido y que subraya con buen ojo Francisco García Pérez (Una meditación sobre Juan Benet, Madrid, Alfaguara, 1997, p. 191): la pertenencia —bien que muy tangencial— de En el estado al espacio mítico de Región, al que la adscribe la mención, muy al comienzo de la novela, de dos topónimos bien localizables en el mapa de su territorio (levantado por el mismo Benet): el puerto de La Requerida y la llanura de La Portada.

Aunque publicada en 1989, En la penumbra fue concebida y empezada a escribir mucho antes, al poco de haber concluido Benet la redacción de El aire de un crimen (1980). En 1982, en una pequeña editorial santanderina (Gonzalo Bedia), apareció un relato de poco más de se

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